Cultura / Letras

Ilustración: Luis Galdámez

La luna de Christian Poveda

Mario Noel Rodríguez *

Enero 12, 2024

I

Amado Chris:

De una vez por todas, y por el amor de nuestra madre, quiero que abandonés esa porquería que nada bueno traerá. Yo sé que te has jugado la vida en otros países, que la cámara es tu amante, pero creo que ya estuvo suave, hermanito. Esa tu luna te puede llevar a lo indecible, nos puede llevar, pues sabés que soy tu única hermana y sólo te tengo a vos. Ya expusiste por años el pellejo, no le busqués tres pies al gato, no provoqués el peligro, hermanito.

Anoche vino la tía Aurora y preguntó por vos. Le dije que estabas por Centroamérica cubriendo una conferencia sobre el cambio climático. Soltó una carcajada que has de haber escuchado hasta allá. La tía habló que con tu talento bien podrías tener un buen trabajo aquí en París, o estudiar un doctorado en algo, no sé, especializarte en flora y fauna selváticas.  A mí en lo personal, eso de que fuiste corresponsal de guerra en Bosnia me dejó destrozada. Acordate que soy tu hermana mayor, y tu peligro es mi peligro, reíte, pero me siento un poco tu madre. Cuando me contabas los horrores de esa guerra, sentía un orificio en el estómago, orificio que se fue haciendo cada vez más grande. Por cierto, debo recoger este día las pastillas de leche de magnesia, pues como te digo, creo que tus peligros me hicieron el estrago en la panza.

La tía Aurora, quien tiene unos vecinos de padres que vivieron la experiencia de un campo de concentración, me contó cosas que rayan en el horror. La verdad es que el bigote loco, como le decíamos a Hitler, te acordás, quería el mundo para él solito. Y te juro que si conquista Europa luego hubiera seguido con América. Pues claro, hubiera comenzado con los países más vulnerables, como en el que vos estás dejando tu vida. Veo bien claro cuando niños nos disfrazábamos, yo haciendo fonomímica de una canción de la Piaf y los ojos como de borracha, y vos con un bigotito de mosca y caminando como Chaplin. Qué lindos que éramos, hermano. Mamá decía que los niños más lindos de Francia éramos nosotros, y lloraba sobre nuestras cabezas. Esa parte no me gustaba, pues la vieja se ponía apocalíptica hablando del fin de los tiempos, y decía que la tierra iba a reventar en pedazos y la gente corriendo sin lugar donde refugiarse, y los dos abrazados a sus faldas olorosas a limpio. Ese es un tema del que hablábamos cuando poníamos una sábana y jugábamos de casita, te acordás. Mamá está algo chiflada, dijiste, y te contesté que no dijeras eso pues nos caería un rayo como castigo. Me respondiste que era imposible, pues Dios se quemaría las manos cuando agarrara los rayos, y nos revolcábamos de la risa. La tía Aurora también se mata de la risa cuando le cuento estas historias.

Fue una tu exnovia, te acordás de Camille, quien me contó que le habían comentado que hoy andás con la luna de filmar las famosas pandillas. Hermanito, por la puta, ya estuvo suave. Esa gente no se toca los hígados para descuartizar a un cristiano. Las historias que he leído me han dejado helada. Cuentan que con el armamento que tienen son capaces de eliminar en tres días a cualquier blandengue ejército centroamericano. Vos me vas a matar, hermano. Camille anda asustada, se lo ha comentado a su esposo y ambos opinan que el riesgo es demasiado alto. El esposo de Camille imparte clases en la Sorbona y cree que por tu prestigio fácilmente te incorporás. No me vayás a salir con la retórica de servir a los más pobres. La lista es gorda de quienes han dado la vida por los pobres, y mirá, nadie se acuerda de llevarles tan siquiera una flor a la tumba. ¿Masoquismo o qué, hermano? Sé que esto te sonará fuerte, pero es la voz angustiada de una hermana que te ama. Ninguno de los dos trajo hijos a la vida, eso debería servirnos como para cuidarnos. Estamos solos en el mundo.

