Crónica

Ilustración: Luis Galdámez

Reencuentro de familias con sus hijos e hijas desaparecidas

Redacción Espacio Revista

Octubre 20, 2023

Hace casi 30 años que un grupo de madres se acercaron al padre jesuita Jon Cortina para unir esfuerzos y encontrar a los niños y a las niñas que les fueron arrebatados, la mayoría de ellos, en el marco de operativos militares durante el conflicto armado en El Salvador.

Encontrar a estos niños y niñas no es un proceso fácil ni tampoco libre de riesgos, en especial en un país donde el sector militar ha contado con la protección de los gobiernos de turno que solapan procesos de impunidad por los cuales no se pueden deducir responsabilidades ni obtener la información de los archivos militares que posibilitarían localizar a la niñez que aún es buscada por sus familias.

Ana Julia Escalante, directora de la Asociación Probúsqueda de Niños y Niñas Desaparecidas, explica que la desaparición forzada en El Salvador no es algo solo del pasado, sino que se ha mantenido a lo largo de los años y estaría asociada al surgimiento de nuevas estructuras violatorias de los derechos humanos de la población civil más vulnerable.

Para lograr los reencuentros se teje una fina red acciones en la que se entremezclan recuerdos, temores, esperanzas y expectativas donde ambas partes, la que busca y la que es encontrada, viven un proceso que culmina en un reencuentro cara a cara después de muchos años de ausencia y silencios sin respuestas.

Estos procesos, por lo general, demoran años hasta que se logra un reencuentro exitoso. Revista Espacio habló con Jazmín Jirón, del área Psicosocial de Probúsqueda, con quien se conversó acerca de los diferentes momentos del proceso y, sobre todo, de los aspectos emocionales y psicosociales que concurren e invaden las vidas de quienes fueron separados y ahora se reencuentran.

Revista Espacio: ¿Cuál es la misión o propósito de Probúsqueda como organización?

La misión principal es la reunificación familiar. Sabemos que durante el conflicto armado el fenómeno de la desaparición forzada, en el caso de los niños y de las niñas, fue una práctica sistemática. Probúsqueda comenzó como una organización de madres a quienes les habían llevado sus hijos y ellas se abocaron al padre Jon Cortina. En 1994 comenzaron a organizarse, y ya como institución legal nació en 1997.

En el 94 empezaron ellas a ponerse en contacto, a ver qué hacían, a buscar caminos de cómo buscar a sus hijos. ¿Cuál fue el papel del padre Jon en esto?

Fue fundamental. Recordemos que en 1994 acababa de pasar la guerra, en primer lugar, y en segundo lugar, no había nadie a quien abocarse. Entonces, esas madres, identificadas con el discurso del padre Jon deciden acercarse a él y él decide darle voz a este grupo de madres y de familiares que no tenían, por sí solas, el valor y también la manera de abrir puertas, de abrir caminos para la búsqueda de sus niños y niñas.

Y me imagino yo que él, además, les infundió ánimo y confianza de que era su derecho. Estaba leyendo una nota de Benjamín Cuéllar y él decía que había habido 900 denuncias. Esa nota era de 2013, creo yo. A estas alturas, diez años después, ¿cuántas denuncias y cuántos reencuentros podríamos decir que ha habido? 

Hay más de 1033 casos registrados hasta la fecha, de los cuales, hasta el 2022 se habían resuelto 587. De esta cantidad 349 han llegado a ser reencuentros. Me alegra decir que en lo que va de 2023 ya hemos realizado un reencuentro presencial —es decir que la joven vino— y tres reencuentros virtuales que, debido a un montón de circunstancias económicas y también de la salud de las personas, no pueden trasladarse.

Hay más de 1033 casos registrados hasta el año pasado. En cuanto a reencuentros, cerramos el 2022 con 349.

Yo quisiera ver si usted me podría decir, en lo general de lo que son todos estos procesos, qué momentos o etapas son comunes a la mayoría. Cómo empiezan, como siguen y como terminan. Digamos, el primer momento, ¿cuál sería? 

