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Foto: Giuseppe Dezza

Libertad de Prensa y manipulación emocional

Guillermo Mejía

Mayo 3, 2022

Los ataques y presiones a los y las periodistas opacan la celebración del Día Mundial de la Libertad de Prensa, el 3 de mayo, conmemoración instaurada hace casi 30 años por la Asamblea General de las Naciones Unidas a iniciativa de los países que conforman la UNESCO. La situación, preocupante y lamentable, es global y El Salvador no es la excepción.

 

En el caso salvadoreño, somos testigos de la cada vez mayor confrontación con periodistas por parte del presidente Nayib Bukele, miembros del gabinete de gobierno, así como posturas muy disparatadas que se destilan desde la presidencia y diputados oficialistas de la Asamblea Legislativa.

 

Sin embargo, hay que señalar que ninguna de estas acciones es fortuita, sino más bien puede englobarse en una bien pensada acción política que cae como “anillo al dedo” por las características de la sociedad contemporánea, tan proclive a lo emocional y enemiga del razonamiento. Recordemos aquello de que hay que darle cebo al pez.

 

El camino lo tienen asegurado con las redes sociales donde se da pauta al discurso oficial, con la consiguiente descarga irracional que ha llegado incluso a contaminar al sistema mediático tradicional, ya que éste palpa cada mensaje 24/7. A la vez, es preocupante de cara al ejercicio profesional, la proliferación del seudoperiodismo en la red. Y, por si fuera poco, desde el gobierno se utilizan los medios oficiales, radio, televisión y un periódico, como caja de resonancia.

 

Se agrega, como refuerzo, el decreto que sustenta el actual Estado de excepción, donde se advierte a periodistas y población en general a no exponer ninguna marca o discurso de los integrantes de las bandas criminales dentro de lo que llaman “guerra contra las pandillas”. Es tan elástico que las interpretaciones al respecto están a la orden del día.

La sociedad emocional y mediática

Para sustentar el hecho de que vivimos en una sociedad emocional y mediática, el agrónomo y economista español Jorge Jordana nos ilustra: “A las generaciones anteriores a los ´millennials’, los que reteníamos datos en la memoria, nos satisfacía leer periódicos serios en lo que las verdades se razonaran y argumentaran adecuadamente. Evidentemente comprábamos más los que tenían una línea editorial más acorde con nuestros posicionamientos, pero ‘disfrutábamos’ con su lectura”.

 

“Aunque hoy sean digitales, nos siguen gustando este tipo de periódicos, pero las generaciones mayores estamos en trance de una paulatina desaparición. Los periódicos que mantienen el ‘formato’ antiguo están condenados a la desaparición: todos los días van muriendo sus consumidores y no nace ninguno”, agrega Jordana en un reciente artículo en la web española Disidentia. “Por el contrario, las nuevas generaciones se abastecen de la levedad: frases hechas transportando verdades, semiverdades o falsedades, envueltas en brevedad, constancia repetitiva, movimiento, imágenes, colores y emociones; muchas emociones”, afirma.

 

Según el autor español, ahora y cada vez de forma más clara por la ausencia de datos en la memoria, la mayoría de las decisiones sociales se toman por razones emotivas o sentimentales. Por ejemplo, las causas que motivaron la elección del presidente Donald Trump en Estados Unidos, el incremento de los extremismos políticos, el florecimiento del nacionalismo, etcétera.

 

“Las sociedades están perdiendo la inteligencia y, con ella, la capacidad de comprender y exigir comportamientos y valores que refuercen el “capital social” y el espíritu crítico, único criterio que puede aproximar a la verdad”, advierte Jordana, “Cuando empiezan a estar influidas mayoritariamente por mensajes restringidos a 280 caracteres, los cimientos de la propia sociedad se tambalean. En eso estamos”.

 

En ese sentido, de acuerdo con el autor español, con la llegada de las redes sociales tal vez algunos pensaron que iba a ser un nuevo canal para transmitir verdades, pero las personas ya no “compran” los razonamientos o la información argumentada que hay que analizar y contrastar mediante nuestro espíritu crítico.