«Cuentan que con el armamento que tienen son capaces de eliminar en tres días a cualquier blandengue ejército centroamericano». Marie Therese

Mostré a la tía Aurora la cantidad de fotos sobre las guerras que cubriste. La tía repitió varias veces la palabra horror. Alabó tu ojo de fotógrafo, tu valor para jugarte la vida. Dijo algo que no me parece: el que por su gusto muere aunque lo entierren parado. Le dije que no estaba de acuerdo con eso. La tía me dijo que dejara de sufrir, que vos ya estás grandecito y que si te va mal será por tu gusto. La tía no puede comprender la hermosa relación entre hermanos. Chris, por ratos me dan ganas de quemar las fotos, pero sé que son parte de tu vida. Nunca las veo, pues se me revuelve el estómago.

Chris, sé que el mundo está convulsionado, nada menos hace una semana aquí en París asesinaron de varias puñaladas al hijo del presidente salvadoreño. Hubo indignación, parece que ya capturaron al asesino. Hermano,  una vez más te hago la petición de que te vengás, aquí tendrás techo y por tu prestigio no te será difícil encontrar trabajo.

Contestame lo más pronto posible, te ama,

Marie Therese

II

Entrañable hermana:

¿Cómo está mi loca Edith Piaf? Claro que recuerdo cuando mamá nos dejaba encerrados todo el día y nos divertíamos como enanos. A vos se te ocurría cocinar y armabas un caos en la cocina. Extraño las papas francesas, pues aunque haya papas francesas en todo el mundo, jamás como las hacías en casa, y es que vos le ponías algo muy tuyo, amor que le dicen. Vaya, no llorés, pues ante los nuevos tiempos tenemos que hacer el cuero duro, no demostrar que somos débiles. Es que si demostrás debilidad el mundo se te encarama, te ganan la moral y para salir de allí hay que doblegar esfuerzos.

Venga mi Edith Piaf, le imprimo un beso bien tronado en la frente. ¿Cómo anda tu vida, hermanita? ¿Te acordás la vez cuando dramatizamos el cuento Hanzel y Gretel? Esas cosillas hicieron que fuéramos bien unidos. Por eso, hoy te llamaré Gretel.

«Extraño las papas francesas, pues aunque haya papas francesas en todo el mundo, jamás como las hacías en casa». Christian.

Gretel, así es que el esposo de Camille dice que fácilmente encontraría trabajo en esa universidad, pues te voy a decir que prefiero la acechanza del peligro que vivo a diario en este país, que tener cerca a la famosa Camille y a su marido. Vos sabés que jamás he congeniado con la gente de derecha. Camille al principio, a pesar de ser una ricachona, me mostró un rostro que no era el auténtico. Hablaba de una revolución mundial a lo Ché Guevara, pero en el fondo era un aventurerismo extraño; era la niña rica hastiada de vivir en la opulencia. Fue un noviazgo puro sexo. Ahora te lo cuento. Como en su casa había abundancia, me conseguía whisky escocés, a cambio de complacerle sus fantasías sexuales. Esa rara mezcla de revolución social y sexo todos los días me estaba matando. Te acordás que vos decías que yo parecía muerto bañado. Era por eso. Ahora que ha pasado el idilio te puedo contar algo. Resulta que ella quería que viniéramos, desde París, a solidarizarnos con la revolución sandinista. Ella conseguiría los boletos aéreos. Era la época de “los contras” nicaragüenses. Hay que combatir a los contrarrevolucionarios, repetía acaloradamente, luego de hacer el amor. Imaginate, en lugar de leer poesía, bebernos una copa de buen vino o reflexionar sobre tener hijos, hablar de la revolución socialista en Centroamérica. Estuvo a punto de abandonar la riqueza para dedicar su vida a “la causa”. El idilio terminó por aburrimiento. Así de sencillo. Yo era pobre del mundo, ella rica estudiante de la Sorbona. Muerte al imperialismo norteamericano, decía furiosa, cuando le contaba que cuando niños a veces nos acostábamos sin cenar. Muerte a mi padre, le contestaba, que nos abandonó por otra mujer. Y venían las discusiones estériles: yo citando a Rimbaud, ella a Darwin. Yo soñaba con escribir versos, ella quería dinamitar las raíces de la injusticia. Imaginate las platiquillas, luego de estar en el paraíso. Fue aburrimiento mutuo.