El primer momento en ese sentido, considero que sería la interposición del caso. Ya sea la familia que está acá en El Salvador que lo busca, o ya sean también los jóvenes, en aquel tiempo niños, que están en el extranjero, en cualquier país del mundo, que sepan que son adoptados y sepan algo de la historia, se pongan en contacto para poner su caso. Es de las dos vías. 

Luego, tienen una primera entrevista con el equipo de investigación. En esta primera entrevista ellos identifican si el caso puede ser aceptado o no, porque tienen algunos criterios muy específicos. En primer lugar, si el caso es desde 1979, o sea, si la desaparición de este niño o niña fue entre 1978, 79 hasta el 92. Si ya fue después, a lo mejor no se le atribuye tanto al conflicto armado. Si en aquel tiempo el niño o la niña que están buscando tenía de 0 a 17 años. Entonces, esa primera entrevista es para aceptar o no el caso. Si cumplen los criterios, se aceptan todos los casos. 

Y esa entrevista, me imagino, puede ser presencial o virtual. 

Para las personas que están en el extranjero se tiene un formulario que se les envía, al cual pueden, incluso, adjuntar, si tienen, documentación de su adopción, alguna partida o algo así, para que el equipo comience la investigación. 

Después que ellos han llenado el instrumento, han tenido la primera entrevista y se les avisa que su caso ha sido aceptado, entonces ¿qué sigue?

La verdad no es mi área de investigación, yo estoy en el área Psicosocial, pero, realmente, el proceso investigativo tiene varias subetapas. Se basan mucho en, por ejemplo, la investigación documental. Si hay un documento, por ejemplo una partida de nacimiento, van a la alcaldía a comprobar la documentación. Luego, testimonial. Si dice que es hijo o hija de fulanito o fulanita, el primer paso es identificar quién es esta persona, dónde está, si está viva, si ya falleció. 

Imaginémonos que en un caso el joven o la joven adoptada tiene una partida de nacimiento de acá de El Salvador y dice que es hijo de un señor que vive en Suchitoto, por ejemplo. Entonces, van a Suchitoto y resulta que ahí está ese señor y coincide que este señor sí perdió un hijo o una hija durante el conflicto armado. Entonces, ellos van haciendo como una checklist y van diciendo como: “En este criterio coincide, en el documental también, porque dice que es papá de tal”. 

Luego, van a ver los resultados genéticos. Una vez que se hayan cumplido criterios documentales y testimoniales, entonces se procede a tomar una muestra de ADN. Probúsqueda tiene un banco de perfiles genéticos, entonces estas pruebas se mandan a analizar y ahí se determina si hay filiación genética. 

Por ejemplo, en Estados Unidos hay universidades que tienen este tipo de tecnologías y apoyan. En un caso que estoy atendiendo actualmente, son gemelas ellas, fueron a la Universidad de Berkeley a tomarse la prueba de ADN y fue esta universidad quien garantizó que la prueba llegará en buenas condiciones. Y resulta que sí, efectivamente, son hijas de la señora que las está buscando aquí.

Cuando se supera esa parte de la prueba biológica, allí se bifurca el camino, puede salir que no, puede salir que sí. En el caso que sale que no, ¿qué sigue? 

Si sale que no, se envía una carta. De todas maneras, sea que sí o sea que no, hay una carta formal donde se le da a conocer a la persona el resultado. Esa carta la firma la genetista y también Ana Julia, que es la directora actualmente, donde le dan a conocer el resultado a la persona. 

Si resulta que no, el caso no se desecha, sino que sigue, se intenta darle continuidad, seguir otra pista, algún otro familiar. La investigación continúa hasta donde las pistas o la información permitan, porque hay una cantidad de casos llegan a un tope, donde ya no hay cómo seguir investigando. 

En caso de que la prueba haya coincidido y se encuentre que sí hay filiación genética, se hace la carta y se notifica, tanto a las personas que están en el extranjero, a los jóvenes, como a su familia acá en el país. 

