Entrevista

En Sudáfrica durante el mundial de fútbol en 2010.

De la ofensiva guerrillera y la Intifada al tumulto del Mundial y otras vainas

Hace cuatro años, el fotoperiodista más internacional de su generación en El Salvador saltó a la fama desde la pantalla de la televisión cuando brincamos desde nuestros asientos quienes veíamos uno de los partidos de la semifinal de fútbol en el Mundial de Rusia. Debajo de un tumulto de futbolistas estaba un rostro conocido que sonreía mientras no quitaba el dedo del obturador de su cámara. Nunca dejó de fotografiar.

Eric Lombardo Lemus

Fotografía: cortesía de Yuri Cortez

Julio 15, 2022

¡Es Yuri, es Yuri! gritó para sí el periodista Iván Manzano, quien empezó a postear la nueva en sus redes sociales. Pronto la alegría que vivían aquellos futbolistas que buscaron un pase a la final la empezamos a compartir a este lado del mundo riendo sobre la particularidad de aquel momento. No había nada mejor que el protagonista de ese incidente en una copa mundial de balompié fuera ni más ni menos que ¡un salvadoreño! Parafraseando el verso del Poema de amor de Roque Dalton, Yuri era el primero en sacar la lente angular en una esquina sospechosa del campo de juego con el agravante de ser… ¡salvadoreño!

La mirada de Yuri Cortez, que inmortalizó a presidentes como Hugo Chávez o el futbolista Neymar Jr. por igual, lleva años viajando desde la guerra civil salvadoreña a escenarios tan hostiles como Irak, Jerusalén, Afganistán o multitudinarios como los mundiales de fútbol en Alemania, Sudáfrica, Brasil y Rusia.

Cortez trabaja como fotógrafo para la agencia internacional de noticias Agence France-Presse (AFP), que es la más antigua en el mundo, desde 1991.

Tras cubrir la guerra civil salvadoreña, decidió viajar por cuenta propia a Perú para atestiguar los acontecimientos políticos luego que el exmandatario Alberto Fujimori disolvió el Congreso para perpetuarse en la silla presidencial y desencadenó una cacería a sangre y fuego contra los jefes guerrilleros Víctor Polay Campos del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru y Abimael Guzmán, del temible Sendero Luminoso.

La vida de Cortez es versátil y difícil de simplificar en la libreta de un reportero. Por ejemplo, después de cubrir el mundial en Rusia en 2018 y, particularmente, la semifinal de fútbol entre Inglaterra y Croacia, regresó a México, donde estuvo destacado por la France Presse hasta que a fines de ese año fue trasladado a Caracas e inició una etapa más como testigo gráfico de la historia.

A raíz del tumulto de la semifinal entre Croacia e Inglaterra, la presidenta de Croacia, Kolinda Grabar-Kitarović, recibió al fotógrafo y su familia en su despacho y le organizó una gira por aquella hermosa nación europea.

Pero, antes de atender esa invitación, vino a su país natal e hizo el honor de compartir con sus viejos compañeros de oficio.

De modo que esta conversación nació al calor del agasajo espontáneo organizado por los colegas de su generación y siguió meses después en su nuevo destino.

Las vueltas de la vida permitieron que nos reencontráramos en Caracas durante la Feria Internacional del Libro de Venezuela a fines de ese año. Durante mi estancia y pese a los vaivenes del gobierno de Nicolás Maduro, no hubo manifestaciones ni sobresaltos aquellas dos semanas, sino cierto sosiego porque los venezolanos parecían más expectantes a la celebración de las fiestas de carnaval, en lugar de la crisis política diaria. Así que Yuri, aunque estaba en una de las corresponsalías más complejas de Latinoamérica, siempre hizo tiempo para compartir un almuerzo y seguir aquella plática. Y, probablemente, pocos creerían que este fotógrafo de clase mundial empezó en el periodismo llevando una radiocasetera mientras trabajó para una radioemisora de noticias

Una postal de Quezaltepeque, El Salvador, durante un ataque guerrillero en 1991.

¿Cómo te determina en tu formación profesional el hecho de que vienes del reporteo de calle como periodista de radio?

Mi interés siempre fue la fotografía. Lo que sucedió en el camino es que la primera oportunidad que se me abre fue como reportero de radio en un proyecto que se estaba generando. Así que la aproveché como una primera puerta para ingresar al mundo de los medios. Por otro lado, mientras reporteaba para la radio, siempre andaba mi cámara fotográfica y recuerdo que me preguntaban por qué la andaba si yo no era fotorreportero.