Antes de que se me olvide. Quisiera que buscaras con especial dedicación las fotos en las que aparece papá. Claro, antes de conocer a mamá. Sigo estructurando el famoso libro sobre “las resistencias”. Nada menos anoche vi una excelente película española sobre los grupos indígenas haciendo frente al conquistador español. Pude ver el cuerpo desnudo de papá alcanzado por el fuego del arcabuz. La tía Aurora de seguro ha de tener algunas. Aunque tenemos fragmentada la vida de papá, quiero que sea el personaje principal del libro. Sí, yo sé que jamás le perdonaremos la canallada que hizo a mamá, pero me interesa su vida loca, que desde muy joven fue una mezcla de existencialismo, marxismo, machismo y lucha contra el invasor nazi. Estábamos muy pequeños cuando mamá nos mostraba las fotos de papá. Decía que los héroes, casi siempre son unos hijos de puta, mal nacidos. No nos pedía que lo odiáramos, pero me decía que yo no fuera a ser como él. Mamá decía que tuvo que aguantarle en silencio sus borracheras y mujeres. Pero aquello no podía ser eterno. Te encargo que me busqués las fotos de esa rata, por favor.

«Ellos saben que yo no podré resolverles su problema, pero están conscientes que estas imágenes sensibilizarán al mundo». Christian

Ahora te contaré en lo que ando. Quisiera ver a la burguesa de Camille en estos barrios olvidados de Dios. Hoy ha sido un día intenso. Los jóvenes con los que trabajo vienen de hogares desintegrados, como el nuestro, con la diferencia de que en el nuestro mamá fue un fuerte pilar, amoroso e intachable. Aquí la prostitución infantil, el alcohol, la droga, el desempleo campean a diestra y siniestra. La mayoría oscila entre los quince y veinte años. Sus cuerpos están completamente tatuados de leyendas relacionadas con sus vidas vividas al extremo: mujeres desnudas, cristos, rosas rojas, pistolas, puñales, frases llenas de odio, y más de un demonio en sus jóvenes cuerpos. Me imagino que estarás pensando que son seres demoníacos. Son jóvenes que no han tenido una oportunidad, faltos de afecto, herederos de una violencia que no nació ayer. Todos llevan un sobrenombre del que se sienten orgullosos: el yegua, el jediondo, el yul briner (por el actor gringo), la llorona, el culo de ostra, el buki, la pisona, el polvo de gallo, la tetas de aire, el trifulca. Yo quisiera decirles el verdadero nombre, pero eso no se permite. Con ellos realizo un proyecto fílmico que va por buen camino. Me dicen de varias maneras: el franchute, el míster, el chele. No creás que fue fácil ganarme su confianza. Al principio no querían que los filmara, apagá esa puta cámara, me decían. Cada uno de ellos lleva un drama entre pecho y espalda. Ellos saben que yo no podré resolverles su problema, pero están conscientes que estas imágenes sensibilizarán al mundo. Hay una pandillera que con su belleza podría tener éxito en el cine francés, la forma de sus ojos me recuerda a Brigitte Bardot. Puedo leer el grito de auxilio de estos seres humanos. Todos muy colaboradores.

Ayer asesinaron al Muerto. Eso me ha provocado una enorme tristeza.

