Cultura

Donald Paz:
Perfil de un luchador por el arte

Texto: Alberto Barrera *
Fotografías: Luis Galdámez

Noviembre 17, 2023

Donald regresó a El Salvador desde Francia para liderar el proyecto El taller de los sueños, en Armenia, donde quiere darle una nueva oportunidad al arte y a la cultura para que aniden y crezcan en la niñez y juventud del lugar.

“A veces digo que no soy un artista, sino un utopista que a través del arte expresa sus sueños”, dice Donald Paz, un viejo teatrero y titiritero que volvió de Francia con una larga y nutrida barba cana, cargado de ilusiones para crear un centro de desarrollo y promoción del arte en El Salvador.

Sus amigos lo consideran un rebelde, un soñador y un activista que siempre tuvo liderazgo para impulsar y cumplir sus proyectos. Lo que él llama “escuelita de artes”, montada en Armenia en la casa donde vivió durante su niñez y adolescencia con su abuela y que por muchos años fue “un prostíbulo de mala muerte”, hoy es El taller de los sueños, un lugar similar al que creó en Francia en 1992.

Donald Paz impulsa proyectos culturales mediante talleres y presentaciones artísticas.

Con su entrega a lo que hace le despreocupa su imagen personal desaliñada, ni le importa lo que piensen. Su figura proyecta la de un bohemio y su voz, con risas incluidas, suena y resuena. Luis Galdámez, amigo suyo desde el bachillerato, dice que su imagen es “la de un rebelde”.

Para saber de él y de su proyecto lo entrevistamos en la sala para teatro que ha acomodado en la vieja casa. La  cámara fijada en el trípode, la luz adecuada y, como testigos, sus títeres don Quijote, Pinocho y Esmeralda, además de la mirada vigilante de San Simón.

Donald explica que el color negro de la sala es el neutro adecuado para el teatro. Añade que en alguna iglesia evangélica comentaron que sería usado para “ritos satánicos” y no contuvo la carcajada. Con seriedad dijo que su respuesta fue que esa casa, antaño un lugar de muerte, “hoy es un lugar de vida”.

Nació en San Salvador el 10 de junio de 1955. Sus padres fueron Donald Paz y Josefina Najarro, quienes pronto se separaron y a él lo llevaron a vivir con su abuela Camila Peraza en Tepecoyo, de donde se fueron a Armenia para que él estudiara. Donald fue uno de los 20 o más hijos de su padre.

Donald, tiro a tiro

¿Cuál es el recuerdo más feliz en tu niñez?
Ver las estrellas en las noches desde Tepecoyo.

¿Y el recuerdo más triste?
Haber visto puyados y macheteados.

Cuando animabas los actos culturales del MCP, ¿parecías muy contento?
Era una vida que tenía.

¿Ahora lo harías igual?
Estoy más cansado, pero sí, con entusiasmo.

¿Cómo ves el futuro del arte en El Salvador?
Aquí les vale verga el arte, no tenemos opción en la identidad cultural.

A inicios de 1970, en la plenitud de su adolescencia en Armenia, Donald era el orador en las actividades y los mítines de la Unión Nacional Opositora (UNO), que buscaba ganar las elecciones de 1972 con sus candidatos Napoleón Duarte (†) y Guillermo Ungo (†) y arrebatarle el poder a los militares, que competían con el coronel Arturo Armando Molina del Partido de Conciliación Nacional (PCN), que al final se impuso con un descarado fraude.

Artistas armenienses y escritores posan para la foto del recuerdo en la plaza central de Armenia.

“Mi abuela lloró porque encontraron un cadáver carbonizado como de 17 años. Hicieron misa y hubo colecta de 125 colones”.

Debido a sus encendidas alocuciones políticas lo capturaron y desaparecieron pero, gracias a su abuelo y tío, que fueron agentes de la ex Guardia Nacional, fue liberado, pero en Armenia lo dieron por muerto.

“Mi abuela lloró porque encontraron un cadáver carbonizado como de 17 años. Hicieron misa y hubo colecta de 125 colones” cuenta. Ahora recuerda sonriente la anécdota en la que el muerto estaba más vivo que nunca.

El camino de la rebeldía

Aquello fortaleció su carácter. “En vez de miedo me dieron más ganas de pelear y combatir a la dictadura”. Comenzó a gustarle la música de contenido, como la de Joan Manuel Serrat y le atrajo el teatro, por lo que se inscribió en el Bachillerato en Artes.

El bachillerato “era un nido de rebeldes (…) se enriquecieron las organizaciones político-militares, el ERP, la RN, el Partido Comunista y hasta el final las FPL”, recuerda al aludir a cuatro de los cinco grupos guerrilleros que en los 80 integraron el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que se enfrentó con el Ejército en un sangriento conflicto por más de una década.

Donald formó el grupo teatral “Los ignorantes”, nombre que aludía a que, con sus compañeros de estudio David Méndez “el Papo”, Edgardo Valencia, Homero López y Roberto Franco, “Tapia”, consideraban que los actores de los 70 trataban de mostrar intelectualidad, en cambio, ellos fueron con el arte popular a las calles y plazas públicas. 

Luego, junto a Dimas Castellón, Mariano Espinoza y Raúl Cuéllar crearon Maíz, otro grupo de teatro que presentaban obras en tomas de tierras, huelgas y protestas populares para llevar el arte a la gente del pueblo, cuando el país era un hervidero y la lucha revolucionaria armada se asomaba.

