Opinión

Ilustración: Luis Galdámez

El día que las calles nos pertenecen

El sábado 24 de junio marcharemos por el orgullo LGBTIQ+, un espacio necesario para exigir leyes y herramientas que nos protejan como ciudadanos. Es uno de los espacios para alzar nuestra voz y hacernos escuchar.

Eduardo Rogel *

Junio 16, 2023

Tenía solo siete años cuando vi por primera vez, en medio del tráfico que ocasionaba, mi primera marcha del orgullo LGBTIQ+. A pesar de que no entendía mucho lo que estaba pasando, algo en ella se sentía peculiarmente familiar. Sin embargo, todo el evento ocasionaba en mí cierto rechazo y confusión. ¿Por qué iban en tacones, con plumas y brillantina en sus vestuarios? ¿Cuál era la necesidad de exhibir sus cuerpos con tanta libertad? ¿Era realmente necesario hacer todo ese desorden por un grupo de personas “disfrazadas y desordenadas”? De alguna u otra forma, esta marcha se sentía incómoda.

Un año después de este suceso, escuché como mis compañeros del colegio me decían “maricón” por primera vez. No entendía con claridad lo que significaba, pero definitivamente no se sentía cómo un halago. Algo en esa palabra me hacía sentir nervioso y dañado. Y a medida iba pasando el tiempo, cada vez era más común escucharla. De una u otra forma, había terminado en el mismo grupo de aquellos a los que un año antes veía con cierta incomodidad.

Durante muchos años, y antes de asistir formalmente a mi primera marcha en 2016, ocurrieron muchos sucesos que marcaron mi vida como persona LGBTIQ+. Y para bien o para mal, moldearon mi postura como activista en la actualidad. Dejé de sentirme como un intruso y poco a poco la marcha se convirtió en un lugar donde pertenecía. Ya no era incómoda, sino necesaria.

Desde 1997 se desarrolla de forma oficial la marcha LGBTIQ+ en El Salvador, donde en su momento asistieron un promedio de 400 personas. Veinticinco años más tarde, somos más de 22,000 asistentes que creen en un país más diverso e inclusivo. Podemos ver cómo en la región, y con la presencia de las nuevas generaciones, la cultura en pro de la diversidad y la tolerancia ha evolucionado. Y aunque hay que reconocer estas victorias en nuestra historia, sabemos que aún no estamos ni a medio camino de cumplir nuestras metas como población.

La cultura del país puede cambiar, pero esto no es suficiente para sentir que nuestras existencias son válidas y respetadas. Si bien nuestra marcha es una celebración de nuestras existencias, también es una revolución política y social. Es un espacio para exigir leyes y herramientas que nos protejan como ciudadanos. Es el espacio para alzar nuestra voz y hacernos escuchar.

La marcha no puede desaparecer porque en nuestro país los crímenes de odio por la orientación sexual, identidad de género o expresión de una persona siguen ocurriendo y quedando impunes. La marcha sigue siendo necesaria porque en nuestro país, como en otros de la región, la Ley de Identidad de Género sigue siendo rechazada, dejando vulnerable a la población trans. La marcha seguirá existiendo porque ser LGBTIQ+ en El Salvador no es ilegal como en otros países del mundo, pero esto no significa que sea seguro. No pedimos ser tratados de forma especial. Pedimos contar con los mismos derechos y accesos del resto de la población.

La marcha no puede desaparecer porque en nuestro país los crímenes de odio por la orientación sexual, identidad de género o expresión de una persona siguen ocurriendo y quedando impunes.

Hoy en día, entiendo que la marcha es y será incómoda. Porque la opresión y discriminación no es una situación que nos haga sentir tranquilos, y por lo tanto, nuestra respuesta va a generar malestar. Sabemos de dónde venimos y recordamos a todos aquellos que perdieron sus voces, sus sueños y sus vidas a la mitad de nuestra lucha. Pero también sabemos hacia dónde vamos y por qué aún no podemos parar. Porque soñar con un país inclusivo, así como vivir nuestras existencias de forma auténtica, no debería ser ningún crimen.

Cada año marchamos por aquellos que no pueden ir con nosotros a las calles por miedo a ser despedidos, rechazados por sus familias o sufrir algún tipo de acoso y violencia luego de la marcha. Marchamos por aquellos que, como yo en su momento, piensan que todo esto es innecesario y exagerado. Que creen que la marcha no los representa, pero que también son víctimas de la discriminación y la heteronormatividad internalizada. Este 24 de junio, marchamos porque nuestras identidades, luchas y derechos deben ser respetados y escuchados.

La marcha nos hace sentir visibilizados. Nos reúne con una familia que no sabíamos que teníamos. Una familia que muchas veces reemplaza a aquella que nos echó de nuestros hogares por ser nosotros mismos. Nos da un lugar donde podemos estar seguros y ser auténticos. Donde agarrar la mano de nuestra pareja no es un crimen. Y por tan solo un día en el año, sentimos que la calle nos pertenece. Por eso sigue siendo necesario salir a marchar. No dejaremos de tomarnos las calles, los días que sean necesarios, hasta que nuestras existencias sean respetadas.

* Comunicador Social especializado en marketing digital. También trabaja como activista de la población LGBTIQ+ con la página de Instagram “Let’s Talk About” (@letstalkaboutsv).

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