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Rafael Varela

“Cada artista vive su calvario y yo he vivido el mío porque quise vivirlo”.

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“La historia misma te coloca en el lugar que te corresponde”.

Mauricio
Mejía

Foto: Luis Galdámez

Rafael Varela:
“Detrás de una buena pintura siempre deberá haber un buen dibujo”

Rafael Varela es un reconocido artista plástico salvadoreño que se destaca por sus trabajos con la técnica del realismo, pero también ha explorado en muchas de sus obras el surrealismo. Comenta su visión del desarrollo de la plástica en El Salvador y su responsabilidad frente al arte, la sociedad y la cultura.

Luis Galdámez *

Junio 2, 2023

Hijo del pintor Ángel Varela, Rafael nació en Santa Ana, en 1955. Con la influencia de su padre, desde pequeño tuvo un acercamiento a las artes plásticas. En sus obras se destaca la técnica del realismo, con la que retrata lo cotidiano, pero, en una curiosa combinación, también encontramos en su obra escenas de surrealismo y, ahora, proyecta incursionar en el arte abstracto.

Reconocido como uno de los maestros de América Latina, ha participado en exposiciones colectivas e individuales en Costa Rica, El Salvador, República Dominicana, España, Roma, y Estados Unidos. En esta entrevista comparte sus inicios y cómo se acercó a la realidad cotidiana, a la gente y a la pobreza para poder darles significado a través del arte de una manera sincera y trascendente.

¿Cómo nació esa inclinación por el realismo a través del dibujo, primero, y luego con la pintura?

Comencé a tener conocimiento sobre el arte, la pintura y el dibujo, especialmente en mis primeros años, a través de mi papá, ¡definitivamente!

Me dediqué al dibujo porque miraba dibujar a mi papá. Desde pequeño, recuerdo que él me cargaba, así es que mi papá ha sido la influencia más grande en mi vida, mi mejor maestro, a pesar de que he visto y me he enterado de otros artistas a través de la historia. Creo que la enseñanza, la impresión y la inspiración que me dejó desde pequeño no se puede igualar.

Él trabajaba durante varios días fuera de casa y teníamos un trato: que yo debía tenerle un dibujo por cada día que él estuviera ausente. ¡Yo, un niño tan pequeño comprometiéndome a esos niveles! Era un niño súper responsable y quería cumplirle a mi papá. A los 15 días que él llegaba, yo tenía unos 15 dibujos. Para mí era una felicidad enorme ese comportamiento y ese nivel de responsabilidad que yo comienzo a adquirir desde pequeño; me fue dando la disciplina que necesitaba en mi vida para dedicarme con corazón al arte.

Entonces, la búsqueda del realismo me la impregnó mi papá desde pequeño. Cuando los niños están haciendo un retrato, cuando dibujan los cabellos, hacen como un mapa y luego lo rellenan. Yo no lo hacía literalmente así, pero mi papá me dijo exactamente cómo hacerlo, él me dijo que debía ser cabello por cabello.

Cuando tú recibes desde pequeño esa enseñanza, es lo que te marca, te define para el resto de tu vida. Después, aunque tú no quieras hacerlo, ya se te pegó en tus genes, en tu ADN.

Rafael Varela aprendió de su padre que el cabello de las personas debía pintarse uno por uno.

Además de la cercanía con el trabajo de tu padre, ¿qué otra formación tuviste?

En algún momento, antes del bachillerato, consideré la posibilidad de estudiar arquitectura y no lo hice porque sabía de mi deficiencia visual; entonces consideré estudiar bachillerato en artes, así comienza la formación formal.

Durante los tres años que estuve en el Bachillerato en Artes nunca estuve satisfecho, yo esperaba más, pienso que el Bachillerato en Artes me quedó corto y, lastimosamente, para una persona como yo, no era una institución muy amplia ni profunda.

Desafortunadamente llegó a desaparecer y eso ha sido lo peor en nuestro sistema educativo; en lugar de solo existir en San Salvador debió haberse desarrollado en otros departamentos, por lo menos en dos más.

Una vez que salgo del Bachillerato en Artes, mi decisión sigue firme en dedicarme al arte y aquí estoy. El arte me ha dado muchas satisfacciones y alegrías, pero también eso implica una gran responsabilidad, presentarme ante la sociedad y ser sincero con la obra.

Mi formación fue a fondo a través del dibujo y empecé a tener mis primeras exposiciones de dibujo. Detrás de una buena pintura siempre deberá haber un buen dibujo, y había algo que no me gustaba que decían los artistas: había un artista que decía que los dibujantes no podíamos pintar.

En sus primeras etapas, Rafael dibujaba figuras completas y rostros de niños y ancianos.

¿Cómo rescatar nuestra cultura?