Hasta este momento es el equipo de Investigación el que lleva el caso. Cuando ya hay una carta de notificación donde se dice que hay 99.9 % de filiación genética, ya entra el área Psicosocial a acompañar a la de Investigación para hacer un cierre de esa parte y comenzar con la otra etapa, que es el establecimiento de la comunicación.

Lo que intentamos hacer —y en la mayoría de casos lo logramos—, es que cuando el equipo de investigación va a dar la carta de notificación, ya estoy yo ahí para leer la carta y Margarita, que es la coordinadora de investigación, es quien les dice: “A partir de aquí yo cierro esta parte, sigo acompañando, pero ahora esta otra área es la que dará seguimiento a la comunicación con su familiar”.

Una vez ellos tienen la carta, comienzo yo un proceso de comunicación con ambas partes. ¿Qué es lo que hago ahí? Básicamente tengo reuniones por separado con la familia, ya sea la mamá, el papá, los hermanos. Hay casos donde no están los padres, entonces son los hermanos, los tíos, la familia y la persona adoptada o la persona que se va a reencontrar. 

En las reuniones por separado que se tienen con ambas partes lo principal que me gusta establecer son las expectativas que tienen, porque hay una parte que busca y hay una parte que se encuentra. Entonces, la parte que busca, sus expectativas, es encontrarla y recuperar a este niño, niña que perdió.

En las reuniones por separado que se tienen con ambas partes lo principal es establecer las expectativas que tienen.

Si son los jóvenes los que buscan, también buscan una familia, saber la verdad, llenar un vacío que hay en su vida, una parte que no tienen. Entonces, en este momento, es conocer las expectativas, qué es lo que esperan. Cuando ya están preparadas ambas partes, se establece un día o una fecha para el reencuentro.

Pero esta parte de las expectativas, al parecer, es un momento bien sensible. Hablando del que busca, ¿qué diferentes expectativas ha conocido que se tienen? Porque quizás no es simplemente: “Yo busco y quiero encontrar a mi familia”. 

Las personas que buscan, por lo general, quieren saber la verdad. Así de simple. Quieren saber la verdad. Como yo le decía antes, hay una etapa de su vida en la que ellos no saben qué pasó y quieren saber la verdad. 

Pero ellos saben o pueden sospechar que fueron separados. Entonces, pienso que pueden tener en su mente que se van a enterar de algo terrible. Por ejemplo, que en el momento en que se lo llevaron su mamá fue violada y allí mismo asesinada. Cosas muy duras que hasta ese momento se desconocían. Me imagino que no solo hay expectativas, sino que temores también. ¿De qué temores, por ese otro lado, pudiéramos hablar de quienes buscan?

Bueno… Sí, la verdad es que hay algunas personas o casos en los cuales el reencuentro no se hace tan pronto como quisiéramos precisamente por esas razones. La persona pone mucho reparo, porque hay un montón de situaciones a las que se llegaría a enfrentar si continúa el proceso y no se sienten preparadas para afrontarlas. 

Desde el momento que se confirma que hay filiación genética y se les notifica, también se les da, de alguna manera, un pequeño contexto de cómo fue la separación de su familia. Entonces, en un primer momento, los jóvenes o las jóvenes no están ajenas al contexto de qué fue lo que pasó. 

Lo que ellos deciden hacer después, volviendo a las expectativas, es “sí, continuar el proceso”, querer tener una comunicación con su familia o deciden: “¿Saben qué? Muchas gracias. Yo solamente quería saber qué pasó, quería saber si tenía familia, si había alguien que me buscaba. Y ya, muchas gracias”. 

Claro, detrás de esa decisión hay un montón de factores. En primer lugar, por lo general, eran niños muy chiquitos y han vivido una vida completamente diferente, culturas diferentes, idiomas diferentes. Entonces, enfrentarse a otra realidad, con otra cultura, con otra idioma, con otras personas que dicen que son mi mamá y mi papá, pero realmente la persona ni siquiera las conoce, también es emocionalmente complicado decidir si se enfrentan a ello o no. Aunque la mayoría, llegados a este punto, deciden hacerlo.

