Entrevista

Gothy López: “Yo no voy a excavar para de nuevo odiar, yo voy a excavar para obtener la luz”

Texto y fotografías: Giuseppe Dezza *

Julio 14, 2023

La pintora salvadoreña ha vivido en Italia desde hace casi 18 años. Es la creadora de la exposición itinerante que ha llamado Martyres, compuesta por 12 retratos de religiosos y laicos que fueron asesinados en El Salvador a finales de la década del 70 y principios del 80, en el marco del conflicto social y armado en El Salvador.

La exposición Martyres, además de ser parte de un recorrido interior de la artista también es producto de un proceso de investigación e interpretación que inició alrededor de 2015. Para 2020 Gothy tenía finalizados los retratos de los 12 mártires, quienes estuvieron relacionados de diferentes maneras con el santo y mártir monseñor Óscar Arnulfo Romero.

Para Gothy, el conjunto de los 12 retratos de los mártires tiene un potente mensaje que es visible en la forma en la que vivieron su vida y en la que la entregaron, razón por la que reviste gran importancia traer a cuenta, en este presente, ese testimonio de amor y valor.

La exposición ha sido presentada en varios lugares de Italia, entre ellos, el Palacio de la Cancillería, en ciudad del Vaticano (septiembre de 2022); la Iglesia de los Santos 12 Apóstoles, en Roma (octubre de 2022); la Basílica Santo Stefano Maggiore de Milán (en marzo de 2023) y la biblioteca de la ciudad de Paullo, (junio de 2023). En El Salvador, Gothy López ha sido nombrada como “Distinguida Pintora de El Salvador” por la Asamblea Legislativa de este país.

Gothy, cuéntanos quién sos.

Soy salvadoreña de nacimiento, artista de profesión, de vocación y de corazón. Estoy en Italia más o menos desde el 2004. Pero toda mi vida anterior la he pasado en El Salvador. Aquí he tratado de poner en práctica lo que aprendí en El Salvador, sobre todo la cuestión artística. He vivido las dificultades que uno encuentra al viajar y, sobre todo, como una salvadoreña que vive en Italia. Es bien difícil incorporarse al sistema social, e imaginémonos lo difícil que es hacerlo en el sistema artístico, que ya está bien establecido y es bastante impenetrable, porque hablamos de un ambiente más elitista. Entrar ahí, en ese ambiente, ha sido un desafío, y pues, allí voy todavía, trabajando en ese desafío, porque no, no ha terminado. Estamos en el viaje ahorita.

¿Cuál ha sido el trabajo más fuerte o predominante en tu carrera aquí en Italia?

Los trabajos que seguramente más han impactado, aún en El Salvador, seguramente han sido los trabajos artísticos referentes a la memoria histórica del periodo de los años 80. Entonces, probablemente, es esta parte de la historia de El Salvador traducida y reflejada a través de estas obras, por la misma naturaleza del tema.

El Salvador estuvo en el centro de la atención en el periodo de los años 80, sobre todo por lo que le sucedió a monseñor Romero. Eso creo que ha impactado bastante mi trabajo artístico de una manera bien radical. Mi objetivo era más que todo llevar nuestra historia al exterior, a un escenario internacional y creo que el proceso está funcionando. Esa parte de la memoria histórica, de la historia reciente de El Salvador, pues también allá, en nuestro país, creo que es un recordatorio de que la historia está más presente o actual de lo que nos imaginamos.

Cómo nace esta necesidad de hacer eso y por qué lo consideras importante.

Yo he pasado un largo proceso para llegar a esto. Una vez que se terminan los estudios académicos donde tú haces un recorrido por todas las principales técnicas y aprendés tu herramienta de trabajo, cuando tú superas esa primera parte, de repente empiezas a pensar cuál va a ser tu fuente de inspiración, tu motivo artístico, el que te va a llevar por un cierto camino, una cierta dirección. Entonces yo por ahí empiezo poco a poco desligándome un poco de lo académico y entrando en un ambiente más personal, más íntimo aún.

“Mi primer paso fue, en realidad, hacer una exploración al interior de mi misma existencia y eso fue a través del arte.”

“Allí yo me di cuenta de la grandeza de la vida de estos mártires.”