Pedí autorización para filmar la vela. La película que utilicé es tan sensible que no necesité de lámparas. Las candelas me daban la luz perfecta. Recordé a Kubrick en la hermosa escena de las velas en “Barry Lyndon”. Te transcribo la letra de la canción que entonaron al unísono treinta jóvenes:

Siento que es duro si un amigo se va

y su alma camina hacia la eternidad.

Él se fue y ya no vendrá,

y para siempre se fue ya,

y su recuerdo se quedará.

Pero ya que descanse en paz,

¡que vayas con Dios, oooooo,

mi amigo del alma,

me despido y jamás me voy a olvidar

de nuestra linda amistad!

¡Órale, homies!

Yo estaba con los pelos parados. Nadie lloró, nadie rezó. Un pastor evangélico quiso dar un mensaje pero no le permitieron. Una hermana del asesinado estaba tan borracha que casi bota el ataúd. Toda la noche y madrugada bebieron aguardiente, fumaron mariguana y prometieron venganza haciendo señales con los dedos.

Este día filmaré el testimonio de una pandillera. A sus quince años ha sido violada en repetidas ocasiones, le falta un ojo y es portadora del VIH.  Le apodan la Chucky.

Gretel querida, te suplico que busqués las fotos de papá. Si las encontrás te irás al cielo, sin necesidad de visa. Te amo

Christian

III

Hermanito del alma:

Vos querés matarme. Si estuve a punto de morirme con la separación de nuestros viejos, si casi morí con tus locuras en esas malditas guerras, hoy sí me matarás. ¿Por qué te atrae tanto el peligro? Mamá estaría muriendo igual que yo. Ella aún vivía cuando estuviste en Bosnia, sólo Dios sabe lo que sufríamos las dos. Acordate, ella muy católica le pedía a la Santísima Trinidad que te protegiera. Yo sé que vos no creés en eso, pero por sus ruegos a vos no te pasó nada. Hermano, ya expusiste el pellejo y te salvaste de milagro, creo que ya estuvo suave. No es que crea que esos chicos sean demoníacos, para nada, ellos son simplemente seres del infierno. No me digás que disfrutás con el peligro, porque si es así, dejame decirte que comienzo a sospechar que sos un caso clínico. Mamá contaba que papá le contaba que la clandestinidad en el tiempo de “la resistencia” era algo increíble. Pero, Hanzel, se trataba de una guerra contra el invasor bigote loco, pero esa guerra estúpida entre pandillas es la anarquía total, gente jodida jodiéndose la vida y jodiendo a los demás. Te juro que Camille manifestó su preocupación por tu vida. Por cierto, qué loca Camille. Nunca creí que fuera tan obsesionada con eso de “patria libre o morir”, o “donde sea que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea”. Qué chistoso, y vieras el esposo es un conservador de los chapados a la antigua. Si supieran estos burguesitos que nosotros fuimos proletarios de verdad, pobres de verdad. Mientras ellos comían lo mejor de la cocina francesa, nosotros nos acostábamos con el estómago hecho un hueco. Y lo más chistoso que me contás, es que después del gran revolcón, ponerse a hablar de: ¡Proletarios del mundo, uníos!; hubiera tenido más sentido que dijera: ¡Proletarios del mundo, a coger se ha dicho! Pero no quiero salirme del tema.

«Pero esa guerra estúpida entre pandillas es la anarquía total, gente jodida jodiéndose la vida y jodiendo a los demás». Maríe Therese

Christian, no tenés que meterte a salvador de la gente, esa luna tuya terminará con mi vida. Mejor, salvame a mí. La vida está cada día más difícil, la barra de pan está por los cielos, me despidieron de la escuela donde trabajaba por las tardes; eso ha significado un apretón de cinturón. Vos tranquilo, pues hay organizaciones que creen en tu trabajo y lo apoyan. Pero estás jugando con fuego. El esposo de Camille trajo una revista con fotos de una española que logró ganarse la confianza de estos villanos. Hermano, da escalofrío ver a estos seres. Hay una historia que cuenta de cómo ingresan a las pandillas. Les dan una tremenda zarandeada como iniciación. Qué lindo inicio para esos jovencitos que les espera la cárcel o la muerte. Esos tipos no tienen alma. ¿De qué viven? Me imagino que con esa facha nadie se arriesga a darles trabajo. Yo me los imagino atemorizando a la gente trabajadora, arrebatando sus pertenencias. No, hermano, olvidate de Camille y su marido, aquí podrías trabajar en otros asuntos.