“Era un teatro callejero que usaba para su puesta en escena los escenarios más diversos, porque quería ser llevado a la gente en cualquier circunstancia”, recuerda su amigo Paulino Espinoza, músico fundador de la banda Yolocamba Ita que también aportaba su música en esa época.

Paulino asegura que desde esos días Donald ejerció “un liderazgo muy particular”. Piensa que su proyecto en Armenia “marca un hecho importante en su vida, (que) es el retorno, el reencuentro con la historia, con la vida y con las utopías. Los sueños no son cosas etéreas, intangibles e inmateriales, los sueños se construyen poco a poco y se materializan”, dijo.

El escritor Rafael Rodríguez Díaz participa en la presentación de su obra literaria en el Taller de Los Sueños.

“Era un teatro callejero que usaba para su puesta en escena los escenarios más diversos, porque quería ser llevado a la gente en cualquier circunstancia”. Paulino Espinoza.

David Méndez, su amigo y excompañero de estudios y de teatro, coincide en cuanto a que siempre “ha sido un soñador, no en el sentido abstracto y, en lo cultural, siempre ha querido acercarse a la gente”.

Luis Galdámez asegura que “desde los 70 en que nos conocimos ha sido la misma persona en cuanto a su forma de expresarse, muy jovial, directo en sus críticas y las dice frente a frente”. Donald lo acepta, aunque aclara que “no sé qué hubo en mí que me llevó a la palabra y me ha llevado a las mejores cosas y a mis peores problemas porque me cuesta callar”.

Del Salón Tenampa al Taller de los Sueños

Huyó del país en diciembre de 1980 con su compañera, un hijo recién nacido y botes de leche. En Guatemala ayudó a restaurar el grupo Teatro Vivo. Pronto estaría en México en donde su capital era un molote de salvadoreños refugiados o indocumentados. “(Allá) formé El Taller del Arte Popular Salvadoreño y seguimos apoyando la lucha del pueblo salvadoreño sin una militancia”.

“Los amigos que me conocen saben parte de mi trabajo de militante por la cultura, militante por la lucha de superación de nuestro pueblo, como muchos de nuestra generación que dimos nuestro tiempo, muchos dieron su vida para eso”, dijo al explicar que se fue por diferencias con algunos dirigentes de la izquierda. 

Antes, en el Bachillerato en Artes, fue miembro de grupos de teatro que posteriormente integraron el Movimiento de la Cultura Popular (MCP) que organizaba actos políticos de la izquierda con danza, música, teatro y otras expresiones artísticas bajo la bandera de la izquierda popular.

Con brío, pero con menos energía de la que tuviera aquel mozalbete que junto a “la China” presentaban actos político-culturales izquierdistas organizados por el MCP a mediados de los 70, recuerda la agilidad física y el uso de la palabra que alegraban el ambiente previo a la insurrección guerrillera, pese a que la sangre ya comenzaba a correr.

Donald quizá imitaba a su padre, el enmascarado “Saz I”, quien de un salto ingresaba al cuadrilátero cuando la lucha libre en los 60 era un deporte-espectáculo popular en el país, aparecía con agilidad en los escenarios de actos convocados por el MCP, principalmente en el auditorio de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional.

Después de su vida en Francia, donde quedaron sus cuatro hijos —tres de madre francesa—, país en el que organizó grupos, montó espectáculos teatrales y trabajó 18 años en hospitales psiquiátricos en los que aplicaba terapias de actuación que asegura fueron exitosas, regresó a crear el taller artístico a la ciudad que asegura deberle mucho.

Vanessa Girón  durante un ensayo de canto demuestra sus habilidades artísticas.

Donald fue miembro de grupos de teatro que posteriormente integraron el Movimiento de la Cultura Popular (MCP), que organizaba actos político-culturales de la izquierda.

“Yo me dije: ‘Aquí está ésta casa en Armenia y vamos a plantar donde no hay’”, sostuvo con vehemencia, y aunque aseguró no ver perspectivas para la cultura en el país, sigue con tesón el cumplimiento de su sueño en una casa que nada tiene que ver con ese pasado reciente de alcohol, prostitución y violencia, porque en ella hubo crímenes que nunca se investigaron.

Un viejo vecino recordó que en esa casa funcionó “el Salón Tenampa”, uno de tantos en esa zona a la que llamaron “calle sin ley” por los muchos delitos y crímenes que se cometían, y empeoró con el control que ejercieron las pandillas en la última década. 

La vieja casa, que hoy luce restaurada y limpia, y cuya fachada está pintada de un radiante amarillo con un logo y el nombre en español y francés El Taller de los Sueños, “era el salón más famoso, donde habían más mujeres”, y era el más visitado “porque siempre habían muchachas ‘bien bichitas’ encerradas en cuartos ‘morras’ de unos 15 años”, dijo un vecino que  no quiso identificarse.

Nadie sabe cuánta gente murió violentamente en ese lugar, pero Donald se enteró que “fue un prostíbulo de mala muerte”, y durante los trabajos de restauración encontraron huellas de impactos de bala en las ventanas. Suponen que algunos cadáveres estarían enterrados en el lugar, pero no saben dónde. De lo que sí están seguros es de que el actual “es un proyecto sano”.

Pero no ha sido fácil iniciarlo, aunque ya muchos jóvenes reciben clases de pintura, música y otras artes, y se han montado eventos como exposiciones de pintura y otras actividades.

* Periodista salvadoreño

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