Opinión

Ilustración: Luis Galdámez

La importancia de la correspondencia

Carlos Decker-Molina *

Septiembre 9, 2022

Desde la aparición de la computadora o el ordenador la tradición de escribir cartas en papel, meterlas en un sobre, comprar estampillas y dejarlas en algún buzón de correo ha desaparecido. 

Ya no hay más cartas como las de Jane Austen que le escribía a su sobrina Cassandra en horizontal y vertical en la misma hoja, produciendo un dolor de cabeza al leer; era una forma de transmitir el suyo. O el récord mundial de la carta más breve escrita por Víctor Hugo, preocupado por las ventas de Los Miserables, escribió a su editor: “?”. La respuesta fue igualmente simbólica anunciando de que las ventas iban bien: “!”.
No hay más cartas como las de Séneca llenas de sabiduría.

Esa muerte no sólo afectó a la comunicación epistolar entre miembros de una familia, sino entre amigos, colegas, amantes y en el caso que quiero comentar: entre intelectuales que debatían o enriquecían el discurso político ideológico que hoy tiene presencia en los medios sociales; pero es un vaso comunicante muy peligroso porque se filtran los ineptos e ignorantes de las teorías que se intentan discutir con calidad académica.

Lo que abunda en la red es el facilismo, el insulto, la diatriba, incluso la amenaza y los monólogos respondidos por otros similares.

Hoy quiero escribir sobre la importancia que tuvo el género epistolar en el debate político de Bolivia. Las cartas entre ideólogos, pensadores o teóricos debiera recolectarse siguiendo el ejemplo de Cecilia Salazar de la Torre.

No sé si mi padre tuvo amistad, pero les tenía un gran respeto a Tristán Marof, Eduardo Arze Loureiro y otros de esa época. Alguna vez me dijo con referencia a los discípulos de esos trotskistas: “Si quieres discutir con un trotskista prepárate muy bien, son brillantes”.

En la época de universitario he tenido amigos y camaradas estalinistas, maoístas, foquistas y, desde luego, trotskistas. Y, ciertamente, éstos últimos tenían una escuela ideológica muy bien cultivada, no repetían consignas, eran analíticos y si usaban una cita era como sostén de una afirmación y no médula del discurso.

El libro

Por esas casualidades indescriptibles me llegó un libro de cartas entre dos trotskistas. Me lo entregó en mano propia el hijo de uno de ellos por encargo de su hermana, que es la editora del volumen. 

A Cecilia Salazar, la editora del libro, no la conozco personalmente; pero nos une el amor a los libros, la política y ese mundo social que suele ocultarse en la cortina de humo de la economía.

El libro es una joya de la historia política boliviana, son cartas que se escribieron Carlos Salazar Mostajo y Eduardo Arze Loureiro entre 1950 y 1989, año en que se derrumbó el muro de Berlín y se llevó a cabo el sepelio del real comunismo soviético.

Cuando se leen esas cartas da la impresión, en algunos casos, que están hablando de la actualidad, a pesar de los procesos de cambio del 52 y del año 2005.
“ … la diversificación no pudo ser, porque pretendía desengranar al país de la división mundial del trabajo –que fija la producción como el mercado– Y la estabilización no puede ser, porque lo proponen como fundamento la congelación de remuneraciones…”.  

Líneas más abajo Carlos Salazar se refiere a la repercusión política: “ …esto se traduce en la dispersión indomestiza, en el reforzamiento de los pardos y, hecho positivo, en movimientos cada vez más vastos de la base, que ven cada día más claro”.

De la cita anterior, extraigo la palabra indomestiza (la he usado siempre) que no es otra cosa que es ser más cercano al indígena, pero, transculturizado por razones de trabajo en los servicios y, sobre todo, en el comercio. Es decir, se refiere al sincretismo cultural que se vuelve una expresión identitaria de una gran parte de la sociedad boliviana.
Sí, me refiero a ese cholo que no es un indígena originario y tampoco es el mestizo producto de la pretendida mezcla “razas”.

La Warisata

Otro tema interesante que surge en el libro de cartas es la educación como instrumento liberador.  

Carlos Salazar Mostajo es uno de los maestros de Warisata, una escuela ayllu que fundó Elizardo Pérez. Y un devoto de la educación, calificado ideólogo de las escuelas indigenales.

Warisata ha sido la primera escuela que propendió el bilingüismo, en el caso concreto aimara-castellano. ¿Cuánto se ha avanzado en ese campo?

El experimento de Warisata es de 1930. Han pasado 92 años y no sé cómo ha sido el avance, a pesar de mi ignorancia, presiento que no muy bueno.

Cito dos temas casi a vuelo de pájaro. Las cartas de Salazar y Arze son un esfuerzo por rescatar el pensamiento marxista de su prisión economicista. Es, además, una crítica al esquematismo de los partidos comunistas dominados por el pensamiento estalinista.
Claro, ambos son trotskistas y obviamente antiestalinistas; sus argumentos tienen mucho peso porque, incluso hoy, hay resabios estalinistas que se expresan en el autoritarismo y el economicismo.

No tengo los instrumentos sociológicos, pero, mi intuición y años de lector me hace pensar que la Correspondencia 1950-1989 entre Carlos Salazar Mostajo y Eduardo Arze Loureiro es un libro imprescindible para el debate ideológico de hoy, reducido al enfrentamiento entre fuerzas positivas y negativas que según sus ideólogos son mucho más abarcadoras que la lucha de clases. 

Al final del libro hay un apéndice con varios textos; sin duda todos tiene su valor. Hay uno que resulta ser mi preferido, es el Manifiesto N°. 1 del Grupo Don Quijote. 

Está escrito en 1949 y la parte que me llena de solaz es:
“Nos une el común hecho de no tener cabida en la poesía conservadora, ni en la de vanguardia; lo que implica la mutua aversión entre nosotros y los órganos que difunde el arte y la literatura: periódicos, revistas, salones y teatros. Carecemos de público y preferimos tener el menor número posible de lectores, espectadores u oyentes; lo que disminuye el riesgo de anegar nuestra aptitud en los mares de la popularidad barata. No creemos en el aplauso público, o al menos sabemos de su deleznable calidad, en todo caso preferimos su ludibrio”.
Pero… ¿qué es ludibrio?  Es escarnio, burla cruel, cuya finalidad es humillar o despreciar a alguien.

¡Cómo no deleitarse con ese párrafo! Todo el manifiesto merece un ensayo. Lo leo con ojos bakunianos. Es una pieza que debiera estudiarse en los cursos de escritura creativa.
El libro editado por Cecilia Salazar de la Torre es una joya por dos razones: Porque enseña a debatir ideológicamente y porque tiene un lenguaje literario que se ajusta perfectamente al género epistolar. Y un bonus: su homenaje a la escritura de cartas.

* Periodista boliviano radicado en Suecia.

Desde tiempos de la colonia española hasta el presente, los salvadoreños han sido condenados a la marginación social y la pobreza sobre la base de los sucesivos modelos de económicos que han privilegiado a sectores de poder.

Letras

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Atardecer_intervención_Luis Galdámez

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