Entrevista

El nuevo filme habla sobre la memoria de mujeres que participaron en la guerra civil salvadoreña.
Julio López

“Añil’’: La violencia sexual como arma de guerra

El cineasta mexicano-salvadoreño Julio López regresa al séptimo arte con una producción que aborda uno de los temas menos confrontados y que tuvieron como telón de fondo el conflicto salvadoreño: la violencia sexual cometida como arma de guerra.

Eric Lombardo Lemus

Fotografías: Giuseppe Dezza

Noviembre 18, 2022

“Añil” es el título sugestivo del último trabajo en progreso que lleva a cabo Julio López Fernández (México, 1981) en El Salvador, país del que nutre la mayor parte de su obra cinematográfica. Como alumno pasó por la aulas de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) antes de ir a estudiar Comunicación Política en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se especializó en foto y video documental. Y desde 2012 viene incursionando como director de ficción, cine testimonial y productor de diversos proyectos fílmicos entre los que caben el cortometraje “Ausencias”, que dirigió la laureada Tatiana Huezo y “El cuarto de los huesos”, de Marcela Zamora. 

Hace cuatro años concretó el sueño por el que trabajó durante meses buscando a los sobrevivientes de la ofensiva de 1989 y estrenó “La batalla del volcán”. Sin embargo, más allá de la parafernalia de la guerra de guerrillas, las tácticas contrainsurgentes, los recuerdos de soldados y guerrilleros que vivieron la acción “Hasta el tope”, ahora aborda las voces de aquellas mujeres que sufrieron en carne propia uno de los episodios omitidos de la versión oficial y de los que nadie quiere dar cuenta. 

López toma como punto de partida las investigaciones realizadas durante cinco años por la académica Paula Cuéllar y cuyos hallazgos revelan que la violencia sexual también fue cometida adentro de las filas de la antigua guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) contra sus propias militantes. 

Junto a los abusos perpetrados por los cuerpos de seguridad pública contra mujeres y niñas para disuadirles de cualquier cercanía con los rebeldes, también hay que develar ese otro lado de la moneda. El trabajo de Cuéllar, eje central de su tesis doctoral en Historia en la Universidad de Minnesota, EE. UU., es la piedra angular de este documental que sigue en proceso antes de ver la luz en este país tan contradictorio como hermoso.

Julio pasó por la aulas de la UCA en El Salvador antes de ir a estudiar Comunicación Política en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Julio, aunque no tienes una obra concluida ¿por qué escogiste un paraje idílico y montañoso en Juayúa como una de las locaciones de tu nueva producción?

Este proyecto que se llama “Añil” habla sobre la memoria de mujeres que participaron en la guerra civil salvadoreña y está específicamente enfocado en el tema de violencia sexual. Queríamos utilizar distintas locaciones que ejemplifican o que hablan sobre ciertos paisajes arquetípicos salvadoreños. Tenemos el paisaje del campo, digamos de la naturaleza exuberante, de los cafetales. Teníamos paisajes del pueblo y paisajes urbanos. 

Entonces para hablar del campo nos fuimos a Juayúa. Para hablar de los pueblos estuvimos en Aguilares, Chalchuapa, en el sitio arqueológico Casablanca, en Zaragoza (La Libertad) y en San Salvador. Entonces no era realmente una decisión de que la historia esté relacionada a esos lugares,  sino que era como por facilidades de producción donde poder encontrar cierto tipo de paisajes rurales o de pueblos pintorescos o de una urbanidad más grande que San Salvador, por ejemplo.

En tu nuevo documental juegas con la metáfora, pero esta es compleja de entender pues la temática es muy dura, es algo no contado, de la que sí se sabe, pero que nadie quiere hablar, ¿cómo llegas a eso?

Sabíamos que teníamos ante nosotros un tema tan difícil de hablar que queríamos rodearlo de algún modo. Que la narrativa no girara solamente en torno a esto, sino que tuviéramos otros elementos que nos permitieran darle otro enfoque o de alguna forma matizarlo con otro tipo de narrativas.

En la producción discutimos sobre cómo poder usar elementos identitarios salvadoreños para hablar un poco de la historia de El Salvador, para hablar un poco del espíritu de los y las salvadoreñas que, a pesar de todo, sigue vivo y sigue de pie. 

Y pronto llegamos al añil como uno de los elementos como identitario del país o de la cultura, de la identidad salvadoreña, pues el añil tiene que ver mucho con el campo, tiene que ver mucho con los frutos de la tierra tiene que ver mucho con el trabajo de la tierra, pero también tiene que ver con un color natural que le da mucha identidad al salvadoreño porque está exactamente en el color de la bandera. En general el azul está tan relacionado a El Salvador que nos parecía que nos podía ayudar a generar metáforas poéticas sobre el espíritu salvadoreño, que ayudarían a contrarrestar la discusión tan pesada, pero tan necesaria, que teníamos que tomar. 

Entonces eso nos equilibra un poco para tener una narrativa en distintos niveles de gravedad y por eso es que decidimos usarlo como elemento poético.

López toma como punto de partida las investigaciones realizadas durante cinco años por la académica Paula Cuéllar.

¿Cuántos son los testimonios o las protagonistas que fueron seleccionadas?

Sí, la investigación abarca más de una docena de mujeres que dieron su testimonio desde distintos puntos y distintas experiencias; aunque la película específicamente se queda con dos protagonistas.

¿Estamos hablando de un largometraje en formato de cine documental?

Pues sí estamos hablando de un largometraje pero eso lo veremos en la edición final porque puede ser un mediometraje. Pero nuestro objetivo es claro al denunciar estas historias.