En un principio la utilizaba como una herramienta para ir dejando un registro personal de lo que estaba sucediendo. Pero en la medida fui conociendo a los corresponsales de agencias de noticias, que habían venido a El Salvador a cubrir la guerra, me fui relacionando con ellos.

Muchas veces había situaciones de combates, paro al transporte, protestas, a los que yo había ido por mi lado y nadie más tenía la imagen. Así surge la posibilidad de ofrecer mis fotografías a iniciativa de otros colegas que ya trabajaban en las agencias, como Iván Montesinos de la Agencia France Presse (AFP), Luis Romero de Associated Press (AP) o Corina Dufka y Luis Galdámez de Reuters.

Cuando surge la primera oportunidad de colaborar con una agencia fue con Reuters. Luego, la AFP me hizo una oferta más estable, de modo que me fui con ellos

Llegada de la comandancia del FMLN después de firmar acuerdos de paz al aeropuerto de Comalapa.

¿Cómo fue el inicio de tu carrera como periodista?

En mi caso fue en 1986 gracias a un carné de estudiante de la carrera de Periodismo de la Universidad de El Salvador. Me permitía tener una representación como universitario. Claro, estábamos a la mitad de la guerra y tampoco ser de la Nacional me facilitaba las cosas. Como reportero de radio mi credencial me amparaba para hacer el trabajo y podía explicar ante las autoridades por qué andaba con una cámara y una grabadora. 

Ignoro si durante tus días como estudiante de la UES fuiste nutriéndote de referentes teóricos o si tu fotografía fue construida de forma espontánea ¿Cómo resumirías aquel momento?

En la Universidad aprendí acerca de la teoría, historia de la fotografía, etc.; pero la práctica en las calles fue mi complemento perfecto. En mi caso, la guerra de El Salvador sucedía en paralelo a otros conflictos como la de la Contra en Nicaragua, el régimen de Manuel Noriega en Panamá, la guerra en Guatemala, y por eso muchos corresponsales o grandes profesionales de la época tenían su base de operaciones en este país.

Eso significó tener una gran escuela local gracias al aporte de colegas extranjeros como Cindy Karp que trabajaba para la revista Time, Jeremy Bigwood de la agencia Gamma Liaison, Bill Gentile para Newsweek, Wesley Bocxe de la agencia Sipa, Arturo Robles de JB Pictures, o James Nachtwey… Una cantidad de fotógrafos experimentados con fama internacional nos permitió intercambiar conocimientos, ver cómo trabajaban, cómo organizaban y preparaban las misiones antes de ir al terreno, cómo se desempeñaban cuando cubrían los combates, en fin, tener todos esos referentes fue una gran escuela para nosotros.

Pero el oficio también te deja sinsabores…

Deja que te comparta una de las anécdotas que me pasó. Nosotros habíamos ido con Carlos “el Chele” Santamaría y Víctor Tovar, “el Compache”, al cerro El Nisperal, que estaba ubicado en la zona del cerro El Tigre, en el departamento de Usulután, donde había habido un combate durante cuatro días y había una cantidad impresionante de bajas del batallón Atonal.

De ahí nos tiran el flashazo que el ejército iban a empezar a sacar los muertos. Y le dicen a Santamaría: “¡andate con Yuri para allá!”. Así nos vamos los tres a meter a Usulután, al mero corazón de la noticia.

Y cuando entramos encontramos estos camiones del ejército al que llamábamos Mazinger que venían para afuera y alcanzo a ver y le digo al Chele: “¡ahí van los muertos!”. Los llevaban hacia la Funeraria Ibarra que tenía convenio con la Fuerza Armada para recibir todos los cuerpos. Inmediatamente dimos la vuelta siguiendo a los camiones. Yo recuerdo que es la ocasión en que más muertos he visto juntos. El camión venía lleno en capas y cuando llegaron a la funeraria los empezaron a tirar en el predio, cuyo espacio no daba alcance para tanta cantidad de cadáveres.

Entonces, telefoneo al corresponsal de France Presse y le digo a Iván Montesinos lo que fotografié y él me invitó a que llegara al siguiente día a la agencia.

Llegué a primera hora de aquella mañana con el material ya revelado e Iván me pregunta si no había visto qué estaba sucediendo a nivel informativo internacional.

¿Qué sucedía?