Te cuento que encontré unas fotografías del rata de nuestro padre, hijo de puta que estará ardiendo en los infiernos. Estuve a punto de quemarlas, pero sé que te servirán.

Pensalo, Hanzel, no podés exponer tu vida en medio de estas fieras, que no imaginan los desvelos que tuvo que pasar mamá para que vos fueras una persona honorable.

Tu Marie Therese, quien te ama más que nadie

IV

Hermana linda:

Este día he vivido mil años. Logré filmar la muerte de una pandillera. Me temblaba el cuerpo, pero estaba captando los destrozos de una sociedad que muerde su propia cola. Ella se encontraba en una parada de buses deteniendo a las personas para pedirles monedas. La gente la esquivaba, pero ella insistía que tenía hambre, que no había comido en dos días. Tres jóvenes de la pandilla eran los padres de los tres hijos de esta pandillera. Sólo uno estaba vivo, dos ya habían pasado a mejor vida. Me llamó fuertemente la atención que de un carro blanco bajara un joven y le gritara algo que no logré entender. Ella comenzó a llorar y a revolverse el cabello. El joven desenfundó un arma y le descargó todas las balas. Corrió hasta el auto que lo esperaba con el motor encendido. Apagué la cámara y corrí hacia ella. Tomé en mis brazos su cuerpo primaveral y le repetí que aguantara. Pronunció palabras sacadas del mismo infierno, el color de su piel era el color del más allá. Llamé al celular al jefe de la pandilla para informarle de la tragedia. El mamón  contestó de forma seca, que los traidores serán borrados de esta tierra puta. Vos limitate a hacer tu trabajo, cabrón. Y me colgó. Recogí la cámara y pedí a unos borrachines que me ayudaran a subirla al taxi. En el camino vomitó un líquido negro, que supongo era lava de su maltratado corazón. Dije que la había encontrado agonizante en la calle, los médicos me interrogaron y que me fuera. Salí con una sombra en la cara, violines de la infancia sonaban frenéticamente. Me dirigí a mi apartamento, me duché y dormí. Tuve un sueño raro: ambos éramos niños, mamá me había vestido como el Santo Niño de Atocha, yo bien serio mirándote y vos riéndote y lanzándome yeso de colores.

Desperté hasta el siguiente día. Revisé el material del día anterior: logré captar la discusión y el primer impacto de bala. Sin proponérmelo logré lo que Antonioni en Blow-up, el instante justo de lo fatal.

Hermana, la vida me tiene aquí. Sé que tu amor hacia mí es grande, pero este es el proyecto de mi vida. A lo mejor, el gran imán sea el sinsentido que tiene todo entre los jóvenes de este país. Quieren borrar de golpe la pesadilla que viven. Pero claro, los mayores se dan golpes de pecho y se echan la culpa entre ellos. Nadie quiere asumir la responsabilidad del sangramiento cotidiano. Este proyecto es un grito de auxilio, vos mejor que nadie lo entiende.  La gente dirá que estoy loco, que lo digan. Este es un pequeño apocalipsis que mi cámara va registrando y que el mundo debe conocer.

Ya no parés oídos a Camille, la novia que invocaba a Marx a la hora de coger en aquellos hospedajes de lujo; que mejor hable de su Revolución francesa, de la revuelta de mayo 1968, del colonialismo francés, eso le queda bien. A la tía Aurora dile que ando filmando los mares de este trópico, que le mandaré fotos. Aunque no te cuento en detalle el día a día, creo importante que sepás en lo que anda el famoso Hanzel. Debés de tener calma, yo tengo que regresar, no sé cuando, para mostrarte el resultado de este jugarse la vida ante la vida.