 A veces, la persona pone mucho reparo, porque hay un montón de situaciones a las que se llegaría a enfrentar si continúa el proceso y no se sienten preparadas.

Y hablando del lado que no busca sino que va a ser encontrado ¿qué expectativas existen?

Allí hay más resistencia. 

¿Más temor? ¿Prefieren no enfrentar aquello? 

Cuando ellos son los que buscan es cuando más interesados están, diferente a cuando son ellos a quienes están buscando. 

Volviendo al caso de las gemelas que mencioné, ellas no son las que buscaban, ellas son a las que estaban buscando. Allí hay un montón de emociones, hemos trabajado bastante y hemos avanzado, muy lentamente, bastante. 

Pero, realmente, en el caso de ellas, y de bastantes otros que son buscados, ellos no tienen, por así decirlo, una necesidad. Ellos saben que son adoptados, están bien con eso y siguen su vida con normalidad. Luego, que venga alguien y les diga: “Resulta que tenés una familia allá en El Salvador que te está buscando”. Entonces para ellos es: “Hay una nueva información que yo no sé”. Entonces, existe una curiosidad que ellos mismos expresan. La primera razón por la que aceptan continuar el proceso es por curiosidad: “A ver de qué va todo esto”. 

Y cuando llega el momento en el que ya saben, por las pruebas genéticas que tienen una familia acá, hay personas que deciden continuar y dicen: “Yo quiero conocerla o conocerlos y ver qué tienen para decir, ver cómo fue que me que separé de ellos”, y están muy abiertos a escuchar la versión que les puedan dar quienes los están buscando.

En cambio, hay otras personas que dicen como: “Está bien, estoy enterada de la situación, pero hasta acá nomás”. Y claro, también son muchas emociones, temores. Son miedos que a las personas les hacen mucho ruido al tomar una decisión. 

Sí, porque alguien no sabe hasta qué punto le afectaría emocionalmente enterarse de algo así. Es muy, muy difícil. En el caso de los que buscan y logran encontrar, ¿cuál sería el temor más sobresaliente en ellos? 

Que sus hijos o que sus familiares no los quisieran. El rechazo, que no les crean, también. Porque llegados a ese momento la principal necesidad de la familia es decirle: “Yo no te quise dar, a mi me obligaron, yo ni me enteré, yo no pude hacer nada para que no te fueras”. 

Es un esfuerzo para que la persona no sienta que fue regalada o vendida. Porque esta población, hay que decirlo, sufre mucha revictimización. La comunidad, la misma familia dice: “No, a saber cuánto te dieron por dar a estos niños, a estas niñas”. Están victimizados de diferentes maneras y su principal reacción siempre es dejar en claro que ellos no quisieron dar en adopción, no quisieron entregar a esos niños, que fueron engañados, que se los quitaron y ellos no estaban de acuerdo con esa situación. Entonces uno de los temores, de los miedos, es ser rechazados, que este niño, esta niña, ahora ya adultos, no crea su versión y que ponga resistencia.

Existe una curiosidad que ellos mismos expresan. La primera razón por la que generalmente aceptan continuar el proceso es por curiosidad.

Es algo que se trabaja con ellos desde el primer momento. Cuando les damos la carta les decimos: “Aquí pueden pasar dos cosas: puede haber una comunicación, puede esta persona abrirse con usted y, de alguna manera, poco a poco, integrarse a este sistema familiar; como puede que no, y usted tiene que estar, desde ahorita, consciente de que cualquier cosa puede pasar y de que a esta persona no la vamos a poder obligar a tener una comunicación con usted”, porque al final de cuentas este niño, esta niña también es una víctima. 

Que puede decidir lo que ella crea que es lo mejor para ella. Me llama la atención cuando usted dice que algunos pudieron ser “engañados”. Mi pregunta es ¿cuál fue el contexto, en general, en que los niños fueron separados? 