Mi primer paso fue, en realidad, hacer una exploración al interior de mi misma existencia y eso fue a través del arte. A través del arte yo tuve un momento muy introspectivo y eso fue contemporáneo al viaje que hice a Italia. Entonces se dieron varios elementos que hicieron coincidir esta necesidad de ver quién sos adentro, porque yo me estaba enfrentando a una nueva cultura que no era la mía, a un nuevo idioma que yo no lo sabía, a un nuevo clima, a un nuevo ambiente, todo era nuevo. Entonces, ahí, de repente, empecé a decir ¿quién soy verdaderamente? Una cosa es lo que tú ya sabés de ti, de tu lugar, de tu zona segura, donde has estado hasta ese momento y de repente te trasplantás a una cosa completamente diferente.

“Esa parte de la memoria histórica, de la historia reciente de El Salvador, pues también allá, en nuestro país, creo que es un recordatorio de que la historia está más presente o actual de lo que nos imaginamos”.

Ahí surgieron tantas preguntas a nivel personal, a nivel cultural, a nivel social; metés en discusión tantas cosas y empiezas a percibir de ti tantas cosas que tú no habías notado antes porque estabas en tu ambiente. Te das cuenta de que tienes características que nunca habías pensado tener. Esa es la primera parte de mi trabajo artístico, porque yo, en ese momento, reflejo todo en esta serie de los cuadros azules, esta es una de las obras (señala un cuadro). De repente entro como en la oscuridad, en la oscuridad de este azul profundo y poco a poco empiezan a surgir estas caras, estos rostros, estos ojos que son como que hacen preguntas, te cuestionan. Allí empiezo yo a representar todo ese cúmulo que yo había tenido hasta ese momento, y me costó empezar a pintar de nuevo, porque los primeros meses que yo pasé en Italia no pinté. Conocí, vi, me nutrí de arte, de la cultura, hablaba con la gente, pero para empezar a pintar tuve que esperar un momento porque estaba bien saturada.

Entonces esto fue lo primero que surgió y esta serie duró como cinco años. Yo seguí pintando estos cuadros azules que tocaron en realidad todas las facetas de lo que yo había aprendido y metía en discusión todo eso, porque la primera fase fue esta como nubosidad, como niebla que se ve, donde empiezan a surgir estos rostros, pero no son rostros definidos. Y de allí, de eso tan etéreo, fui pasando de nuevo a la línea, a la fuerza de la línea, a la figura humana, al cuerpo, que era lo que yo había trabajado en El Salvador, aún en el taller de la Mayra (Barraza), a la anatomía artística, que ha sido siempre uno de mis grandes temas, hasta llegar a lo abstracto. 

Esta misma serie toca todos los momentos de mis conocimientos académicos, toca la parte de mi nueva experiencia en Italia y toca todos los momentos de las corrientes artísticas en las que yo un poco continuo, y termina en una cuestión bien abstracta, pero con un contenido muy filosófico sobre la existencia humana, sobre mi propia existencia y sobre todo eso que nosotros los humanos no logramos decir en palabras, que no es sólo intelectual, sino que es algo casi del alma.

“De repente entro como en la oscuridad, en la oscuridad de este azul profundo y poco a poco empiezan a surgir estas caras, estos rostros, estos ojos que son como que hacen preguntas, te cuestionan.”

Creo que esa parte me ayudó bastante para tomar distancia, como te decía, del contexto de donde yo venía. Esa distancia que me permitió hacer una reflexión sobre mí misma, pues me ayudó también a entender lo que había vivido, porque como yo nací en el 75 viví todos los años de la guerra, cuando mataron a monseñor Romero yo tenía 6 años y yo me acuerdo de todo, me acuerdo bien, vívidamente de todo ese periodo.

“Sentía también un gran compromiso en esta parte de la historia de El Salvador, que fue una historia oscura, una historia de tinieblas”.