Recuerdo que yo no tenía ni idea de qué me hablaba. No, no sé qué ha pasado, le respondí. “Pues que los gringos se metieron a Panamá”, me explicó Iván. Este material ya no era interesante porque desde ese momento lo más importante es la invasión a Panamá.

Yo me quedé con esa experiencia de que siempre hay algo más importante. Yo pensé que tenía la foto que iba a ser el centro de la noticia a nivel mundial, pero no… Mi trabajo ya era historia y se quedó como parte de mis archivos.

Cuando termina la guerra salvadoreña, hay fotógrafos que deciden colgar sus cámaras y no quieren seguir en el oficio. Otros sufren una crisis de identidad porque no logran hacer el tránsito hacia la posguerra. ¿Por qué no sufriste los efectos del estrés postraumático?

En efecto hubo colegas que no lograron entender que la guerra había terminado, que ya no iba a suceder más acción, más adrenalina de combates, muchos decidieron irse a lugares donde había nuevos conflictos.

Ese fue el caso de Corina Dufka e Iván Manzano que se fueron a cubrir la guerra en Bosnia o rumbo a Sarajevo. Otros se quedan en el país y piensan que ya fue suficiente los 12 años de guerra en El Salvador y deciden hacerse a un lado en cuanto al tema de los conflictos y se quedan totalmente retirados y al margen de la situación. También hubo compañeros que sufrieron heridas durante la guerra y que no vuelven al medio.

En mi caso, pues me tocó cubrir parte del proceso de paz, lo cual me llenó de mucha alegría. Pensar que nuestro país, después de una guerra tan difícil, con muchas víctimas civiles, principalmente, llegara a su fin, sumado a la expectativa de lo que venía y de tantas cosas que podían aclararse, tantos desaparecidos, y aquella esperanza de que los familiares supieran del paradero de sus seres queridos tanto las víctimas del ejército como los de la ex guerrilla.

Y así es como continué haciendo mi trabajo sea cubriendo todo lo que viene después de la firma de los acuerdos de paz, pero también me incorporé a otras áreas como la cobertura de deportes o temas como medio ambiente, más la noticia del día a día e historias particularmente especiales que no se cubrían porque no había espacio para esos temas.

Autorretrato durante un patrullaje con tropas estadounidenses en un blindado durante la guerra en Iraq.

Gracias al fin de la guerra se empieza a abrir espacio para temas humanos, de reencuentros familiares entre padres que perdieron a sus hijos durante la guerra y luego estos aparecían adoptados en algún lugar del mundo sea Suecia, EE. UU. y tantos casos más identificados gracias a los esfuerzos del padre Jon Cortina mediante la Asociación Pro Búsqueda.

Es decir, prácticamente yo me reincorporo al oficio y trato de seguir vivo dentro de la agencia. Así es como poco a poco voy ganando más experiencia y empiezo a irme a otros lugares alrededor del mundo.

Cuando miras hacia atrás, ¿crees que sobrevivir la guerra de tu país natal fue determinante o te dio cierta ventaja para desempeñarte bien en tu primera cobertura internacional?

Mi primera cobertura de esa naturaleza fue Irak. Y sí, efectivamente, crecer en un país en un conflicto te genera muchas cosas a futuro. Para mí la guerra de El Salvador, que fue la base para que yo pudiera hacer esas coberturas posteriores, me sirvió muchísimo porque sabía cómo moverme en el terreno. Es impresionante la cantidad de conocimientos que uno va adquiriendo porque uno incluso aprende a identificar el calibre de las balas cuando están sonando y uno distingue si es un combate o disparos al aire. Inclusive, si te están disparando a ti en el terreno.

Cuando de niño veía televisión y recuerdo las caricaturas o las películas de vaqueros, me divertía el zumbido o el respingo de las balas; pero nunca lo había vivido tan real como me tocó vivir en El Salvador.

En mi primera experiencia en fuego cruzado pensé en ese recuerdo: ah, entonces las balas en verdad zumban y silban cuando pasan a tu lado; pero, también de acuerdo con la distancia que te estén pasando, el sonido del silbido es diferente, entre más cerca, pues… jajaja…

También con el calibre de los rifles que se estén usando uno aprende cuando es un ametrallamiento o un enfrentamiento entre dos grupos. Así que la guerra en El Salvador fue una gran experiencia porque aprendí a distinguir la naturaleza de los conflictos, aparte de que uno va adquiriendo nuevas aptitudes. En Irak, en Afganistán o Palestina e Israel porque se utiliza armamento distinto.

