Entrevista

Durante una presentación, en pantalla, Los cautiverios de la mujer 2, de Sara Bulogne, y Atada 2, de Teyo Orellana.

Jóvenes artistas emergentes: ¿desconectados de la realidad?

Texto: Raquel Kanorroel*
Fotografías: Teyo Orellana

Mayo 3, 2024

El pasado martes 23 de abril, en la Pinacoteca de la UES, Mario Castrillo, actual gestor cultural de dicha universidad, además de crítico, escritor y curador de artes plásticas, presentó su más reciente obra, Arte de contenido social en El Salvador, en la cual presenta una interesante aproximación a la historia y la actualidad nacionales a través de las creaciones de 73 artistas salvadoreños en las ramas de pintura, escultura, fotografía, performance y arte matérico.  

Como su nombre lo indica, el libro expone obras que reflejan la realidad salvadoreña desde los ángulos histórico, socioeconómico, político, cultural y ecológico.

 Las obras que podemos apreciar en el libro, aunque técnicamente bien ejecutadas, no son «bonitas», y no lo son ni pueden serlo porque, al enfocarse en nuestra realidad, necesariamente se vuelven cuestionadoras, denunciantes y algunas veces hasta chocantes… Pero precisamente en eso radica su calidad estética. 

La Obra dedicada a Julio Castillo Olla, caído en una operación militar en 1979. La ilustración es un cuadro de Martivón Galindo titulado Esos fueron los días.

¿Considera que las nuevas generaciones de artistas están creando obras de contenido social en forma significativa?

«Las nuevas generaciones no profundizan en esas temáticas, las abordan muy poco. Sólo los artistas de 40 años en adelante, tanto hombres como mujeres lo hacen. Las mujeres trabajan bastante las instalaciones, el arte matérico y, especialmente, el performance. Se están moviendo bastante dentro del arte posmoderno. Les dan vida nueva a objetos cotidianos, los sacan de su contexto y los colocan en otro: los resignifican, sobre todo en la visión de género».

¿Se deberá este distanciamiento del tema social a la autocensura generada por el régimen de excepción o será simplemente por apatía? 

«No creo que se debe al régimen de excepción porque, por ejemplo, Renacho Melgar, un artista relativamente joven, hizo críticas bastante duras al gobierno actual, incluso con la figura gráfica del presidente. Los artistas jóvenes emergentes no están abordando la problemática nacional porque la conciencia social se ha ido perdiendo, y ese es un problema que arranca de la misma formación que recibimos en los hogares y en el sistema educativo, al que sostengo que hay que cambiar de raíz».

En relación al estudiantado universitario, Castrillo considera que es muy diferente al que hubo décadas atrás, incluyendo a los estudiantes de secundaria que, en el pasado, estaban organizados y salían a la calle a exigir, a denunciar, a protestar, y nos cuenta cómo en los años 70, en colegios como El Sagrado Corazón o el Externado de San José —a los que asistían jóvenes provenientes de familias económicamente acomodadas— era obligatorio para los alumnos ir a las comunidades a realizar trabajo social con el objeto de generar conciencia. 

«Si cobraban conciencia o no era otra cosa, porque podían tener contrapesos en su entorno familiar; pues muchas de esas familias acomodadas, cuando el hijo salía de bachiller, lo mandaban a estudiar al extranjero, poniendo así miles de kilómetros de por medio con esa realidad que aquel fue a conocer a las barriadas. Pero una buena cantidad cobró conciencia y se organizó desde la secundaria».

«Lo subjetivo, la imaginación y la fantasía del artista es lo que le da a la obra de arte una calidad determinada».

Entonces, a las escuelas de artes (especialmente a la de la UES), ¿qué les recomendaría hacer ahora para incentivar en los jóvenes artistas emergentes el sentido de lo social?

