Memoria

El Independiente, un ejemplo de valentía periodística

Primera entrega

Las memorias del diario que atestiguó el inicio de la guerra civil salvadoreña son rescatadas en la voz de uno de sus protagonistas.

Dan Alder *

Mayo 13, 2022

Fotos: cortesía de Museo de la Palabra y la Imagen

La conferencia de prensa, que fue convocada adentro del complejo fortificado del Estado Mayor de la Fuerza Armada, había terminado. Cesar Padilla, un periodista del diario El Independiente, se dirigía hacia el portón de salida cuando le salió al paso un sujeto identificado como el capitán Chacón. El militar lo interceptó porque tenía un mensaje: “Mi coronel quiere verle”.

En la conferencia de aquel día, un martes 22 de abril de 1980, Padilla había cuestionado al ministro de Defensa, el coronel José Guillermo García, porque su respuesta había sido evasiva.

 

El entonces coronel García diseñó una táctica basada en distanciar al gobierno y a su persona de las acusaciones contra los supuestos abusos cometidos por la Guardia Nacional. Al evadir cualquier vinculación con los excesos del cuerpo de seguridad, el jefe castrense había tirado el guante.

 

Padilla, avezado reportero del diario propiedad del editor radicalmente antimilitarista Jorge Pinto hijo, no pudo dejar pasar esa oportunidad.

El autor revela episodios hasta ahora desconocidos u olvidados del periódico más importante de la historia de El Salvador y que terminó siendo una víctima más de la amnesia política que vive este país.

“Él (García) responde al  periodista que la Guardia Nacional no depende del ejercito,” recordó Padilla unos veintiséis años después.

 

“Yo pido la palabra, o mas bien me tomé la palabra y digo: ‘coronel, y si la Guardia Nacional no depende del ejército, ¿por qué el ejército no se deslinda y condena las masacres que hace la Guardia?” La respuesta no la recuerdo exactamente, pero el militar dio más evasivas y, según él, había quedado satisfecho. Pero yo me quedo viéndolo y él captó la duda”.

 

Cuando Padilla entró al despacho de García, el militar le saludó y le ofreció una silla.

 

Mientras, afuera las calles se manchan de sangre, aquí, entre el periodista y el militar, la lucha es de palabra e imagen. Empieza el intercambio y con ello una refriega más en la cruenta guerra de propaganda que caracterizó las relaciones del gobierno y El Independiente.

 

“Esto es como el enchufe entre la inteligencia y la brutalidad,” estima Padilla. “Ellos sabían que nosotros éramos duros con ellos. No es que nos proporcionaban información porque no era así; pero sí nos respetaban, pues de esa manera ellos obtenían una ganancia,  y podían hablar de (respetar) la libertad de expresión.”

 

Resulta irónico que los militares del gobierno supuestamente revolucionario recurrieron,  para establecer credenciales democráticas, al mismo periódico que les señalaba casi diariamente como “gorilas” y “masacradores del pueblo”.

 

Y lo que era peor para estos hombres en armas era que el periódico los acusaba de ser ineptos y corruptos. Pero fue una tolerancia calculada y El Independiente lo pondría a prueba hasta llegar al límite de la paciencia castrense. Las libertades solo se confirman poniéndoles a prueba, y el señor Pinto y su periódico se dedicaron exactamente a eso, empujando los límites hasta topar con el muro antidemocrático ligeramente velado por la Junta Revolucionaria del Gobierno.

Perseveraron hasta que la Fuerza Armada, motivada por la llamada Ofensiva Final de las emergentes fuerzas guerrilleras, abandonó todo pretexto para respetar la libertad de prensa y cerró definitivamente El Independiente

La Fuerza Armada presionó, amenazó y atentó contra el diario una y otra vez para doblegarlos o, en el mejor de los casos, censurarlos.

El Independiente en su Quinta Época duró solo catorce meses. Salió a las calles el martes 6 de noviembre de 1979, después que la Junta levantó una prohibición con la cual el general y presidente Carlos Humberto Romero había cerrado la Cuarta Época del periódico dos o tres años antes.

 

Esta vez se publicó en medio de amenazas, intimidaciones, atentados y hasta la muerte. Perseveraron hasta que la Fuerza Armada, motivada por la llamada Ofensiva Final de las emergentes fuerzas guerrilleras, abandonó todo pretexto para respetar la libertad de prensa y cerró definitivamente El Independiente el día sábado 17 de enero de 1981.

 

A partir de ese momento, El Salvador se lanzó al vacío, de lleno, a la espiral inevitable de la guerra civil y el periódico El Independiente quedó silenciado y, con el paso de los años, casi olvidado.

Sin embargo, en abril de 1980, la pre-guerra de propaganda todavía era vigente y El Independiente la peleaba con tenacidad.

Por eso que aquel día en el despacho de García, Padilla toma una de las sillas frente al entonces coronel y empieza la justa verbal.