En Irak, por ejemplo, me tocó andar dentro de un tanque Abrams y tuve esa experiencia de saber qué sienten los soldados cuando van allí en los vehículos blindados y son emboscados. O los bombardeos mismos en la franja de Gaza o los territorios palestinos y ver esa destrucción que dejó ese bombardeo al campamento de refugiados palestinos en Jenín en 2002.

Es algo verdaderamente impresionante ver cómo el ser humano tiene corazón y la capacidad de crear tanto daño material y humano. En Jenín fue una pérdida considerable de vidas debido a dichos ataques.

Patrullaje con tropas estadounidenses y afganas durante la guerra en Afganistán.

¿Esa fue una de las primeras coberturas internacionales?

Una de las primeras coberturas que hice fuera de la región en otro continente fue en los territorios palestinos e Israel durante la Intifada en 2002 en los territorios ocupados con la ofensiva israelí. Justamente uno de los temas que registré fue la toma de la iglesia de la Natividad por parte de los palestinos cuando el ejército israelita invadió la ciudad de Belén. Estuve afuera de la iglesia en el perímetro que nos permitían cubrir porque los soldados israelitas no nos permitían acercarnos a la puerta. Y ahí estuvimos todos los días durante muchas horas cubriendo los enfrentamientos porque el ejército siempre estuvo intentando aniquilar a los palestinos que estaban apostados en las ventanas o en el campanario. Luego fue la oportunidad de viajar a Irak.

¿Cómo haces el ejercicio mental para organizar una cobertura y que, al final de toda aquella complejidad, logres describirla fotográficamente para que sea comprensible en cualquier lugar del mundo?

Primero hay que recabar información. Si te avisan previamente o con cierta anticipación de una misión en un conflicto. Por ejemplo, cuando fui a Medio Oriente, me preocupé por leer acerca de su cultura, sus hábitos y reglas porque hay un choque cultural muy grande entre nuestro continente y el de ellos. Las costumbres son muy distintas y hay muchas que consideramos normales y que nosotros pensamos son buenas; pero, allá en algunos casos, son ofensas penadas hasta con la muerte.

De manera que parte importante de ir a enfrentar ese reto es cómo recabar información, organizarse, planificar la cobertura sabiendo qué es lo que se va a hacer y luego cómo te vas a desenvolver estando ya en el lugar de los hechos.

Cuando fui por primera vez a Israel y aterricé en Tel Aviv y veo el aeropuerto militarizado y al salir el paisaje era trinchera tras trinchera en toda la carretera hacia Jerusalén, incluso con tanques… Realmente me impresionó porque entendí que era un conflicto de gran escala por el despliegue de armas que ves. Eso te hace aterrizar un poco y a la vez pensar en que debes ser más responsable porque las cosas van subiendo de tono y de nivel y hay que ser más cuidadoso con respecto a eso.

Estatuas de Saddam Hussein en uno de los palacios ocupados por tropas estadounidenses.

Pero ¿cómo resumes esa realidad compleja en unos pocos cuadros?

La manera de cómo contar la historia, pues si bien es cierto que el espacio geográfico cambia, uno tiene una visión distinta cuando es uno ajeno a ese país.

Para nosotros como salvadoreños es normal ver a la señora que anda vendiendo tortillas o con el canasto de frutas ofreciéndolo en la calle y muchas veces lo pasamos desapercibido porque eso lo ves todos los días. O el que va en la bicicleta con las bolsas cargadas de pan para nosotros eso es normal.

Ahora, de repente llego a una cultura árabe donde las mujeres usan su velo o visten con burka, o los hombres no pueden cruzar el pie porque es una ofensa enseñarle la suela de los zapatos o las sandalias a la persona con quien están hablando. Todo ese tipo de cosas me parecen distintas. Veo la realidad con ojos distintos a los ojos con que miran los fotógrafos palestinos o israelíes, de modo que empiezo a ver cosas nuevas. Es parte de la idea con que la agencia France Presse rota a su personal porque considera que después de cierto tiempo el ojo se cansa y todo lo ve normal. De repente viene un extranjero y hace la foto del panadero, que describí antes, y dice: qué foto más bonita. La toma y la imagen es un boom en las redes o en los periódicos porque al público le pareció curiosa. Eso mismo nos pasa cuando vamos a otros continentes. Tratamos de contar la historia desde nuestra visión latinoamericana, pero retratando Medio Oriente, África o Europa.