Yo quería mostrar mi preocupación por los cánones étnicos en nuestro país, estaba fijando mi mente y atención en cómo rescatar nuestra cultura y en cuál era mi deber como retratista y dominador de la figura humana. Yo me dije: tengo que retratar a nuestro pueblo, gente de las zonas con menos atención en nuestra sociedad. 

En mis primeras etapas de dibujo pinté muchos rostros de ancianas y figuras completas, pintaba muchos niños y también ancianos, porque siempre pensé que eran las edades más sinceras dentro del proceso evolutivo de un ser humano. Uno a los cinco años ya aprende a mentir, pero aún así son las edades en las que menos se puede engañar, por eso es que me interesaban más estas edades.

En mis primeras etapas yo caminaba muchísimo, a veces sin rumbo, me iba a meter a lugares donde la gente no tenía qué comer, dónde tenía que ayudarles a sacar el agua, a rajar leña, convivir con la gente. 

Una vez me tocó dormir con unos cerdos, por sumergirme en ese mundo de gente con muchos padecimientos económicos. ¡Es bien duro la verdad! Lo viví sobre todo en lugares de la costa. Una vez, en uno de esos ranchos, durante una tormenta, en el techo había muchas filtraciones de agua, no encontrabas un lugar donde no cayera agua y si las personas encontraban un pedacito sin filtraciones movían su cama. 

Yo no tenía donde dormir y al lado de la casita había una mesa y me acosté ahí, la lluvia me azotaba y sentía mucho frío. Había tres cerdos, me fui acostar en medio de estos cerdos y ahí sentí calor, amanecí durmiendo con ellos. Es algo bien difícil de contar porque es una realidad tan cruda, tan brutal.

“Pintaba muchos niños y también ancianos, porque siempre pensé que eran las edades más sinceras dentro del proceso evolutivo de un ser humano”.

Cada artista vive su calvario y yo he vivido el mío porque quise vivirlo. Es algo inherente a tu forma de ver, ser y expresarte, porque yo me sentía con la necesidad de retratar a nuestro pueblo, tenía que vivir con ellos, de otra forma era imposible, los que lo hagan imitando a Rafael Varela, o copiando, eso no es ser sincero como artista. 

A eso me refiero con ser sincero dentro de tu expresión artística, tienes que decir la verdad con argumentos, yo no fui tan crudo para pintar tanta pobreza, nunca intenté explotar la pobreza. Había que dignificar esa vida. Había muchas limitantes y necesidades, pero no es para aprovecharse de eso ni para lamentarse, es para decir la verdad y hacer conciencia, no se trata de explotar la pobreza, sino de significarla.

Rafael convivió con las personas que viven en contextos vulnerables para poder pintar su realidad y resignificarla.

En mucho de tu trabajo el realismo es explícito, pero también hay obras abstractas o surrealistas. ¿Cómo te sientes al incursionar en ambos mundos?

Otra cosa que también se dice es que los artistas realistas no podemos hacer abstracción y es un gran error. Los pintores realistas podemos hacer perfectamente abstracción si lo deseamos, si tenemos esa pasión, ese gusto y el conocimiento; porque hay que tenerlo y yo lo tengo.

En algún momento voy a abandonar en un buen porcentaje el realismo para dedicar más tiempo a la abstracción. Yo disfruto mucho la abstracción, poca gente sabe esto porque me he dado a conocer como pintor realista.

Creo que el dibujo fue dando paso a la pintura, porque es una necesidad interna y el artista tiene que ir evolucionando. No es que esté cansado de hacerlo, cambiar del realismo a la abstracción es una necesidad de probar con otros lenguajes, es una necesidad interna.

Además de ser un pintor realista, este artista ha explorado el surrealismo y la abstracción.

¿Te consideras realista o hiperrealista?

Expresar a través del realismo ha sido mi estilo, mi forma de hacerlo. Algunos artistas, por ejemplo, Claudia Rousseau, una crítica de arte norteamericana que da clases en la Universidad de Arte de Washington, dijo un par de veces que yo era un hiperrealista. Yo la verdad no me considero un hiperrealista, porque eso es otra cosa, hay hiperrealistas extraordinarios en todo el mundo.

Soy un realista, lo hice en mi etapa de dibujo como lo he hecho después en mi etapa pictórica; y por eso, precisamente, habiendo dedicado mi vida a una expresión puramente realista viene esa necesidad de expresarme a través de la abstracción también. 

Sé que soy capaz de hacerlo, lo he hecho y pocas personas lo saben, he vendido ya obras a coleccionistas salvadoreños, pero solo lo saben ellos, no lo sabe la sociedad en general ni el grueso de mis colegas, pero va a haber un momento en que me voy a destapar y me voy a dar a conocer en una exposición plenamente.