Bueno, el contexto de las masacres es uno de ellos. Ha habido otros casos, por ejemplo, que habían madres que tenían que trabajar, salían embarazadas, por lo general mujeres solas. Entonces, iban al hospital y le preguntaban, por ejemplo “¿Usted cuántos hijos tiene?”, “Ah, tengo ocho, o tengo cinco”. Y entonces: “Y con este cómo va a hacer? Mire cómo está la situación”, etc. O, de pronto, la señora iba, entraba en trabajo de parto, tenía el niño y de pronto le decían: “Su niño nació muerto, lo sentimos mucho”. Y a lo mejor el niño o la niña estaba vivo, estaba bien, y la mamá fue engañada. 

O hay otros casos también en los que habían instituciones —hay que decirlo—, que se prestaban para estas situaciones. Otros lugares donde se dejaban los niños para ser cuidados, y les decían: “Allí va a dejar a su niño, a su niña, allí va a estar de lunes a viernes y el fin de semana usted lo va a poder ir a ver”. Y entonces la señora, confiada, dejaba a sus niños o niñas en esos lugares, incluso le decían: “Firme estos documentos para que garanticemos que la única persona que va a poder venir a sacar a los niños sea usted”, y esos eran documentos en los que aceptaba que fueran dados en adopción. Han habido casos.

Hay madres, de hecho, y volviendo al caso de las gemelas —este caso resuena mucho en ese sentido—, la mamá ni siquiera podía firmar, y le pusieron como cinco hojas en blanco para que ella pusiera su huellita en cada una, que supuestamente era para garantizar que ella fuera la única que podía llegar a ver a las niñas. 

Hay casos también en los que, digamos, en el fuego cruzado, los niños se separaron de los papás, quedaron “perdidos” entre comillas y de ahí fueron llevados. Bueno, los casos que han ido a sentencia ante la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, todos han sido en casos de masacres, y han sido precisamente en esas situaciones en las que fueron arrebatados de sus familias y, literalmente, lo vieron, y como claro, a ellos los protegían sus armas y su fuerza, las personas tenían miedo, eran población civil y eso es otra cosa que hay que decirla también, no andaban combatiendo, eran víctimas civiles 100 % y estaban indefensas. Entonces el Ejército, aprovechando su autoridad y el miedo de las personas les arrebataron a los niños. 

¿Ha habido algún caso o algunos casos de niños que recuerdan el momento en que fueron separados? 

En los primeros casos que se reencontraron de algunas de las madres de Guarjila, por ejemplo, de hecho hay un libro que se llama El día más esperado, ahí está el testimonio de una niña. Básicamente ella recuerda a todos los niños que iban en el helicóptero con ella, entonces, ella narra cómo estaba a la par de otro niño, que era su vecinito de la comunidad y que van en el helicóptero con otro montón de niños más chiquitos y de ahí son llevados a Aldeas Infantiles. De hecho, cuando se reencuentra con su mamá es precisamente eso, cuando la mamá va a Aldeas Infantiles y la niña la mira, ella sabe que es su mamá. 

Nos quedamos sin concluir el proceso. Después de que ocurre lo de las expectativas y usted se ha reunido por separado con cada uno, entonces, ¿cómo se procede al siguiente paso? 

Una vez ambas partes están de acuerdo, se organiza el reencuentro. Nosotros cómo quisiéramos que todos fueran presenciales, pero actualmente, por diferentes situaciones, económicas sobre todo, como Probúsqueda no podemos decirles: “Aquí está, compre un boleto”. Quisiéramos, pero no podemos.

Hay casos también en los que, digamos, en el fuego cruzado, los niños se separaron de los papás, quedaron “perdidos” entre comillas y de ahí fueron llevados.

Y tampoco se le puede decir a la familia: “Aquí está todo pagado para que ustedes vayan”. La parte económica es la que más limita los reencuentros presenciales. Sin embargo, este año, en marzo, tuvimos uno, que la joven fue adoptada en Londres y vino con sus padres adoptivos a reencontrarse con su mamá y su hermano, que viven en Santa Ana. 