¿Cómo dirime un fotoperiodista profesional la velocidad en las redes sociales? En conflictos internacionales, muchas imágenes llegan a las redes sociales antes que el trabajo de los periodistas, entonces, ¿Es una competencia que deben tomar necesariamente en cuenta o no?

Ese bombardeo de las redes es impresionante; la velocidad con las que la gente sube información de cualquier cosa sea accidente de tránsito, un reporte de tráfico o un golpe de estado es impresionante. Aunque creo que nuestra principal diferencia es la credibilidad, si bien las agencias y los medios vamos tratando de lograr más rapidez a la hora de subir la información.

Ahí tenemos el caso de que mucha gente distribuye imágenes que no son verdaderas o que no corresponden a la situación que se está viviendo. Lo vimos durante la erupción del volcán de Fuego en Guatemala cuando en primer lugar se distribuyeron unas imágenes impresionantes de la lava descendiendo, pero correspondían a un volcán en Hawái.

En la ciudad de Kandahar embarcando con tropas estadounidenses para ir al Valle de Arghandab.

En un principio, la gente piensa que las imágenes son reales y empiezan a retuitear sin saber que están equivocadas.

Eso es algo que marca la diferencia entre lo que es un medio responsable y una persona que a veces lo que hace simplemente es retuitear la información sin verificarla.

En México tuve una experiencia que ejemplifica lo que te estoy hablando. Hubo un accidente en una planta de petróleo de PEMEX en Veracruz con una explosión muy fuerte e impactante y en medio de toda esa emergencia empiezan a llegar fotos a la agencia. En una de ellas vemos que la explosión es demasiado espectacular y al verla con detalle observamos que aparece un vehículo que no es de los autos típicos en la región o mucho menos en México. Así empezamos a verificar y resulta que la foto correspondía a un bombardeo en Siria. Incluso el gobernador cayó y retuiteó la foto diciendo que “esto es de la planta de Pajaritos” y en realidad la foto era falsa. Ese es un buen ejemplo. Por eso te insisto que la única diferencia es la credibilidad que tiene los medios.

Justamente a raíz de todo ese boom en las redes y de la rapidez con que la gente sube información sin verificar ha aparecido de moda el tema de las fakenews. Varios medios están adoptando un sistema de verificación de la información para validar como verdadera o falsa.

Hubo maestros del fotoperiodismo moderno –como Frank Capra– que solían desintoxicarse del horror de la II Guerra Mundial cubriendo temas suaves antes de regresar a un ambiente hostil, en Indochina. En tu caso ¿es igual cubrir deporte, conflictos o vida diaria?

Sí, uno como fotógrafo busca liberarse o desintoxicarse de las coberturas duras. Cuando estuve en Costa Rica, descubrí que el país se presta mucho para temas ecológicos y durante cuatro años eso fue súper agradable porque iba a misiones fuera del continente, pero podría disfrutar de tanta naturaleza y fotografiar la fauna en su hábitat natural porque los animales están libres. Siempre me gusta hacer fotos de todo. En esos cuatro años cubrí por igual la Copa América, la Formula 1, elecciones presidenciales.

Las vueltas de la vida permitieron reencontrarnos en tu último lugar de trabajo, la oficina de la France Presse en Caracas, ¿extrañas la camaradería construida en México?

Se extraña mucho a los colegas sobretodo porque es una comunidad gigantesca de fotógrafos camarógrafos y redactores. Entonces vas a una conferencia y fácilmente hay 50 o 100 colegas con quienes vas compartiendo momentos de distensión, de largas esperas y durante los cuales se desarrollan amistades.

En Jerusalén en el año 2002 junto a un camello.

En Sudáfrica visitando una reserva de felinos.

Desde aquel encuentro, cuando tenías pocas semanas destacado en la capital venezolana, mucha agua corrió bajo el puente. ¿Qué lecciones te deja esta sociedad que tiene un aire más Caribe y ya no es la Venezuela de Chávez sino la de Maduro?

El trabajo acá requiere de mucho tacto y mucho cuidado y sobre todo de muchos principios éticos que aprendemos en las universidades y lo digo porque la situación misma se presta a muchos rumores, informaciones falsas que se generan en las redes y requiere que tengamos mucho cuidado para realizar nuestro trabajo de manera objetiva y balanceada para tratar de evitar ser blanco de ataques y, sin embargo, nadie está exento de que se le tilde de uno o de otro lado y también hay que recordar que existe una prensa activista que genera bastante problema a la hora que estamos trabajando en las calles.

