Entrevista

El psicólogo Fernando Chacón coordinó la investigación que indagó sobre las memorias de descendientes de excombatientes de las FAES.

Descendientes de exmilitares: herederos de un trauma intergeneracional

En esta entrevista el investigador Fernando Chacón señala la importancia de escuchar todas las voces del conflicto armado y la necesidad de reflexionar sobre la transmisión intergeneracional del trauma.

Texto: Laura Flores Amaya*
Fotografías: Daniela Rodríguez

Mayo 5, 2023

Fernando Chacón, psicólogo e investigador, coordinó un equipo de académicos de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) que indagó sobre cómo los hijos de exmilitares recuerdan e interpretan el conflicto armado y la participación de sus familiares en él. Para esto, en el periodo del 2020 al 2022, se entrevistaron a 13 jóvenes hijos de oficiales y de tropa. El trabajo, financiado por el Fondo de Investigación de la UCA, fue presentado el pasado 22 de marzo. Puede ver la presentación de la investigación en https://www.youtube.com/watch?v=3Ufwhqyr0yE

En esta conversación, Chacón enfatiza la importancia de escuchar a las víctimas indirectas del conflicto armado, en este caso, a la generación descendiente de los involucrados que formaron parte de la FAES. Asimismo, señala la necesidad de un abordaje intergeneracional del trauma, de una apertura de espacios de escucha empática para evitar la transmisión de sentimientos de miedo, silencio y culpa, que ya se visualiza en los jóvenes entrevistados para este estudio.

¿Cuál es el aporte de esta investigación a la discusión sobre reconciliación en el país?

Lo primero es ofrecer nuevas voces sobre el conflicto armado, para su comprensión. Es un estudio que se basa en la memoria de hijos e hijas de excombatientes militares. Es el primero, en El Salvador, que aborda a esta población de jóvenes que nacieron después de 1992, luego de los Acuerdos de Paz.

Yo creo que aporta elementos importantes también para pensar nuevas formas de abordar el fenómeno del trauma, pensando que los impactos de la violencia se han sostenido a lo largo de la posguerra y también alcanza a esta nueva generación. En la medida que escuchamos estas otras voces, creo que tendremos elementos para decidir, como sociedad, líneas de actuación.

¿Cuál es la importancia de darle espacio a estas voces que conocen el conflicto armado de oídas?

Se parte de esta idea de que a la juventud no le interesa el pasado, pero con estas investigaciones revelamos que es todo lo contrario, al menos estos jóvenes que entrevistamos. También, en investigaciones que he hecho con hijos e hijas de excombatientes guerrilleros se muestra un interés genuino en saber sobre el pasado a nivel nacional, a nivel comunitario y a nivel familiar también. Porque de una u otra manera este acontecimiento les alcanza a ellos porque se han socializado con los actores directos de este acontecimiento. 

Ellos pueden ver el impacto en la vida de su familiar, de su papá, por ejemplo. Identifican elementos traumáticos en ellos. A fin de cuentas, tienen este interés de conocer ese pasado para llenar vacíos, para comprenderse también ellos mismos, de por qué son cómo son.

Y, en esa misma línea, como nueva generación, tienen otro abordaje del conflicto, que rompe con el binarismo, con esta polarización de “nosotros los buenos, ellos los malos”. Ellos observan el pasado y reconocen que hay que ir más allá de esa dicotomía.

“Como nueva generación, tienen otro abordaje del conflicto, que rompe con el binarismo, con esta polarización de «nosotros los buenos, ellos los malos»”.

Dan un paso atrás y buscan observar todo el panorama, más allá del prejuicio y la polarización, en la línea de buscar comprender. Lo que hacen es prestarse a escuchar otras voces. Están en disposición de conversar con víctimas directas y escuchar las memorias de los distintos bandos en contienda. No por ser hijo de un militar no van a escuchar memorias de guerrilleros, por ejemplo. Al contrario, tienen estas ganas de leer más sobre historia. Hay jóvenes que, incluso, han ido a comunidades de sobrevivientes de operativos militares.

Se prestan a criticar las narrativas que hay y a valorar o tratar de acercarse al pasado de otras maneras, no necesariamente tradicionales, sino a partir de experiencias más artísticas o en función del activismo social, iniciativas audiovisuales, etc.

La Fuerza Armada es una parte del conflicto armado muy cuestionada. ¿Por qué es necesario escuchar las memorias de sus descendientes?