Una historia bien dolorosa aún para mí recordarla. Porque no, no fue un período bonito, ¿verdad? Fue un período de incertidumbre, de miedo, de angustia… Lo que puede percibir un niño de esa edad, lo que siente, lo que se escucha en la radio, lo que se ve en las calles, las preocupaciones de los padres. Entonces esas cosas vinieron de afuera poco a poco y hacen parte porque mi obra, en primer lugar, es autobiográfica. Y no podía absolutamente cancelar la parte más dolorosa de la historia mía como persona, porque te crea dolor la historia social de tu país. Esta cuestión la sentía mía porque la había vivido en primera persona, aunque sí, estaba muy pequeñita. Sentía también un gran compromiso en esta parte de la historia de El Salvador, que fue una historia oscura, una historia de tinieblas. Pero de todo eso que nosotros no queremos recordar y queremos cancelar y que es casi una tortura reabrirla, es como abrir de nuevo la herida, está guardadita y mejor no hablar de ella porque es mejor olvidar, pero no, queda siempre dentro, está como moviéndose.

Entonces, para mí, era un momento muy importante, porque yo pensé que toda esta historia tenía que haber tenido un sentido. Y el sentido lo encontré en la biografía y en el testimonio de los mártires. Ahí fue el momento de rescate donde yo dije: “Pues aquí ha habido cosas extraordinarias”, así como hubo cosas terriblemente nefastas y horribles, también hubo cosas increíblemente extraordinarias de personas simples, de personas como cada uno de nosotros, porque no tenés que ser un superhéroe con superpoderes para hacer cosas extraordinarias. Allí yo me di cuenta de la grandeza de la vida de estos mártires. 

En Italia tuve la oportunidad de ver cómo se percibía nuestra historia desde la perspectiva de afuera, cómo los italianos, los europeos cuentan mi misma historia, porque me ha tocado escuchar también las cuestiones sobre El Salvador vistas a través del ojo de la cultura italiana. Entonces empieza a haber otro tipo de perspectiva. Creo que eso ayudó bastante a que madure la idea y el proyecto. Alejándome salgo de esa polarización, empiezo a liberarme mentalmente de eso y de ese miedo. Nosotros los salvadoreños tenemos un miedo terrible de base, porque la historia nos enseña que de eso mejor no hablar, porque si no se arriesgaba mucho, aun la vida, como estos mártires. 

El poder estar afuera crea ese alejamiento sano, saludable, que da como fruto ese deseo de, en cierta forma, reivindicar algunos personajes de los cuales se ha hablado mucho desde siempre en forma muy desbalanceada: de una parte, como los santos y, de otra parte, como los grandes pecadores. El Salvador, tiene dos formas de ver a sus mártires: como buenos, como malos. Y eso todavía creo que es cierto ahora, aun cuando el Vaticano haya reconocido los méritos de monseñor Romero, y no sólo los méritos, la santidad, y la de estos dos nuevos beatos. 

Creo que la historia es muy reciente. En El Salvador los testigos oculares y las familias todavía están cómo… Está bien viva esa herida, todavía está abierta, como que no estuviéramos preparados para enfrentar ese tema porque crea mucho dolor, porque crea opiniones demasiado contrastantes, posiciones demasiado diferentes y no ha habido, creo yo, ese sano pasaje del diálogo verdadero, de andar hacia el sanar de raíz esas heridas, de hacer que esas cosas no se quieran ver o tapar, sino que enfrentarlas a nivel de memoria histórica y sanación de un pueblo, digámoslo así, eso todavía está bien lejos, pienso.

“Nosotros los salvadoreños tenemos un miedo terrible de base, porque la historia nos enseña que de eso mejor no hablar, porque si no se arriesgaba mucho, aun la vida, como estos mártires”.

Gracias a tu estudio, intereses, pasiones, vida, has encontrado una forma de, no sé si completamente, sanar lo que estás diciendo, pero estás en este proceso: has encontrado tu forma. ¿Crees que el pueblo salvadoreño en general necesite este trabajo interior de sanación? Y según vos, ¿cómo puede el pueblo hacer eso?

Yo pienso que si nosotros queremos tener un presente y un futuro diferente, basado sobre la justicia y la verdad tenemos que hacer un proceso de sanación de esas heridas que quedaron del pasado. Lo podemos hacer a través de la recuperación de la memoria histórica. Y esto quiere decir hacer claridad sobre los hechos y sobre las vidas de personas que todavía están allí, en el olvido. Yo tengo el arte, como dices tú, para poder llegar a esta conclusión, y el arte también me sirve para rescatar esa memoria histórica, para darla a conocer desde un punto de vista todavía más sublime.