Desde tu óptica has mostrado una Venezuela más allá de la polarización y las protestas. ¿Cómo describes la identidad de este pueblo que describes en tu trabajo?

Venezuela me parece que es una sociedad bastante diversa a pesar de que predomina la polarización entre la izquierda y la derecha.

La herencia que dejó el expresidente Chávez predomina hasta estas alturas y los vemos a diario en las calles en grandes murales, y en todo lo que se denomina Misión Vivienda y que son edificios que Chávez construyó para gente pobre.

Entonces es una sociedad bastante diversa y polarizada a la vez porque tiene casi 20 años desde que inició este proyecto y los hijos de estos chavistas han crecido bajo lo que ellos denominan la revolución y los hijos de la oposición han crecido entendiendo esas dos décadas como el lado opuesto. De manera que eso mantiene la sociedad bastante polarizada también.

Y por supuesto que Venezuela no es la misma del expresidente Chávez. Ya no tiene los recursos de antes y el desarrollo de la industria petrolera tampoco es el mismo, además del bloqueo impuesto por EE UU. El gobierno por supuesto enfrenta una situación bastante difícil, aunque la principal fue la crisis que se desarrolló en 2017, donde hizo falta hasta la harina para hacer las arepas.

Sin embargo, a estas alturas se puede constatar cómo ha cambiado Venezuela en el último año donde hay un boom de tiendas con productos importados donde hay básicamente de todo y lo que hace falta es la plata para comprarlos.

¿Cómo describirías esta sociedad en este escenario?

A Venezuela yo lo definiría como un pueblo trabajador que no se rinde y defiende sus ideales independientemente de cuál sea su ideología. Los venezolanos siempre han intentando salir adelante. Han tenido quizás dificultades grandes y decepciones grandes en cuanto a liderazgos y por eso es que cada uno se va dando cuenta de que el que no trabaja no come y poco a poco se han ido abriendo espacios y generando oportunidades propias. Y es admirable como la gente se preocupa por el día a día.

En una playa de la Franja de Gaza junto al mar Mediterráneo.

¿Cómo es la vida cotidiana de Yuri Cortez en el sentido del día a día, bebes un café, revisas la agenda; pero si escasea los alimentos o la energía eléctrica?

Podríamos decir que ahora es relativamente relajado. En meses anteriores, sobre todo cuando la crisis era muy intensa porque se hablaba hasta de una posible intervención militar por parte de EE. UU. y eso nos mantenía con un estrés bastante alto.

Yo me despierto a eso de las 5:30 de la mañana, me preparo mi primer café de la mañana y me voy a la oficina. Pero si no hay nada preestablecido en la agenda me dedico a rastrear la información con mis contactos, en las redes sociales, entre las fuentes oficiales o también de la oposición.

Durante las reuniones con la redacción organizamos coberturas de historias en áreas como educación, economía, salud, medio ambiente con la idea de abarcar la más amplia gama de temas porque ahora ya no tenemos tanta dificultad con el abastecimiento de combustible sin que el costo sea tan alto como fue durante la crisis.

De tu generación eres el periodista que más desarraigo tiene de tu país natal. ¿Cómo ves El Salvador en la distancia con todos los cambios que tuvo el viejo escenario político?

En realidad es triste ver que las causas que generaron un conflicto décadas atrás siguen presentes. Da tristeza ver que la corrupción sigue siendo un problema que predomina y que ha predominado en los gobiernos de cualquier color que ha gobernado. Lastimosamente el tema de la corrupción es un mal de muchos gobiernos en Latinoamérica y no veo una solución ni personas que realmente quieran trabajar por la población.

¿Cómo retratarías ese país de tus memorias?

Principalmente me gustaría retratar las cosas de las que poco se habla y tantos lugares bonitos y bellezas naturales que tiene El Salvador, su gente, sus campesinos, sus cortadores de café y tantas cosas que hemos dejado de lado porque localmente se considera que no son noticia; pero cuando uno los ve de afuera uno considera que vale la pena mostrar.

Durante más de una década de guerra que pasamos se retrató abundantemente los problemas sociales. Lastimosamente muchos de esos siguen vigentes. Por eso creo que se necesita trabajar y desarrollar proyectos de educación que permitan combatir el flagelo que tiene el país y que todos conocemos.

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