Letras

Ilustración: Luis Galdámez

Pedro Alfonso Morales

(Telica, Nicaragua, 1960). Poeta, escritor, compositor y profesor de Lengua y Literatura. Cursó primaria en la escuela de Paso de Lajas, Telica, y en la John F. Kennedy, León. Bachiller del Instituto Nacional de Occidente (INO), Benito Mauricio Lacayo, León.  Cursó Lengua y Literatura, Derecho y Maestría en Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAN-León. En febrero de 2020 obtiene el Premio Nacional de Novela Corta Chuno Blandón con La mujer que se llamaba pájaro, publicada en febrero de 2021.

Octubre 7, 2022

Vení, María

Desde hace ocho años mi oficio es leer y escribir: dejé pizarra, crayón, y pupitres. 

No al estudiante.

Mi profesión es en la lectura del libro: las palabras son artefactos de creatividades.

Mi campo son los libros: la letra, la palabra, la oración, el párrafo, el texto, el discurso: vení, María, le dije, pero Amalia se ríe de José Mármol. El autor se ríe de Manuel Rosas.

 

Nadie cree en mi trabajo: sin oficio ni beneficio me ven, poeta.

Sonríen, y me ven desempleado sin garlopa sin martillos ni clavos.

María me gusta mucho y la amé: linda su gran trenza y cola.  Hace rato su examen aprendí sin preguntas en un cuento.

 

Allí, los paratextos: titulogía, marca, prefacio, perfecit: el íncipit muestra la novela, su vida: el tono del narrador y su discurso; cronotopo, lenguaje, deixis textual, social; la casa, la familia, la mesa, la colina; el caballo es Doña Bárbara, La vorágine, Don Segundo Sombra.

María viene pastoril y romántica: desde la Arcadia, la Menina y Moza, Diana. Bécquer junta río y grama, color y árbol, murmullo y brisa: el loco ameno se fabrica en el Cauca con María y Efraím que se vino pajito desde la escuela.

 

Vení, María, le dije, y me vio como si yo me llamara Efraím.

Telica, 29 de enero de 2020

El padre es como un libro

A Timoteo Morales Caballeros: 30 años de partida.

¡Todos tenemos un dios adentro! 

 

Aquí nos aguardan las palabras con vida: 

el montón de palabras con recuerdos vivos se vienen encaramando 

en uno hasta resucitarlo. 

Yo no sé si fui Pablo o tal vez no como decías que me parecía a tu padre. 

Después de tantos años vividos no toco lo ajeno ni hago bromas como dijiste. 

Siempre te vi feliz cuando yo leía libros que nunca leíste. 

Como si al aprender a leer, vos también aprendías y sabias. 

Tantas veces me hiciste leer el mismo libro: «El Sembrador» que me sembró libro
y vida desde la infancia, porque vos que no sabías leer, me enseñaste a leer con este libro. 

A una tía se lo leí y a otra y a otra y a tantas vecinas: a un tío y a otro y al amigo
que tampoco no sabía qué era leer. Incluso, de tanto leer, los pájaros se asomaban a escuchar.

Ibas detrás de los bueyes, del surco y el arado, y la tierra regalaba maíz y trigo. Aquellos morrales de comida con café que te llevaba a la huerta en tus labores. 

Tu alegría por mi bachillerato, tan grande, casi como una maestría del entusiasmo. 

Vinieron las palabras con canciones y tus tragos de amaneceres y risas tempranas. 

Tu viaje a Las Marías: tu regreso triste y tus días de cama y la vida se tronchaba. 

El 2 de enero de 1991 pasó el avión con parlantes: anuncia fe el pastor aviador.

¡Pero todos tenemos vivo un dios adentro!

En la noche te fuiste y te despediste vida con el abrazo tibio que te di con amor.
Todos tenemos ese dios adentro y con los años de vida me llevás a tu templo. 

 

Telica, 2 de enero de 2021

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