Entonces, una vez ambas partes están de acuerdo, se procede a organizar el reencuentro. Ahí hay una reunión preparatoria en la que hay un montón de emociones. El equipo de investigación introduce el reencuentro y les dice que ese momento es el resultado de un largo proceso de investigación —que a lo mejor ha llevado cinco años, como ha llevado diez, como ha llevado 17, 20 años—, se les explica más o menos como ha sido todo el proceso y se vuelve a hacer referencia al contexto de la separación. Una vez ya se ha hablado de eso, es el momento en el que la familia se reúne, se reencuentran.

Cara a cara. 

Sí, ya pueden hablar. Una de las cosas que más identifica Probúsqueda son los abrazos, porque la primera reacción de la gente es abrazarse. Hay abrazos que perciben más cálidos, otros que se perciben con un poquito más de resistencia. Pero, si yo pudiera definir o si le pudiera poner alguna imagen, yo diría que los reencuentros son un abrazo. Ya después del abrazo puede venir lo que venga, pero yo siento que la satisfacción de esa mamá o de ese papá al dar un abrazo es muy valiosa. El abrazo es, digo yo, de las cosas que las familias más añoran. 

El reencuentro es el primer contacto que ellos tienen. Una cosa muy curiosa que me gustaría decir es que, por lo general, los papás les preguntan: “Y vos, durante tu niñez, tu adolescencia, ¿fuistes tremendo o no fuiste tremendo?, ¿cómo eras entonces?”. La gran mayoría de papás y mamás preguntan eso: cómo fueron ellos en su niñez y en su adolescencia.

Entonces, ese es un primer romper el hielo y conocerse. Después del reencuentro yo me quedo trabajando otra vez con ambas partes por separado. Cómo se sintieron, cómo quisieran proceder, si tienen preguntas, porque en el momento la emoción es tan grande que uno se olvida. Hubo una señora que incluso traía una listita: “Yo le quiero preguntar esto, esto, esto”. Pero después, a lo mejor, surgen otras preguntas. 

Y aquí algo muy importante: en un primer momento, por lo general, solo se reencuentran con su mamá o papá. Luego hay otra —o se intenta— que haya otra reunión donde se amplíe el círculo y ya conozcan a sus hermanos o hermanas, los sobrinos… Mientras se permita, porque dentro de nuestras familias hay miembros con los que somos más cercanos y hay miembros con los que no.

Es bien bonito e interesante analizar la relación de los hermanos, porque con los papás sí hay una comunicación, pero hemos notado que puede haber bastante acercamiento de los jóvenes con sus hermanos y hermanas.

Si yo pudiera definir o si le pudiera poner alguna imagen, yo diría que los reencuentros son un abrazo.

Una facilidad para entablar una conversación.

Sí, para entablar un acercamiento. A lo mejor tenga que ver con que con los papás hay un contexto ahí… Puede ser que los jóvenes todavía se preguntan: “¿Será que no me quisieron dar o me dieron? o ¿qué pasó?”. 

Aquí hay mucha tela que cortar y cada caso es único. Hay casos en los que a los niños, a los jóvenes en este caso, que fueron separados, les han contado una versión y vengo yo a decirles una versión diferente. Es como: “¿Y yo qué decido creer?”. Al final no deja de haber allí un pensamiento: “Mi mamá y mi papá me dicen esto, o mis papás adoptivos o alguien más me había dicho otra cosa distinta”. Entonces, qué decido yo creer. Esa es otra cosa que se les pregunta desde un inicio, qué les contaron a ellos. 

Luego del reencuentro ya los dejo un poco a ellos solitos, en el sentido de que si tienen Whatsapp y ambos están de acuerdo, yo les doy los números o les doy el correo o ellos mismos dicen: “Yo me tengo en Facebook como fulanita de tal”. Entonces se agregan a las redes sociales y ya se establece un nexo, una comunicación directa, y se deja que la comunicación fluya al ritmo en que ellos se sientan cómodos. 