Pero igualmente el pueblo salvadoreño puede lograrlo y lo puede lograr a través de eso, de la revalorización de la memoria histórica, esto es bien importante para superar toda esa fase. No es que tenemos que olvidar, tenemos que enfrentar el argumento, tenemos que hacer claridad sobre lo que pasó y, sobre todo, yo me remonto a la vida de los mártires, de quiénes fueron, qué hicieron, por qué lo hicieron y qué sucedió, ¿verdad? Y qué legado nos han dejado, porque eso es lo más importante, porque yo no voy a excavar para de nuevo odiar, sino que voy a excavar para obtener la luz que en esta oscuridad se dio. ¿Y cuál fue la luz de todas esas personas? El donarse completamente por un país, el querer el respeto de los derechos humanos, el querer el bien del otro. 

Son todos valores que creo que hoy más que nunca necesitamos recordarlos y necesitamos inculcarlos en los jóvenes porque nosotros estamos viviendo en sociedades egoístas, que piensan sólo en el propio bien, el propio desarrollo y se nos olvida quién está a la par de nosotros. Y veo la línea que es esa: sálvese quien pueda y el otro que vea cómo hace, es la competencia de quién tiene más, de quién puede hacer más, y creo que esa cosa es bien negativa no sólo para los salvadoreños, en general para la historia del ser humano. Por eso digo yo, así cómo se estudia la historia en la escuela en El Salvador de los próceres, la historia de la independencia, pues esa historia tiene que llegar hasta hoy, porque hace parte de una identidad de un pueblo.

Doce mártires de la exposición de Gothy López

En Italia estás desarrollando este trabajo: ¿Cómo lo has hecho, cómo te ha ido, cómo está yendo con esta tu presentación, dónde te estás enfocando ahora?

La serie de los 12 mártires la empecé a trabajar más o menos ahí por el 2016, y para el periodo cabalito que inició el COVID, la serie estaba terminada. Las pinturas de los 12 retratos al óleo fueron una serie bien larga porque el trabajo implica, a nivel técnico, un proceso largo, mucho más largo que otras técnicas artísticas.

Tuve que hacer también toda una búsqueda, una investigación histórica, pues, aunque yo viví en El Salvador y ya sabía por memoria “contada”, por los relatos y los cuentos de parientes y por lo que se habla en El Salvador de todos estos mártires, quise hacer un trabajo serio (de investigación) para tener una idea más allá de lo que te cuentan. Quería tener una idea más limpia de los hechos cronológicos. 

Y eso fue un pasaje bien difícil porque allí fui a descubrir partes de esas historias que yo no conocía, de pequeños detalles, cosas sobre la vida, el trabajo pastoral y el martirio de estas personas. Para mí fue impactante. Fue bien doloroso también, porque mientras leía estas historias revivía los recuerdos que tenía de cuando estaba pequeña.

El enfrentar ese dolor fue un acto para mí bien duro, tenía que atravesar el dolor para poder llegar a darle un sentido, entonces tuve que repetir la historia hoy, ya adulta, tuve que enfrentar el argumento. 

Fue un proceso bien complejo aún para escoger los 12 —la primera edición son 12— porque, si no, es un trabajo infinito, tenía que ponerle un número. Mi ambición obviamente era pintar, pintar y pintar, pero tenía que dar un primer momento a este trabajo para que pudiera salir a la luz. Fue bien difícil escoger quiénes, esta cuestión la hice sobre todo usando el nivel cronológico. Quise darles prioridad a los precursores de monseñor Romero. Y esto me parecía sumamente importante, los precursores, los que murieron antes que él. ¿Por qué? Porque yo creo que monseñor Romero no sé si hubiera sido la misma persona si no hubiera vivido la muerte de estos allegados a él. Es esto, yo creo, que a él lo impactó. En su momento le cambió un poco la visión, le hizo hacer reflexiones. Entonces me parecía un deber que el mundo conociera quiénes están detrás de monseñor Romero, él es la punta del iceberg, es la figura sobresaliente, la que es conocida a nivel internacional, monseñor es reconocido, canonizado y todo. Pero ahí están atrás todas estas personas que fueron, muchos de ellos, colaboradores cercanos, religiosos y no, mujeres y hombres, porque también esto era importante en mi trabajo: dar también la luz, la proyección justa al papel de la mujer en el período de la guerra.