 

“Demasiado esfuerzo y, además, como ya no hay datos, no se puede contrastar: nos limitamos a aceptar y reenviar la mayor parte de lo que nos mandan ‘nuestros nodos’ informativos, seleccionados por nosotros mismos o por algún algoritmo tecnológico, que va reforzando nuestro vínculo emocional con ese nodo creativo. Esa es la información que nos gusta, la que más ‘clicks’ recibe el emisor, por lo que adquiere más publicidad y rendimiento económico”, añade.

 

Concluye Jordana: “El secreto de los nuevos medios de comunicación descansa en halagar las emociones de los individuos y, como la mentira permite más libertad creativa, es la que impera en la sociedad”.

 

Nayib Bukele, en El Salvador; Donald Trump, en Estados Unidos; Jair Bolsonaro, en Brasil; Manuel López Obrador, en México, entre otros, lo han tenido y lo tienen bien claro. Han conectado a través de lo emocional sacando lucro al desencanto ciudadano con los políticos, la imposición del populismo que agrada a las masas y la fabricación de la imagen del mesías salvador del pueblo.

La libertad de prensa es social

Pese a este sombrío panorama, que insisto no solamente es acá, sino alrededor del planeta, lo peor sería caer en la resignación frente al fenómeno expuesto y vale la pena recordar que nos asiste a las y los ciudadanos en general y periodistas en particular, demandar la libertad de prensa si asumimos que vivimos en una sociedad democrática, aunque defectuosa y hasta fallida, y que es necesario cambiar con el aporte de la función social de las y los periodistas.

 

Pero cuando nos referimos a la difícil situación de la libertad de prensa, en el marco del derecho a la información y del derecho de información, también hay que tomar en cuenta la forma precaria en que se desenvuelven los y las periodistas por intereses mercantilistas o ideológicos. Es sumamente importante para la sociedad que los hombres y mujeres que ejercen el periodismo no sean marionetas de intereses espurios de polític@s o empresari@s mediáticos que responden a componendas con sectores de poder.

Lamentablemente, en gran parte de los y las periodistas aún no se toma en serio la necesidad de que haya reflexión constante sobre esas condiciones precarias en que se trabaja en el sistema mediático nacional, peor cuando se estima que es urgente que las y los periodistas tengan una legislación que garantice la libertad de prensa a la luz de los derechos humanos.

 

Por eso es loable que, con anterioridad, la Mesa de Protección a Periodistas y Trabajadores/as y de Medios Relacionados con la Información, donde está la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES), propuso una ley a fin de proteger a l@s periodistas y comunicadores/as, aunque las y los anteriores diputados desatendieron (incluidos los que ahora se dan golpes de pecho y dicen apoyar a l@s periodistas) y que en el actual período los y las del oficialismo la enviaron al archivo.

 

Hay que considerar que muchas naciones en el mundo cuentan con el estatuto de protección del periodista y vale recordar al diputado francés Emile Brachard que, en 1935, apoyó la sanción del estatuto para defender al periodista frente a las empresas periodistas, gobiernos de turno y sectores de poder que caen en la tentación de vulnerar los derechos de los y las periodistas.

 

“El periodista desempeña en la sociedad un papel principal, representa una parte de las fuerzas sociales que emanan de la opinión, influye en la política, en las ideas, en las costumbres, y sin embargo no tiene fuerza para defenderse a sí mismo”, advirtió en aquella oportunidad Brachard ante una situación que persiste en el caso salvadoreño.

 

Para una verdadera libertad de prensa, aunque moleste a las autoridades de turno, a polític@s en general y a muchos empresarios mediáticos, son necesarios: la apertura a la pluralidad para la construcción de una agenda que posibilite la participación de todos y todas; la lucha por la integridad profesional de los y las periodistas; la creación de observatorios de medios; el compromiso de políticos y empresarios en no entorpecer el trabajo periodístico. Además, la promulgación del estatuto profesional del periodista y una legislación moderna sobre comunicación; el fomento de la autocrítica de los medios y la crítica de la ciudadanía sobre dicha práctica; la construcción de ciudadanía como eje primordial de la práctica periodística; colocar a la ética como eje central del trabajo periodístico; y la lucha por la dignificación de las y los periodistas.

 

Y el hecho de que hay que tener bien claro que el problema de la libertad de prensa y la comunicación social en cualquier país no solamente concierne a los medios de comunicación, a las y los editores, periodistas, académicos, etc., sino a toda la sociedad en un enfoque integral que parte del reconocimiento al ciudadano y ciudadana como titular del derecho a la comunicación y la información.

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