Cultura

Ilustración: Luis Galdámez

La campaña nacional contra William Walker y las políticas del olvido

R. M. Valdez *

Diciembre 1, 2023

El intento de ocupación de tierras centroamericanas por tropas del filibustero estadounidense William Walker es un hecho que en algunos países de América Central no se recuerda con la importancia que revistió para la consolidación de las repúblicas centroamericanas a mediados de mil ochocientos.

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El historiador costarricense Víctor Acuña (2016) observa que, mientras en su país existe una saturación de la memoria sobre la campaña nacional de Centroamérica contra la ocupación de Nicaragua por William Walker (1856-1857), en el resto del istmo casi no se la recuerda. No se conmemora por los estados ni es parte del imaginario popular —con la excepción de Nicaragua, donde se observa la batalla de San Jacinto del 14 de septiembre de 1856 (en la que sus fuerzas infringieron una derrota parcial a los filibusteros), prácticamente en conjunción con las celebraciones de la independencia.

En Costa Rica estos sucesos, ocurridos fuera de su territorio, son investigados, estudiados en las escuelas, rememorados y ficcionalizados incluso más que en Nicaragua. Hay todo un “kit de la memoria”, una consistente y variada política que pone el foco en el liderazgo y la sacrificada movilización costarricense. En El Salvador, Honduras y Guatemala, en cambio, parece más bien haber habido una política del olvido, un desdibujamiento de estos graves acontecimientos en los que sus ejércitos pusieron muchas bajas. ¿Por qué? El olvido en El Salvador es especialmente llamativo considerando que su general de más alto rango, Ramón Belloso, fue el primer comandante de los ejércitos aliados contra Walker y dirigió las tropas en algunas de las batallas más brutales.

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Para Costa Rica, estos hechos fueron los primeros genuinamente heroicos de la era independiente y definieron un ethos a su nacionalidad. Previamente, la independencia de España le había pasado casi inadvertida y tuvo una confusa participación en el asesinato de Morazán en 1842 —donde un pequeño grupo de europeos residentes en Costa Rica y en cargos de poder, afines a la Corona Inglesa, lideraron el levantamiento contra quien hace muy poco había sido declarado presidente y “libertador” por la asamblea legislativa.

Para los “estados del centro” (El Salvador, Honduras y Nicaragua) y Guatemala, lo de Walker fue una catástrofe causada por ellos mismos. Walker no invadió Nicaragua: él y sus hombres fueron invitados en 1855 por los liberales o “democráticos” asentados en la ciudad de León, lo que hicieron con el respaldo de los liberales de los estados del centro. Cierto es que muchos de ellos creían en los sonoros clichés de la “misión civilizadora” que profería Walker. Pensaban que sólo la cultura anglosajona sería capaz de sacar a Centroamérica del atraso característico de la “raza hispano-indígena”. Esperaban que el apóstol del Destino Manifiesto —así llamaban a Walker— trasplantara instituciones, usos y costumbres, métodos de trabajo, prácticas religiosas; en suma, que civilizara al país. Lo que no resulta creíble es que ésta haya sido la razón por la que lo llamaron en esta grave coyuntura bélica, como pudiera concluirse de los trabajos de Michel Gobat (2005, 2018).

Walker se hizo con el control de la situación justamente cuando las tropas guatemaltecas venían sobre Nicaragua, la presa más codiciada por las potencias.

Acudieron a él para que los ayudara militarmente contra los conservadores afincados en Granada y sus aliados guatemaltecos apoyados por los ingleses, quienes se encontraban en ofensiva en todo el istmo luego de la derrota de Morazán y la consolidación de Rafael Carrera como presidente vitalicio de Guatemala y temible dominador de toda Centroamérica. En Costa Rica gobernaban conservadores con relaciones cordiales con los ingleses y Guatemala, que no apoyaron la idea de traer al filibustero. Cuando Walker dejó en claro su intención de expandirse a Centroamérica y en especial a Costa Rica, que compartía con Nicaragua el río San Juan, los ticos le declararon la guerra y exhortaron a los demás centroamericanos a sumarse. Para Costa Rica la amenaza era inmediata.

Hacia el tercer cuarto del siglo XIX, Inglaterra logró por las armas establecer las colonias de Belice y las Islas de la Bahía, una reserva autónoma del pueblo miskitu en la Mosquitia nicaragüense, un puerto libre en San Juan del Norte y una guarnición en la Isla del Tigre en el golfo de Fonseca. Es decir, concretó un esquema de control territorial sobre el futuro canal interoceánico por Nicaragua y sus rutas de tránsito en el Atlántico y en el Pacífico. Pero no pudo sostenerlo. Su influencia y presencia decayeron irreversiblemente debido a sus propias flaquezas como imperio, a la inacabable rebeldía e inestabilidad que generaban los centroamericanos y, sobre todo, a la presión de un cada vez más presente y fuerte Estados Unidos, país que finalmente aceptó que se quedara con Belice a cambio de que abandonara sus demás posesiones.