«La gente dirá que estoy loco, que lo digan. Este es un pequeño apocalipsis que mi cámara va registrando y que el mundo debe conocer». Christian.

Sé que en el fondo hay una luz de esperanza en el interior de estos jóvenes. Es que da coraje. Mientras los jóvenes franceses coronan sus carreras universitarias para luego engrosar las empresas movidas únicamente por el dios dinero, estos jovencitos saben que el mañana no existe. Es duro escucharlos hablar de Dios, de los políticos, de la pandilla contraria. Duele ver a un joven de trece años con un arma de fuego escondida en su cuerpo.

Creo que papá, claro, ese hijo de cien mil putas, estaría orgulloso de este mi proyecto de vida.

Mañana me espera un día difícil. Registraré una pinta de paredes. Espero nos acompañen los dioses griegos.

Tu Hanzel

P.D. Se me olvidaba decirte que llevo conmigo toda la documentación que me acredita como periodista de agencia internacional. La vez pasada los extravié y tuve que dar mil vueltas para volverlos a tener. En la cartera que perdí andaba una fotografía de nosotros cuando niños. Ay, hermana, a quién se le ocurrió que creciéramos y perdiéramos la ternura en el mirar.

V

Christian muy querido:

Debés confiar en mí. A Camille le diré que desististe de tu idea loca. A la tía Aurora le diré que te han contratado como fotoperiodista deportivo de un periódico de primera. ¿Te parece que les diga eso? Sé que miento, pero soy fiel a la hermandad de hermanos. Considerame ferviente coleccionista de tus lunas. 

Hermano, tuve un sueño espeluznante. Soñé que un grupo de pandilleros te acorralaba y te mataba a puras mordidas. Al despertar lloré con grandes suspiros, como la vez que mamá me dijo que si no hacía las tareas me llevaría al bosque para dejarme perdida. Luego vino lo de Hanzel y Gretel, y la historia fea de volvernos adultos.

Quiero entender tu loco proyecto, pero desde aquí imagino lo peor. Imaginate, que el inocente asesino que mató a balazos a la pandillera, se percata de que estabas filmando. Aunque no creás, pienso que en esos momentos críticos lo único es la Santísima Trinidad de mamá la que te socorre. Ella le tenía una fe ciega. Una vez que se quedó sin trabajo, dijo que la Santísima Trinidad la sacaría adelante. No pasó mucho tiempo sin trabajo. ¿O ya se te olvidó el cuadro que teníamos en el centro de la sala?  Ignorancia o como le querrás llamar, crecimos en un hogar católico. Todo cambió cuando la Universidad comenzó a “abrirte los ojos”. A mí no me agradaba cuando discutías con mamá de la no existencia de Dios. Un día le dijiste que en lugar de ese cuadro deberían estar otras tres divinas personas: Rimbaud, Valery y Bretón. Ese día mamá lloró como cuando Gretel escucha los aullidos de los lobos en pleno bosque. Creo que a veces se te pasaba la mano. Tengo bien presente cuando le dijiste que si existe el cielo, de seguro estarán esperando en un portón invisible a Pablo de Tarso todos los niños y niñas que asesinó. Es un asesino, le gritaste a la cara. Yo no podía rebatirte, pues creo que era tu punto de vista, y mamá nos enseñó a ser respetuosos. Recuerdo que con su rostro enjugado en lágrimas te imprimió cuatro besos en forma de cruz: uno en la frente, otro en la barbilla y los otros en ambas mejillas. Esos actos de amor sólo podían nacer en un corazón grande como el de mamá.

Compré los libros de esos tres poetas que mencionaste, tres genios sin lugar a dudas, pero la Santísima Trinidad sigue estando donde mamá la tenía. Junto al cuadro, he colocado un retrato primaveral de mamá.