Escuchar a los distintos actores es clave para comprender el conflicto armado. Con la intención de esa comprensión es que decidimos abordar las memorias de estos hijos de excombatientes del Ejército. Y ahí identificamos, precisamente, un vacío que ha existido en El Salvador, porque no hay tantas investigaciones que aborden las memorias militares. Y no necesariamente por falta de interés, sino por la particularidad del fenómeno, porque es una población donde predomina el silencio. 

Hay una resistencia a hablar sobre el pasado, hay un temor también, una tendencia a cerrarse.

Eso hace difícil hacer una investigación de este tipo. Entonces, identificamos que, a partir de su descendencia, podría ser una buena forma para comprender a este otro bando.

Consideramos que es importante, justamente, conocer qué es lo que les llevó a este conflicto, qué les empujó a formar parte de esta institución, cuáles son estas motivaciones que había a la base.

Es interesante resaltar que los mismos jóvenes que entrevistamos consideran que no hay que meter a todos los militares en el mismo saco, porque hay distintas particularidades en los actores de esta institución.

“Los mismos jóvenes que entrevistamos consideran que no hay que meter a todos los militares en el mismo saco, porque hay distintas particularidades en los actores de esta institución”.

En esta investigación trabajamos con descendientes de oficiales y con descendientes de tropa. En algunos casos, hubo reclutamiento forzado, en otros, la familia los obligó a ser parte de la institución como una vía para tener estabilidad económica. Hay algunos jóvenes que nos llevan a la reflexión de que las personas que han formado parte de la Fuerza Armada han sufrido violencias antes de ser parte de esa institución. Y ahí plantean la pregunta de cómo se repara ese daño de esas violencias también. Eso no le quita a alguien la responsabilidad de cualquier acto reprochable que haya hecho durante el conflicto, pero sí nos lleva a pensar también cómo El Salvador sigue sosteniendo esta estructura desigual.

El país promueve esta dinámica de víctima-victimario, opresor-oprimido. En un momento somos víctimas, en otro momento somos victimarios. Entonces, nos lleva también a reflexionar sobre estas estructuras que posibilitan estas dinámicas aberrantes que empujan a las personas a entrar en dinámicas de violencia.

¿Cuál es la imagen que tienen los hijos sobre sus padres ex combatientes militares?

Tienen una postura de admiración hacia sus papás en su rol de padres, no tanto en su rol de militares. Tienen esta admiración hacia su papá por toda la lucha que ha venido haciendo para sacar adelante a su familia. Por cómo los han criado, también por ser sobrevivientes de un conflicto armado y por ser pilar de la familia. Al menos en uno o dos casos sí se resalta eso, pero en los demás no. Y, además, desconocen bastante la historia de sus papás en su rol de militares, porque sus padres les han contado poco y también porque los jóvenes no quieren saber cosas o situaciones reprochables o difíciles en las que pudieron estar inmersos sus papás. 

Llama la atención la consideración de sus padres como víctimas, y este es un tema delicado porque nos lleva a reflexionar cuándo vamos a considerar a alguien víctima o no.

Ellos ven a sus padres como víctimas en un conflicto que les obligó a estar en una dinámica de violencia. Lo que identificamos es que buscan, al final, una validación del sufrimiento de sus papás. 

Algunos jóvenes llegaban a la entrevista y nos contaban que estaban ahí porque querían contar en lugar de sus papás. Es como volverse portadores de esas memorias, principalmente, memorias de sufrimiento de todas estas situaciones difíciles que sus padres tuvieron que vivir en el pasado.

¿Cómo influye en la identidad de un individuo el ser hijo de un actor armado, en este caso alguien que fue de la FAES?

Este acontecimiento que estos jóvenes no vivieron llega a condicionar su forma de ser y de estar en el mundo. Esto los pone en una tensión identitaria. Por momentos se sienten como traidores, hipócritas, se sienten como “partidos por la mitad”, bichos raros. Experimentan emociones que pueden ser contradictorias, como sentir orgullo y a la vez vergüenza; sentir admiración, pero a la vez culpa. Todos estos elementos van condicionando la forma de ser de estos jóvenes. Entonces, hay una especie de carga por esta marca familiar que tienen.

 Experimentan emociones que pueden ser contradictorias, como sentir orgullo y a la vez vergüenza; sentir admiración, pero a la vez culpa. Todos estos elementos van condicionando la forma de ser de estos jóvenes.