El teatro de operaciones de Walker en Nicaragua

Fuente: Autor desconocido. Publicado en Filibusters and Financiers; the story of William Walker and his Associates, de William Scroggs. New York: The Macmillan Company (1916).

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Pese a sus conocidos antecedentes supremacistas y expansionistas, los liberales estuvieron de acuerdo en acudir a Walker como un crítico refuerzo —hay que subrayarlo—, especialmente contra los ingleses, a quienes Walker, el gobierno y la prensa de Estados Unidos consideraban una presencia indeseable en Centroamérica. Walker se hizo con el control de la situación justamente cuando las tropas guatemaltecas venían sobre Nicaragua, la presa más codiciada por las potencias. Uno de sus primeros actos como presidente de Nicaragua fue la convocatoria a una reunión centroamericana para discutir el restablecimiento de la Federación. Hacia fines de su gobierno restableció la esclavitud de los africanos, abolida por los centroamericanos en 1824. Entre diez y doce mil colonos fueron atraídos a Nicaragua por el proyecto de Walker, en lo que fue “uno de los éxodos más grandes de colonos estadounidenses al extranjero” (Gobat 2018).

A la calamidad de la Guerra Nacional siguió una epidemia de cólera de alcance regional. Ramón Belloso murió en El Salvador por esta enfermedad causada por la contaminación masiva de aguas ocasionada por el conflicto, después de que renunció al mando de las tropas aliadas bajo sospecha de haber dejado escapar a los filibusteros de Granada, hermosa y antiquísima ciudad que redujeron a escombros. Se impuso en toda la región una dura dominación conservadora que duró tres décadas durante la que perdieron el poder y la vida muchos líderes liberales como Gerardo Barrios. Se perdieron territorios e islas ante una Inglaterra que operaba a sus anchas de la mano de Carrera, los miskitu en la costa atlántica y los empoderados conservadores del istmo, republicanos reticentes afines a la Corona y la Cruz.

“¿Dónde están Castellón y los jefes del bando democrático de León, cuya locura abrió las puertas de Nicaragua a la invasión de Walker?”, reclamó un nicaragüense en 1857 en la Gaceta del Salvador en una protesta que bien pudo haber dirigido también a los liberales de los países del centro. “Arrinconados, postergados, sumidos en el olvido, como digno galardón de su conducta”. No extraña que muchos líderes en El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua dejaran en el olvido esa debacle auto infringida, ese espinoso recordatorio de que (aquí se impone una memorable expresión colombiana) no hay que dar papaya.

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Todos los gobiernos centroamericanos coincidieron en olvidar una faceta crucial de estos trágicos acontecimientos: el incitamiento ante sus cavilaciones iniciales, el financiamiento, las armas, el apoyo logístico y los hombres que les facilitó Cornelius Vanderbilt, el notorio tycoon ferrocarrilero y naviero estadounidense conocido como el Comodoro. Este apoyo fue parte de su guerra personal contra “ese soldadito de plomo barato en Nicaraguey” —como llamaba Vanderbilt a Walker y a Nicaragua— quien a resultas de una disputa económica le había incautado buques y quitado la patente para operar la extraordinariamente rentable Ruta del Tránsito entre los dos océanos.

Se impuso en toda la región una dura dominación conservadora que duró tres décadas durante la que perdieron el poder y la vida muchos líderes liberales como Gerardo Barrios.

En este punto la historiografía del Norte y la de Centroamérica difieren. La primera pone en Vanderbilt casi todo el peso del fracaso de Walker en Nicaragua. Walker mismo acusó a Vanderbilt y sus hombres, en conspiración con Estados Unidos e Inglaterra, de ser los responsables de su derrota. Se da por sentado que los ejércitos aliados de Centroamérica “florecieron de la nada”, incitados, financiados y armados por Vanderbilt. Las batallas para recuperar San Juan del Norte fueron dirigidas por hombres de Vanderbilt.

La historiografía centroamericana destaca los esfuerzos propios, comenzando por el empréstito que gestionó en Suramérica el presidente de Costa Rica, Juan Rafael Mora, para financiar la guerra. “De las repúblicas hispano-americanas del Sur hemos recibido muestras inequívocas de confraternidad”, informó Mora a la asamblea legislativa de su país mediante un comunicado que fue distribuido en Centroamérica. “Nuestros comisionados para solicitar un empréstito (…) fueron recibidos en el Perú y en Chile (…) habiendo así mismo recibido comunicaciones importantes de Brasil, Nueva Granada, Bolivia, Venezuela, Ecuador y Paraguay”.

Ilustración: Luis Galdámez

“Oportunamente”, ofreció don Juanito (como llamaban al presidente), “se os dará cuenta con los pactos celebrados entre el Gobierno y dichos representantes”. En El Salvador y Honduras se movilizó a los varones aptos para empuñar las armas y se impuso empréstitos internos forzosos. Para los escritores centroamericanos la incidencia de Vanderbilt no fue tan determinante. Pero ¿fue realmente así?