«Te he visto desnudo en una habitación húmeda y maloliente, siendo señalado de infiltrado por esas fieras». Marie Therese.

La gente dice que no hay que hacerle caso al corazón, pero yo he logrado comprender las señales que él nos envía.

Te he visto desnudo en una habitación húmeda y maloliente, siendo señalado de infiltrado por esas fieras. Uno de ellos te grita a la cara que enviarán a Francia tu cuerpo en pedazos. Christian, no quiero hacerle caso al corazón. Vos sabés que muchas veces me ha hecho malas jugadas. Dos noviazgos que estuvieron a punto de concluir en el altar. Era el corazón el que estaba dislocado. Sudo helado cuando el corazón me da señales trágicas.

Hermano, Hanzel, no podía pasar por alto sin contártelo. Donde sea que te encontrés, sos mi sangre, es nuestra sangre la que se agita. Sé que mamá estaría orgullosa de vos, que sos un atrevido al emprender proyectos locos. De papá no quiero hablar. Nada más dejame decirte, que si algo te llega a suceder, yo soy capaz de ir, aunque sea nadando y vengarme. Es que cuando tocan la sangre, la misma sangre, uno es capaz de cualquier locura.

Gretel canosa, la de siempre

VI

Amadísima hermana:

No tenés que exagerar. El corazón es una vieja maquinaria conducida por un anciano ciego, torpe y asexuado. No me malinterpretés, pero creo que a ese anciano se le atribuyen, irresponsablemente, las grandes oscuridades humanas. No te ofendás, pero jamás creí ni en horóscopos, ni en dictados del corazón. Bosnia y la guerra salvadoreña curtieron mi vida. Lo que viniera después sería vivir de agregado. Una vez en El Salvador los soldados detuvieron mi vehículo y me señalaron de ser colaborador de la guerrilla. Me tuvieron dos días amarrado y amenazándome de muerte. Un voluntario francés de la Cruz Roja Internacional me reconoció y habló con el Coronel, un hombre que en diferentes ocasiones afirmó que en una semana acabaría con “los farabundistas”. Aunque, creo que antes los exterminaría con el golpe a fosa séptica de su aliento. Al voluntario lo hizo firmar un papel en donde aseguraba que yo no tenía ninguna conexión con los insurgentes. Pero como hoy estás arriba y mañana estás abajo, años más tarde, sentado en una banca de un parque céntrico de la capital salvadoreña, me encontré con dicho militar, ya sin honores y sin trabajo. Estuve a punto de detenerlo y decirle que en la oficina estábamos necesitando un mensajero.

En otra ocasión, cuando la guerrilla salvadoreña liquidó a los guardias en un poblado, el comandante me pidió que ayudara a cargar una ametralladora. La revolución se hace no sólo con hacer peliculitas o tomar fotos, los artistas están obligados a embellecer la toma del poder popular; además le luce llevar en hombros las armas del pueblo, dijo el famoso comandante Justo. Una guerrillera con ojos de cielo se encargó de llevar mi cámara. Filmé a hombres, mujeres y niños disparando contra la larga noche del horror. Te juro que alguna vez, en fuego cruzado, pensé en mi revolucionaria novia. La imaginé muerta de miedo, bajando a todos los santos del cielo, llorando por sus papis.

Yo me sé manejar y cuidar, hermanita protectora. Además, te puedo asegurar que la mala yerba nunca muere. Te amo.

Christian, tu Christian, desde la comunidad Santísima Trinidad (mamá no lo creería).

* Poeta, escritor, periodista cultural, publicista y promotor de lectura salvadoreño. Es dinamizador del club de lectura Aquí leemos.

Apoya Espacio Revista con tu contribución solidaria mensual

Apoya nuestras publicaciones y las voces de la sociedad civil. Con tu contribución, podremos mantener Espacio Revista gratuita y accesible para todos.

©Derechos Reservados 2022-23 ESPACIO COMUNICACIONES, LLC

Mario Noel Rodríguez *