Letras

Ilustración: Luis Galdámez

Yuleisy Cruz Lezcano

Escritora residente en Italia, nació en Cuba. Consiguió la laurea en biología y licenciatura en enfermería y obstetricia en Italia. Ha publicado 16  libros de poesías y uno de narrativa. El último libro de relatos breves y poesía titulado “L’infanzia dell’erba” salió al público en diciembre de 2021.

Noviembre 4, 2022

Retorno

No sé quién soy.  Soy algo de eso que llaman humano o una hormiga que tiene como techo montones de basura, donde llegan los chavales a hurgar, junto con otros monstruos, pequeños como yo, que se van con los bolsillos llenos de huesos, mientras otras hormigas parecidas a mí recogen un poco de tela vieja para la muñeca que pierde el aserrín. Una grúa no deja de escarbar, revuelve y revuelve todo para amontonar la basura  y hacer  espacio para otra. La tierra perlada de moscas, dinamitada de plástico, llora siniestramente fracasada en el polvo de una ciudad de lata que no deja ver los ladrillos. Esta ciudad engañadora es como una desolada pústula sobre las heridas de la tierra seca, que no testimonia la pena de las flores de sangre que se marchitan deshojándose en el viento. Los últimos árboles lloran una vieja vida sonriendo mentirosos, sus labios abiertos por desamoradas angustias esconden con silencio reventado de postillas tibias, la aterradora inanidad de nuestra razón de ser “humanos” tan poco humanos. 

Miro lo que hemos hecho de la tierra, sobre este más que frágil espesor de criaturas extintas que sobrepasan de manera humillante el porvenir triste donde serán solo leña seca para los volcanes. Los cauces desnudos ya no arrastran las manchas maduras del sol, ya no queda más que del río un tibio hervor, esqueletos marchitos de peces picoteados por buitres, seca de sueños y despertar insensato.

El silencio del poeta

En Cuba

si los poetas pudieran hablar

con la fiesta y el luto que hay en ellos

la estrella de la bandera

gritaría en su destello

“Abajo la dictadura”.

Los poetas encierran la lengua

en una jaula dura

para evitar el camino al matadero.

Bien se sabe que quién habla primero

pierde más que la voz.

El mundo no progresa 

si la poesía no es portavoz

de la muerte que saca a unos

y mete otros.

Quién paga los platos rotos

es siempre quién habla primero

al menos que no tenga dinero

para pagar quién escucha.

La palabra es lucha

cuando nadie sabe curar el silencio.

El poeta piensa:

“Es mejor que no diga

lo que pienso”

y con grandes ojos abiertos

está muriendo despierto

sobre la tumba de la palabra.

Recuerdos

Este día está pasando

por el barrio

en que vivía

mis ojos ya no tienen casa donde estar,

llevo algo escondido en el bolsillo

dentro de un cartucho amarillo

suena una llave antigua

abre una isla de cicatrices,

una isla de migajas.

Navego con un poco de agua

en una tinaja,

me deja con hambre y sin fuerzas

para lanzar el absurdo

sobre otras aguas.

Yo nací en esa isla que viaja

en su miseria marítima,

empujando a la deriva perfecta

la supervivencia de quién aún le queda

un mar por atravesar. 

Regreso ahora sin pensar

con una jarra llena de espuma de cerveza,

con otra Cuba en la cabeza,

la Cuba de quién la vive como turista

con lo que queda bien en vista

para poderlo comprar.

La vida queda allá

Flota el tiempo 

adentro del viejo tren lechero, 

raíles viejos cincuenta años, 

el viaje parece un caso único

y desesperado. 

Lento paisaje, lenta ventanilla, 

va más veloz una lombriz

adentro de las patas de un pájaro.

Pero la vida queda allá,

en la estación de llegada,

tierra después de un naufragio, 

cruces que cortan ciudades

tocadas del sol.

La vida queda allá

en el amor lejano, 

en el viaje que hago con los ojos,

perdida en la mirada 

de los árboles que sueñan

la distancia lenta 

de mis ojos inmensos perdidos 

en el respiro lento del paisaje. 

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