«Estudié en la Facultad de Artes de la Universidad Rodrigo Facio en Costa Rica. Ahí era obligatorio, durante toda la carrera, leer dos libros al año, de carácter artístico y social. Al final del semestre, uno tenía que presentar un trabajo sobre lo leído. Pero aquí ni los profesores leen: se gradúan y ya no estudian más, cuando uno tiene que pasar leyendo y estudiando permanentemente. 

Los profesores jóvenes no producen. ¿Cómo van a enseñar nuevas técnicas si no producen, si no las manejan en la práctica?
Mario Castrillo.

»Le contaré una anécdota. Yo era muy amigo de Camilo Minero. Fui a visitarlo a su casa y me recibió la hija. Él estaba pintando en su estudio, pero ella me permitió pasar. Llegué calladito para no interrumpirlo y lo vi con un gran revoltijo de cosas: tenía un lienzo en blanco y mezclaba varios materiales para luego dar pinceladas y probar las mezclas que había preparado. Le pregunté entonces qué hacía y contestó “Estoy investigando nuevas técnicas”. Ya Camilo tenía 70 años. Me dijo: “Es que uno nunca termina de aprender”. Gran enseñanza. 

»A veces les caigo mal a los profesores, pero siempre se los digo y no me apena repetirlo: que la mayoría de ellos no expone. El único que exponía todos los años era Pedro Acosta García, un hombre ya mayor. Pero los profesores jóvenes no producen. ¿Cómo van a enseñar nuevas técnicas si no producen, si no las manejan en la práctica? Se quedaron a repetir lo que aprendieron hace 20 años. 

¿Qué le parece la inteligencia artificial aplicada a las artes?

«Es bastante polémico, como cuando surgió el aerógrafo: hubo por un lado aceptación y, por el otro, rechazo, porque el aerógrafo requiere de cierto conocimiento técnico. Y es que el arte requiere del aprendizaje de una técnica. Salvador Dalí, para hacer esas deformaciones que aparecen en sus pinturas, tuvo que pasar por todos los rigores del clasicismo. Picasso igual. Si no, no hubieran podido deconstruir a su manera».

Como dijo Picasso, hay que aprender a componer primero para poder descomponer después. Pero ahora medio mundo quiere saltar a descomponer primero…

«Hay muchos artistas jóvenes que se dedican al arte abstracto que no saben dibujar. Entonces pasan manchas allí y aquí, pero no se trata de eso: en el arte abstracto hay que tener conocimientos de composición para crear una obra armónica, balanceada, aunque no tenga figuras. Si el artista no maneja conceptos de composición, esa obra se viene al suelo».

«La mayoría de los jóvenes artistas ha cursado bachillerato, pero ahí la educación es deficiente». Mario Castrillo.

Insisto con el tema de la inteligencia artificial, porque vino para quedarse. Algunos dicen que como herramienta artística es una gran cosa, pero otros la consideran una amenaza. Sin embargo, comparto la posición del profesor español de literatura Jesús González Maestro, quien afirma que la inteligencia artificial jamás pasará de producir obras kitsch, que lo auténticamente creativo seguirá siendo patrimonio exclusivo del talento humano, de modo que ahora sabremos quién es realmente creativo y quién no…

«Siempre diferencio entre, por ejemplo, pintores y artistas. Un pintor puede ser un buen copista, pero artista es quien conquista un estilo propio: usted no tiene que acercarse a leer la fichita del cuadro expuesto para saber de quién es, sino que de lejos lo reconoce. Artista es entonces aquella persona que ha logrado, en base a trabajo y a experimentación, un estilo propio. Los demás son practicantes de un oficio. Y eso lo podemos aplicar respecto a la inteligencia artificial: alguien puede quedarse sólo usando las aplicaciones tecnológicas; pero un artista podrá manejar esos instrumentos y, a través de ellos, crear un estilo que lo caracterice», concluyó.

​​* Periodista, escritora, pintora y dibujante. Autora del libro Raíces sumergidas, alas desplegadas (2014). Mención honorífica en el III Concurso Internacional de Microrrelatos Jorge Juan y Santacilia, con sede en Novelda, España (2016).

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