 

Primero el coronel le da una larga explicación sobre el vínculo administrativo entre la Fuerza Armada y los cuerpos de seguridad. Después el periodista le pregunta su opinión en torno al Frente Democrático Revolucionario (FDR), que se había conformado un día antes en la Facultad de Derecho de la Universidad de El Salvador. El coronel responde con una tolerancia ensayada. “La creación de estos frentes comprueba una vez más el grado de libertad que puede existir en este país”, dijo el ministro.

 

Por supuesto, dentro de algunos meses más tarde, Padilla sería testigo de un operativo combinado de las Fuerzas Armadas y elementos reaccionarios que terminaría con la tortura y ejecución del presidente del FDR, Enrique Álvarez Córdova, y cinco miembros mas de su directiva. 

 

El señor Álvarez tenía una década de estar impulsando la reforma agraria desde dentro y fuera del gobierno, inclusive como Ministro de Agricultura en tres ocasiones. Es el hombre rico quien desafía a las probabilidades proverbiales; el camello que puede pasar por el ojo de la aguja. Álvarez es el sujeto de un libro escrito por el profesor norteamericano John W. Lamperti y publicado en inglés por McFarland & Company, Inc.

 

Sin embargo, sentado en su despacho inhalando un Marlboro, el coronel García transmite un mensaje de tolerancia hacia la oposición, un hecho comprobado, según él, por el hecho de estar sentado allí mismo el señor Padilla con su grabadora. “El hecho que venga usted y recibirlo, es una muestra de que yo tengo esa actitud para todo el mundo”, suaviza el coronel.

 

Una vez terminado el discurso del coronel García sobre la tolerancia de las fuerzas armadas, el periodista decide ponerle a prueba con la misma pregunta espinosa que había hecho en la conferencia de prensa; aunque, con una variante: “¿Qué disponibilidad tienen ustedes de parar la racha de abusos que cometen los individuos que comprometen a la fuerzas armadas?”.

 

“Hay un momentito en que se me enoja”, recuerda Padilla. “Hay momentito en que me agarra la grabadora, le pone las manos encima, y me dice: ‘No me estés jodiendo, que ahorita no te puedo hacer nada”.

 

Padilla recordó que el coronel estaba sonriéndose cuando dijo eso, pero el periodista agregó: “Indudablemente también los leones pelan los dientes cuando van a atacar, ¿no?”.

 

En lugar de contestar la pregunta que Padilla había hecho, García empieza a calificarla. “Pues esta es una pregunta bastante rara porqué usted define con tendencia a los individuos que comprometen a la Fuerza Armada”, respondió. “O sea que usted hace la pregunta, viéndola desde un punto de vista unilateral”.

 

El coronel le lanza una crítica al reportero y su medio.

 

Entonces, el jefe de un sistema dictatorial que ha durado así casi medio siglo, empieza a darle al periodista una lección sobre el papel propio de un comunicador social en un Estado democrático.

 

“Casi voy a la cárcel por eso”, revela Padilla cuando le recordé aquella conversación con García.

 

El periodista escapó de aquella encerrona con solo una patada verbal porque el coronel regresó al tema de la tolerancia. “Nosotros no estamos ni con izquierdas, ni con derechas”, dijo. “La Fuerza Armada actúa con honorabilidad. La Fuerza Armada actúa con un concepto amplio y alto de lo que es su responsabilidad. … Nosotros no tratamos de reprimir, nosotros no tratamos de ofender, sino que simplemente tratamos de cumplir con un deber, con una obligación que la mayoría del pueblo pide”.

Alder logra regresar en el tiempo a los años más aciagos para el periodismo salvadoreño y que sufrieron los editores independientes en países que fueron el centro de la atención mundial durante la fase más sangrienta de la Guerra Fría.

En 2002, el señor García, jubilado y residente en los Estados Unidos, sacudió el polvo de los mismos argumentos que utilizó en su entrevista con Padilla y de nuevo los utilizó para defenderse de tres compatriotas que lo demandaron.

 

García, junto al general Eugenio Vides Casanova, estaba en el banquillo de los acusados como responsable de las torturas sufridas por los demandantes entre 1979 y 1983.

 

El juicio se llevó acabo en un corte federal de Florida y, a diferencia de El Salvador en 1980, los testigos no tuvieron miedo de ofrecer sus versiones.

 

Los tres demandantes tenían un juez verdaderamente independiente, un jurado que no estaba viviendo terror y unos abogados que no tuvieron miedo tomar el caso. Utilizando el concepto legal de responsabilidad de mando establecido en el derecho internacional desde los Tribunales de Nüremberg, la corte encontró a los generales responsables de la tortura de los tres ofendidos y les impuso el pago de 54 millones de dólares en concepto de daños y prejuicios. Un corte de apelaciones sostuvo el veredicto en enero de 2006.

Continuará…

*Dan Alder trabajó como periodista en El Salvador de 1989 hasta 1995.

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