Ese es otro de los grandes temas: el papel fundamental y protagonista que tuvo la mujer salvadoreña, porque allí también tenemos a las religiosas estadounidenses. Allí también está reflejada, incluso, la solidaridad internacional. Por eso digo que la serie Martyres toca casi todos los ámbitos que podemos ver: hablamos de derechos humanos, hablamos de solidaridad internacional, hablamos de martirio, hablamos de memoria histórica, hablamos de fe, también hablamos de amor para el prójimo y hablamos de tantas cosas. Por eso digo yo que es como un gran recurso que nosotros tenemos que valorar como salvadoreños, porque hay mucho de qué hablar de estos mártires. Nos enseñan tanto y allí es donde quería llegar, es el impacto que crea en las personas.

“Lo podemos hacer a través de la recuperación de la memoria histórica. Y esto quiere decir hacer claridad sobre los hechos y sobre las vidas de personas que todavía están allí, en el olvido”.

En la exposición que hicimos en Santo Stefano Mayor, en el centro de Milán, donde está esta basílica que es una de las más antiguas de Milán, donde fue bautizado o, al menos, donde hallaron una fe de bautismo del gran pintor Caravaggio, un lugar verdaderamente de gran importancia histórica, cultural y artística. Entonces, se dio la oportunidad de hacer la exposición en esta basílica, y como ese es un pasaje de turismo internacional, allí pude ver las reacciones de los turistas americanos, del medio oriente, chinos, japoneses, interesadísimos cuando veían estos 12 retratos en blanco y negro impactante —porque también eso nos recuerda el periodo fotográfico de la época, la fotita de la cédula de identidad en blanco y negro—. La gente entraba y en su lengua preguntaba, querían saber qué, cómo, qué pasaba, qué era eso. Cuando tú les contabas un poco de la historia de El Salvador, a grandes líneas, quedaban impactados, decían: “¡Guau, quiero saber más de esto que no sabía!”, porque son testimonios que verdaderamente arrastran. 

Eso es lo que yo veo: la potencia de esta historia. Porque, por una parte, estamos contando el lado oscuro de El Salvador, pero, por otra, también estamos contando la excepcionalidad del ser salvadoreño, la capacidad del salvadoreño de darse por completo. Son testimonios extraordinarios de gente simple, de gente común, de lo que es el prototipo de salvadoreño, porque yo digo que el salvadoreño, por su cultura, es inclinado al bien. Esa es nuestra raíz. Se inclina a donarse a su prójimo. Y esto es lo que tiene que salir. El salvadoreño creo yo que su fuerza es esa, la capacidad de donarse, la capacidad de luchar por sus derechos, y eso es lo que nos enseñaron los mártires. 

“La memoria histórica hace parte de la inspiración a nivel artístico y esto hace cultura”

Esta exposición tomó un carácter itinerante. La primera exposición es simbólica porque se dio en el Vaticano en octubre del año pasado (2022), en el Palacio de la Cancillería. Para mí fue importante, fue un símbolo grande y fuerte porque es una especie de reconocimiento y de reivindicación a las vidas ofrecidas de estos 12 se mártires. Yo creo que no todos ellos van a tener la oportunidad que han tenido monseñor Romero, el beato Cosme y el beato Rutilio. Creo que va a ser bien difícil que se beatifiquen, que se canonice a todos los mártires de El Salvador. Es un trabajo demasiado extenso: nosotros somos un país de mártires, un pueblo de mártires y yo esto lo he descubierto. Es un gran reconocimiento para ellos, por su trabajo, por su sacrificio por los salvadoreños. Y esto es muy importante.

Yo, en el tema “mártires” le cambié la i normal a la palabra “mártires”, por la y griega, porque yo tomo el latín porque quiero entrar en la universalidad de la fe cristiana, porque ellos parten con la fe de las comunidades cristianas.

“El salvadoreño creo yo que su fuerza es esa, la capacidad de donarse, la capacidad de luchar por sus derechos, y eso es lo que nos enseñaron los mártires.”

Ellos esta capacidad la toman y la encuentran a la luz del Evangelio. Mártires con la y nos está diciendo que los mártires en El Salvador son mártires al igual que los primeros mártires de la iglesia. Para mí es como llegar a la raíz de la inspiración que estos mismos mártires habrán tomado de los primeros mártires cristianos.