Los empréstitos extranjeros requerían protocolo y diplomacia ante gobiernos distantes que tenían limitaciones y sus propios conflictos. Mora finalmente obtuvo un empréstito del Perú —país que tenía holgura debido a las exportaciones de guano—, pero fue desembolsado hasta un año después de concluida la guerra, a través de una casa en Londres y no alcanzó la suma solicitada (Mora et al 2021). Para cubrir los gastos del conflicto, Costa Rica impuso un alto impuesto a las exportaciones de café y acudió al auxilio de Inglaterra: “los ingleses, con gran interés en la zona y viendo peligrar el proyecto del canal, facilitaron armas a Costa Rica y ayudaron a preparar a sus soldados”, subraya González Díaz (2019). El Salvador adoptó medidas punitivas contra los propietarios que estaban abandonando el país para evadir el pago de los empréstitos forzosos.

Los centroamericanos pusieron el grueso de los combatientes e impidieron, a costa de un sacrificio épico, un desmembramiento territorial mayor..

En tan apremiante situación, el Comodoro apareció ofreciendo una ayuda que los centroamericanos necesitaban desesperadamente, y se las brindaba de inmediato. Es razonable pensar que aceptaron la colaboración, algunos países posiblemente más que otros, pero los indicios dicen que, en general, fue sustancial. También es pensable que lo silenciaron para evitar acusaciones de corrupción o de que trabajaban para Vanderbilt o los ingleses. Luego de finalizada la guerra, Vanderbilt recuperó las naves incautadas por Walker y la patente para operar la Ruta del Tránsito.

Podría pensarse que dar a Vanderbilt tanta incidencia resta méritos a los Centroamericanos y en especial a los costarricenses. No es necesario ni apegado al proceso histórico plantear la cuestión así. Walker terminó enemistándose con todos (con los centroamericanos, Vanderbilt, los ingleses y Estados Unidos) y todos le declararon la guerra. La “campaña nacional” fue un prolongado conflicto internacional que se resolvió en varias fases en el cual actores tanto externos como internos tuvieron una participación crucial. Cada uno de los cuatro enemigos de Walker antes mencionados participó en el conflicto en procura de sus propios intereses y aprovechó los de los demás, aportó su ventaja comparativa y obtuvo lo que buscaba.

Los centroamericanos pusieron el grueso de los combatientes e impidieron, a costa de un sacrificio épico, un desmembramiento territorial mayor que habría tenido consecuencias drásticas para la región. Contribuyeron, sin proponérselo, a frustrar un estado confederado esclavista con una estratégica ubicación geográfica en la antesala de la Guerra Civil estadounidense.

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Luego de fracasar en su primera y más devastadora incursión sobre Centroamérica, Walker fue rescatado por la armada de Estados Unidos y recibido en Nueva York como un héroe. Seis meses después organizó una segunda expedición sobre Nicaragua, que fue promovida con gran entusiasmo por los medios de comunicación, incluyendo The New York Times y el Telegraph de Houston, Texas, que aseguraron a los interesados en embarcarse hacia aquella “tierra prometida y de aventuras” que ahora sí las cosas estarían all right.

Ante los públicos anuncios de la nueva expedición, cundió otra vez la alarma en la exhausta y magullada Centroamérica. Se emitieron decretos de protesta y se declaró que todo filibustero que asomara recibiría trato de pirata. Se prohibió la entrada de “todo el que hubiese servido en las filas de Walker” y se dio treinta días a los que todavía residían en Centroamérica para que la abandonaran. Nicaragua anunció que cerraría la Ruta del Tránsito a la primera señal de invasión.

La segunda expedición fue desbaratada por la armada de Estados Unidos cuando Walker y su gente ya habían desembarcado en San Juan del Norte. Walker retornó a su país entre fuertes polémicas sobre la actuación de su gobierno en su contra.

Finalmente, el decididamente terco Walker fue capturado por los ingleses en el puerto de Trujillo, Honduras, cuando intentaba ocupar Centroamérica por tercera vez. Fue entregado a fuerzas hondureñas que lo fusilaron de inmediato, el 12 de septiembre de 1860. Después de su deslucido final, Walker, el “hombre de quien más se hablaba en Estados Unidos”, cayó por completo en el olvido en su país1.

Referencias:

–        Acuña O, Víctor et al. 2016. Centroamérica: filibusteros, estados, imperios y memorias. Editorial Costa Rica.
–        Gobat, Michel. 2005. Confronting the American Dream: Nicaragua under U.S. Imperial Rule. Duke University Press
–        ——. 2018. Empire by Invitation: William Walker and Manifest Destiny in Central America. Harvard University Press.
–        Gonzáles Diaz, Marcos. 2019. La Guerra Patria Centroamericana, el conflicto en el que Costa Rica lideró a sus países vecinos frente a la invasión de los filibusteros estadounidenses. BBC NEWS Mundo, 18 de mayo.
–     Mora U., Sara et al. 2021. Historia de las relaciones diplomáticas Costa Rica-Perú durante el periodo de la Campaña Nacional contra los filibusteros (1856-1857): el caso del empréstito peruano. Revista Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Heredia, Costa Rica.

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* Salvadoreño, doctor en ciencias políticas.

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