Opinión

Ilustración: Luis Galdámez

La fragmentación es la clave

Eric Lombardo Lemus *

Octubre 7, 2022

Los gobiernos nunca han sido ajenos al poder de la información.  Han utilizado todos los recursos a su alcance para ejercer el control de la misma. El uso de la comunicación ha sido una constante histórica desde la antigüedad. Al echar una mirada dos mil años atrás es posible ver que se ha hecho uso de estructuras administrativas creadas para ejercer funciones de control en tres etapas principales: primero, orientadas hacia la censura; luego, a la propaganda y finalmente hacia la información.

En la antigüedad clásica una red de personas de confianza eran los consejeros y auxiliares del emperador en las labores del gobierno. Algunos ejercían tareas de comunicación política con un afán centralizador y absolutista. Pero ¿cómo se comunicaba el poder? A través de monumentos, esculturas y construcciones arquitectónicas que reforzaran el discurso hegemónico.

El Estado hacía llegar a sus súbditos la imagen recortada y precisa que necesitaban transmitir para mantener el control territorial e ideológico. No había espacio para interpretaciones equívocas. Pero el poder debía estar seguro de que ese discurso, esa imagen, prevaleciera por encima de todo. Así es que apareció la censura, el instrumento perfecto y columna vertebral de ese modelo hegemónico de comunicación, que fue empleado para restringir cualquier información que pueda crear disenso. 

En la Edad Media, la administración de la censura y la propaganda estuvo a cargo de dos instituciones, una civil y otra eclesiástica, que se entrecruzaban: la Inquisición y la Sacra Congregatio de Propaganda Fide. Ambas instituciones fueron las encargadas de controlar, dirigir y velar por una correcta formación y dirección de la opinión pública en la vieja Europa, por ejemplo.

Ahora bien, estimado lector, haga un ejercicio y brinque de los cimientos obscurantistas de la Edad Media al siglo XX, el siglo de la mass media, el siglo de la comunicación de masas, donde tres teorías incursionan en el estudio de las ciencias de la comunicación y permiten analizar el uso del poder echando mano de estos pilares: branding, priming y framing, piedras angulares que siguen vigentes en el siglo XXI y cuyo uso es recurrente en modelos políticos posmodernos como el fenómeno político-mediático que gobierna El Salvador.

De estas tres teorías la favorita hoy día es la que acuñó el sociólogo Ervin Goffman: el framing, que permite elaborar una construcción social desde un encuadre, un fragmento de la realidad, y que cuando se echa mano de una puesta en escena elaborada es capaz de convertir el agua en vino, aunque este líquido provenga de los jugos que desprenden los desechos sólidos. Por eso no es casual que el orden democrático de esta posmodernidad se construya a golpe de tuit, a tecleo de escasos caracteres, que son prodigiosamente transformados en verdades absolutas. 

Quien no entienda el éxito que ofrece esta red social a partir de la simplificación del lenguaje no entiende que no hay espacio para el debate, ni mucho menos para la antigua retórica que sostuvo a políticos brillantes como Winston Churchill, Willy Brandt o Franklin Delano Roosevelt. No, ahora es el tiempo donde basta 280 caracteres para hacer historia. Es el tiempo donde una puesta en escena es más real que la desarticulación de las extorsiones, donde un retrato retocado digitalmente es más creíble que el inevitable envejecimiento y unas pocas palabras son más que suficientes para asegurar que, en El Salvador, ¡seguimos!

* Editor de revista Espacio Revista

El miedo, un arma ideológica

La izquierda, por lo menos la vieja, la libresca, no hablaba de miedo, se abroquelaba en el optimismo, “la sociedad nueva”, “paraísos proletarios”, “el hombre nuevo”, sociedades con justicia, bienestar social y económico.

La arepa como fetiche a los 54

El encanto de la vida no está en pisar el acelerador, como creíste por décadas, o frenar abruptamente cuando las cosas parecían irreconocibles. Hay que aprender a soltar si quieres apreciar las transiciones del universo circundante. Aprender no tanto del impulso sino de la inercia. El cuerpo sabe moverse. Confía en sus pálpitos y asombros.

©Derechos Reservados 2022 ESPACIO COMUNICACIONES, LLC