Esto de sentirse traidores, hipócritas tiene que ver con que estos jóvenes tienen distintos gustos, distintas preferencias. Hay algunos que tienen activismo en función de la memoria. Hay quienes han estado trabajando en comunidades de sobrevivientes de operativos militares también. Entonces, entran en esta tensión de, por un lado, estar en función de la memoria, de la verdad, de la justicia y la reparación, pero también son hijos e hijas de militares, de este bando que se reconoce como el que más crímenes cometió en el pasado. Esto les lleva a ocultar, en distintos momentos, el hecho de ser hijos de. 

Otro punto importante tiene que ver con el miedo, que es una emoción que apareció transversal en todos los relatos de estos jóvenes. Este tiene que ver con sufrir represalias por el pasado, miedo a que se den consecuencias penales para sus familiares, o a que se invalide su historia.

Esto condiciona su manera de vincularse en la universidad, por ejemplo. Tienen cuidado a la hora de dar sus opiniones. A la hora de hablar sobre el conflicto armado mejor guardan silencio, porque puede ser que descubran que son hijos de militares. Y tiene que ver con toda esta lógica polarizante en el país, de poca apertura, con esta dicotomía de “nosotros los buenos, ustedes los malos”, que impide la apertura a conocer, también, estas otras realidades.

¿De qué forma es posible que la culpa sea transmitida de una generación a otra?

De acuerdo con esta investigación, en algunos casos sí identificamos que hay cierta transmisión de culpa, sobre todo en casos de jóvenes que tienen mayor activismo social, que han trabajado en comunidades de víctimas. Es curioso, porque no saben, a ciencia cierta, qué fue lo que hicieron sus papás; sin embargo, por el hecho de que ellos pertenecieron a este bando, hay como una especie de sentimiento de culpa al respecto.

No saben, a ciencia cierta, qué fue lo que hicieron sus papás; sin embargo, por el hecho de que ellos pertenecieron a este bando, hay como una especie de sentimiento de culpa al respecto.

Esto lleva más a pensar sobre la transmisión del trauma. Identificamos en la investigación que aparecen todas estas heridas no sanadas por parte de sus padres y que han condicionado la manera en que criaron a sus hijos, la manera en que interactuaron en su familia, la forma en que se han socializado dentro de esta familia y los condiciona en la medida en que aparece en estos jóvenes el miedo, la desconfianza, el ocultamiento o el silencio.

Es importante tomarlo en consideración porque estas heridas del pasado se mezclan también con las del presente. Estas juventudes tienen sus particularidades y sus propios problemas en El Salvador de ahora, que igual son difíciles.

Estos jóvenes, además, son testigos de estos comportamientos que ellos mismos interpretan como traumáticos en sus padres. Identifican que sus padres se despiertan en la noche, abruptamente, que todavía tienen estos recuerdos de experiencias difíciles en el pasado, que todavía tienen este miedo y esta desconfianza.

Identifican que sus padres se despiertan en la noche, abruptamente, que todavía tienen estos recuerdos de experiencias difíciles en el pasado, que todavía tienen este miedo y esta desconfianza.

¿Cuál considera usted que es el camino para que estas memorias se procesen de maneras sanas, rumbo a la reconciliación nacional?

Pensar la reparación en clave intergeneracional es muy importante, no sólo favorecer un proceso de reparación a la víctima directa. Hay que generar condiciones que favorezcan la escucha empática, sin prejuicios, respetando el ritmo de la persona que está narrando. También es necesario favorecer ciertas garantías de confidencialidad, si es necesario, porque uno de los miedos de estos jóvenes era sentirse invalidados, juzgados. Cuando los entrevistamos, asumimos una postura más abierta y la entrevista tuvo un efecto reparador, aunque no era algo que buscábamos. Tuvieron un efecto terapéutico porque logramos generar un espacio de confianza. 

Es necesario favorecer estos procesos más abiertos, que permitan la escucha de estas otras voces y que vayan en contra de la idea de invalidar ciertos sufrimientos y resaltar otros. Es importante un abordaje que rompa con estos binarismos de los dos grandes bandos en contienda.

Es valioso ver cómo estos jóvenes ponen sobre la mesa el tema de la tercera generación, de sus propios hijos. Serían los nietos de los participantes directos. Ponen sobre la mesa este tema, en la medida que es importante ir pensando todo este trauma intergeneracional, porque esta generación ya ronda los 30 años, y vale la pena ir preguntándose cuáles efectos del conflicto armado se van a transmitir a su descendencia.

* Periodista salvadoreña

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