Luego, después de un mes, en octubre, siguió la exposición en una basílica de los 12 apóstoles mártires, en Roma, y allí fue con ocasión del aniversario de la canonización de monseñor Romero. De nuevo los 12 mártires acompañados de monseñor Romero, porque eso no lo olvidemos: en todas las exposiciones que hemos presentado están los 12 mártires y también este retrato de monseñor Romero como un invitado de honor para mí, porque yo el protagonismo se lo quiero dar a los 12 mártires. Por un momento quiero que el enfoque sea ellos. Y, en esa ocasión de octubre se dio la audiencia privada con el papa, donde increíblemente el papa hizo una cosa que no hace nunca: fue querer saludar a cada uno de los asistentes a la audiencia, unas 500 personas. Les dio a todos la mano uno por uno. Entonces yo tuve la oportunidad de entregarle una estampa sobre tela con los 12 retratos y allí le digo al papa Francisco: “Esta es la serie de los 12 mártires que yo he realizado y de los cuales muchos usted dentro de poco los va a beatificar”.

Forzando la mano un poquito.

Se quedó impactado y miraba este cuadro y me dice: “Recibe la bendición para este proyecto”. Fue bien especial ese momento y ahí está la foto del Papa con estos 12 retratos en la mano, que los mira así, porque le digo: “Ahí están los que ya beatificó y los que va a beatificar”. El trabajo no se ha terminado. Voy como retroalimentándome de la misma exposición y voy tratando de tomar las cuestiones que van surgiendo. Cada vez me convenzo de que es verdaderamente importante que este proyecto sea itinerante, que este proyecto llegue a muchos lugares diferentes. 

Y lo que yo verdaderamente quisiera es que se le diera el apoyo debido y necesario. Estos 12 cuadros yo no los puedo vender, tienen que estar juntos y girar por el mundo. Tienen que llevar una buena noticia. De esto a mí económicamente no me regresa nada, pero era un proyecto de esos que valen la pena. Cuando vos decís: finalmente, si no tengo la posibilidad de hacerlo, yo me estoy liberando de un interés mío para darle un sentido a una cuestión que me parece verdaderamente… que me da tanto a través de otro canal, digamos. 

Es como seguir el ejemplo de ellos al final, ¿verdad? Digo, bueno, yo no puedo hacer lo que hicieron ellos porque no sé ni siquiera si tendría el valor para para enfrentar una cosa así, pero mi contribución la estoy dando de esta manera, con lo que sé hacer en el lugar donde estoy y donde yo puedo moverme, pues es una forma de dar el propio tributo a una cuestión que para mí es fundamental porque puede cambiar perspectivas y visiones. Y esto creo que es una de las mejores herencias que nosotros podemos tener.

“…en todas las exposiciones que hemos presentado están los 12 mártires y también este retrato de monseñor Romero como un invitado de honor para mí.”

¿Alguna reflexión que podrías hacer tú sobre la relación entre la memoria histórica, la cultura y el desarrollo personal, pero también de todo un pueblo?

Sí, está completamente ligada, la cultura se nutre de la historia, son cuestiones que no pueden estar separadas. La memoria histórica hace parte de la inspiración a nivel artístico y esto hace cultura, lo que estoy haciendo, y hace historia. Está todo conectado, todo unido. En realidad yo no veo separación entre ninguno de estos aspectos. Hacen parte de una misma cosa, hacen parte de una identidad. Y esto es importante porque esta es nuestra identidad salvadoreña, compuesta de tantos elementos. Yo no sería la persona que soy ahora si no hubiera vivido ese momento histórico en El Salvador, sería otro tipo de persona. Tal vez tendría otro tipo de experiencia, de sensibilidad, de visión. Sería completamente diferente. Nosotros mismos somos producto de todo esto.

Entonces vale la pena pararse un momento y ver, analizar. Creo que nos traería sólo beneficios en realidad. Yo creo que es un tema que tanta gente tiene miedo a reabrirlo porque piensa que de nuevo va a empezar un poco a polarizarse. Pero esto es bien como decir: olvido quizás no, revalorización tal vez, porque no podemos cancelar una cosa que sucedió y porque estas cosas feas que sucedieron también nos han dejado cosas muy buenas, como esto que te estoy diciendo.

* Fotoperiodista

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