Vienes de “Polvo de gallo” que fue una apuesta de ficción, pero ante esta realidad tan dura ¿es mejor el documental como instrumento audiovisual en tu opinión?

O sea, yo creo que el tamaño de las producciones está bastante delimitado por el presupuesto que uno tenga, verdad. Claro, por desgracia en El Salvador no hay fondos para hacer cine bueno. Desde hace un par de años ahí está el fondo de Ibermedia, pero que igual tarda unos dos o tres años por lo menos para poder ejecutarlo. Y hay proyectos más urgentes o proyectos que tienen la capacidad de adaptarse a formatos más pequeños, más minimalistas, más artesanales. Por ejemplo, “Polvo de gallo”, aunque es una película de ficción, tiene un lenguaje muy experimental que era posible hacer con pocos recursos que era lo que teníamos con algunos fondos, que no tienen que ver con el circuito del cine.

En el caso de esta película tiene también un poco de fondos, pero no íbamos a hacer una ficción porque una ficción cuesta 20 veces más de lo que teníamos.

De todas maneras tenemos el testimonio de las personas y es tan fuerte y tan importante escuchar la voz propia de las mujeres que era muy evidente que el documental era la mejor salida. Sin embargo, sí tenemos el apoyo de tres actrices que juegan un doble papel en la pantalla. A veces son ellas mismas siendo actrices y a veces son ellas interpretando parte de los testimonios.

Entonces, escuchando tu pregunta creo que hay una continuación en esta película en el sentido de que estamos haciendo algunos experimentos de representación. No estamos jugando con la representación de la realidad poniendo a interactuar un testimonio de una persona real con una actriz, sino que captamos qué le pasa a esa actriz cuando recibe esta información tan dura, cómo la entiende ella desde su punto de vista de una mujer joven del siglo XXI de El Salvador.

Entonces sigue habiendo una exploración artística sobre la representación, sobre las fronteras entre documental y ficción; pero, a diferencia de “Polvo de gallo” en este caso va a ser un documental con algunos tintes de ficción. Aunque el compromiso político sigue muy vigente con la memoria histórica como en “La batalla del volcán” con los temas que más nos preocupan como grupo de artistas y que distan mucho del cine comercial, pues tiene una apuesta más disruptiva.

“Decidí que antes de hablar del presente iba a hablar un poco del pasado para entender”, explica el cineasta mexicano-salvadoreño.
El tema del financiamiento no es tan fácil obviamente y estás fuera del ámbito comercial, pero ¿qué apoyos has logrado para entrar en un tema tan sensible?

Nosotros ya teníamos un proyecto armado y la intención de ocupar esta tesis doctoral en Historia realizada por Paula Cuéllar. Desde hace un par de años teníamos como ganas de llevar a la pantalla de alguna forma este texto y tuvimos la oportunidad de presentar el proyecto a una convocatoria que salió de una de las oficinas del PNUD para hacer justamente trabajos artísticos sobre memoria de mujeres en el conflicto armado. Así que lo metimos y fuimos uno de los proyectos beneficiados con el fondo que nos permitió pues filmar la película a través de una forma minimalista. Estamos haciendo proyectos pequeños en formato muy pequeño pero poniendo todo el corazón a la propuesta artística y a las convicciones políticas de lo que estamos diciendo.

Tus convicciones políticas tiene una línea muy determinada sobre la exploración de la memoria en una sociedad que carece de ella ¿Por qué Julio López no pierde la memoria sino que persiste en hurgar donde otros no quieren ni siquiera hablar de ello?

Creo que hay varias facetas. Por un lado me parece que en un principio sí tenía muchas ganas de hacer películas sobre la conflictividad del presente, pero me di cuenta de que no podía, no era capaz de explicar la conflictividad del principio del siglo XXI porque no entendía del todo la conflictividad de finales del siglo XX. De alguna forma como que yo no había logrado entender que la causa había sido el desconocimiento sobre la guerra civil, entre otras razones, por la falta de proyectos culturales artísticos que nos ayuden a entender qué fue lo que pasó.

Entonces decidí que antes de hablar del presente iba a hablar un poco del pasado para entender y al abrir esa puerta me encontré con un universo de cosas que hasta la fecha sigo trabajando. Me parece que en sociedades como las del norte de Centroamérica es súper importante tener dos vías de trabajo. Una que esté viendo al presente y otra al pasado porque es lo único que nos hará darnos cuenta de hacia dónde va el futuro del país.

Julio exploró el cine documental con “La batalla del volcán” y la ficción con “Polvo de gallo”, entre muchos de sus trabajos audiovisuales.

Eres de los que nacieron en los ochenta, es decir, creciste mientras el conflicto iba desarrollándose, pero ¿cuál es el entorno que determina esa claridad o esa convicción en tus decisiones como productor audiovisual?

Sí, definitivamente tiene que ver la educación y el ejemplo de mis padres dedicados a tratar de ayudar a los demás, tratar de hacer que estas sociedades tan desiguales sean sociedades más igualitarias. Creo que por la enseñanza de mis padres soy uno de los privilegiados de haber estudiado una carrera y desarrollar una faceta artística que empezó con la foto y luego siguió con el vídeo y ahora estamos haciendo estos proyectos cinematográficos urgentes en sociedades como las nuestras. Creo que es súper válido tratar de hacer cualquier tipo de producto audiovisual que sea de entretenimiento o con fines publicitarios, pero para mi sí es vital el compromiso social. Es un aporte a la construcción de discurso de El Salvador y por eso es que le apostamos con todo para ponerlos a circular en la plaza pública.

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