Dentro de una serie abstracta quizá integre elementos realistas como un foco de atención o de atracción, para seguirle dando sensación a mi obra, porque dentro de un trabajo se trata de ser sincero y yo creo que voy a querer expresarme con algún foco de realismo dentro de un universo abstracto.

El manejo de la figura humana y del color destacan en el dibujo y la pintura de Varela.

En la obra de Varela se encuentran diversos trabajos en los que retrata a monseñor Romero.

¿Cómo fue que comenzaste a exponer tu obra?

Cuando yo hice mi primera exposición, es decir, las galerías ya sabían que yo dibujaba, y ellas me pedían una muestra. Cuando yo no había expuesto, las galerías me pedían exposiciones, galerías importantes —y aquí podés contar con una mano de tres dedos las galerías que han existido en nuestro medio—. Todas me pedían exposición y me costó decidirme, porque no quería tirarme al ruedo y mostrar cualquier cosa.

Los críticos de arte nuestros, que no hay muchos porque no hay un movimiento crítico de arte, no sé si se dan cuenta, incluso mis colegas, que dentro de mi producción siempre he impregnado, siempre he dejado la influencia de la abstracción geométrica dentro de mi obra y esto nadie lo dice, porque lo desconocen.

Hay un curador del museo Marte que se atrevió hablar un poco sobre mi trabajo y que no sabe nada sobre mi persona, sobre mi obra, eso es una deficiencia nuestra. Hay un desprecio económico, un sector que desprecia mi obra, celos profesionales o artistas frustrados.

“Hay obras mías en otros museos fuera del país y no estoy en el mío, es ridículo, una completa ironía”.

Por ejemplo, yo no formo parte del museo Marte, fue un error dejar fuera a artistas que ya tenemos recorridos importantes, que hemos pagado derecho de piso, que hemos sido motivo de crítica fuera de nuestras fronteras; hay obras mías en otros museos fuera del país y no estoy en el mío, es ridículo, una completa ironía.

Cuando un museo le entrega a un curador de arte la labor curatorial, ellos tienen el derecho de decidir quién va a estar dentro del museo, y yo entiendo eso, es como un cheque en blanco, este sí este no, pero yo creo que aquí han cometido errores por falta de investigación de nuestros curadores de arte. Ellos deben andar visitando estudios, entrevistando artistas, conociendo más a fondo la obra. Y todos los que han sido curadores del Marte han tenido ese defecto conmigo en particular.

Otra víctima muy importante dentro de la historia de la plástica salvadoreña ha sido Conchita Kuny Mena, una señora de la pintura que merece mucho respeto y consideración acerca de su obra, y tampoco es parte del museo ¡Es irónico! Porque la colección de la cigarrería Morazán que está guardada, coleccionando humedad en algún lugar, debería estar expuesta.

Una vez nos encontramos por ahí con una directiva del museo y me dice: “Hola, Rafael,  ¿cómo estás?”, “Bien, ¿y tú cómo has estado?”, le contesto. Y me dice: “Bien Rafa, aquí lamentando que tú no estás dentro de la colección del Marte, te juro que a todos los que somos parte del museo, nos da pena, pero es una decisión del curador, porque tu tienes que estar”. Es lo que te digo: un curador se cree con la autoridad total, y la tiene, porque eso es por costumbre. Yo creo que es una directriz mundial que cuando se le otorga a un curador la dirección de un museo, es como un cheque en blanco, él decide qué tiene que llegar al museo y qué no, y estos se dan el lujo de dejarme fuera porque odian mi trabajo.

En el futuro próximo, Rafael piensa trabajar el arte abstracto incluyendo algún foco de realismo.

En esta serie de autoadhesivos, la sombra, el color y el espacio son los protagonistas.

¿Cuáles serían tus propósitos para el futuro?

Si uno hace un recuento, todo lo que uno ha hecho se queda pequeño, comparado con lo que uno todavía sueña hacer. A pesar de la edad estoy lleno de sueños, de proyectos irrealizables, muchísimos proyectos que quisiera realizar, pero no es fácil, hay una serie de factores que deben unificarse y coincidir. Es bien difícil.

No hay que dejarse morir sin sueños o dejando los sueños a un lado. Yo creo que esos sueños y esos propósitos deben mantenerte vivo, un ser humano sin sueños ni propósitos es un vegetal.

Estoy pensado desarrollar una serie abstracta y exponerla fuera del país. Buscar un espacio interesante, dónde mi obra pueda ser vista y se haga más universal.

Ahí va caminando, pero igual está en proceso de hacerse realidad, es un propósito bien lindo.

* Fotoperiodista e ilustrador salvadoreño.

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