Hay casos en los que ha habido madres que han podido viajar donde sus hijos y han conocido a su familia, han conocido a sus nietos y han podido convivir un poco más. Hay familias que solo se han quedado con llamaditas para los cumpleaños, para navidad. Y luego, hay familias que definitivamente, después del reencuentro, han dicho: “Muchas gracias nuevamente… Te deseo todo lo mejor y gracias por buscarme, gracias por todo”. Ellos van dando la pauta de ir soltando eso a tal punto que luego ya no hay comunicación. 

Hay casos en los que yo me quedo como intermediaria por algún tiempo y estoy como: “Ella dice que te manda saludes, que cómo estás”, y “Ella dice que está bien y le manda saludos”, hasta dejarlos.

En general, hay algunos obstáculos en el momento de la comunicación. El idioma es quizás el más grande. Pero, luego, dentro de las familias… Algo que yo les hago mucho hincapié a los jóvenes que son los que se van a reencontrar es que ellos son un nuevo miembro de un sistema familiar que ya está establecido, con sus dinámicas, con sus pros y sus contras, con lo bueno y con lo malo. Este sistema ya está y ya hay rutinas, ya hay los que se llevan bien, los que se llevan mal, las alianzas y las coaliciones, lo bonito y lo feo. Esto ya está establecido, este pastelito ya está decorado de una manera que no se puede cambiar, y esta persona es como un nuevo ingrediente que se agrega a algo que ya está. 

Entonces, mi consejo para estos jóvenes es que no se involucren en las situaciones familiares que ya están. ¿Por qué? Porque esta persona les va a decir algo, su hermano les va a decir algo, su mamá les va a decir otra cosa, su tía, su tío les va a decir otra cosa y él no sabe. Entonces, las dinámicas familiares son diversas y para la persona que ha sido encontrada es complicado y es algo que hay que saber llevar, porque hay una manera en la que las personas reaccionan aquí que va a afectar en cómo esta persona se integre.

Hay casos en los que ha habido madres que han podido viajar donde sus hijos y han conocido a su familia, han conocido a sus nietos.

Luego, otro obstáculo —obstáculo y también ventaja—, son los padres adoptivos. Por ejemplo, los padres de la joven que fue adoptada en Londres, por ejemplo, fueron los más abiertos y los más “Nosotros apoyamos a que ella…”, y los más preocupados también. Algunos se pueden sentir amenazados con la presencia de la nueva familia y decir: “Bueno, yo lo he criado y ahora se va a reencontrar con su familia, entonces, ¿cómo va a ser, ya no me va a querer o qué? 

Luego, hay otras cosas. Por ejemplo, la comunicación a veces se corta o se se detiene por factores, digamos, económicos, nuevamente. Puede que no sea la mamá o el papá, puede ser algún sobrino o hermano que le dice: “Mira, necesito tal cosa”. Las personas tienen la idea de que por estar en otro país tienen condiciones, y a lo mejor no. Entonces, es algo que se trabaja con la familia y se les dice que una de las cosas que pueden hacer que la relación no funcione es que alguien vaya a insinuar, a pedir dinero o algo, porque la persona puede pensar: “Entonces me buscaban solo para esto”, y no es: “Me buscaban porque quieren saber de mí, porque les dolió mi desaparición”. 

En el caso de los encuentros que no son presenciales, me los estoy imaginando con ese abrazo retenido…

No se pueden abrazar. ¿Y sabe cuál es la reacción de las mamás? Instintivamente las mamás hacen esto: se aprietan así, su pecho, de alguna manera es su instinto de madre, dar un abrazo como se pueda. 

En general, la asociación es bastante conocida, pero ¿cómo llega la gente aquí? ¿Cómo cualquier persona se da cuenta que aquí puede pedir esa ayuda para buscar a su familia?

Yo creo que lo bonito de esta institución es que, como hay familiares en todos lados, hay personas en las comunidades, en los cartones, que saben quién más perdió un hijo o una hija, porque se conocen, viven en la misma comunidad. 

Es una cosa bonita de Probúsqueda, que creo que también es algo terapéutico, es que los familiares se ven como parte de una familia, y es algo terapéutico también que tiene un efecto psicosocial bastante positivo, algo que es como un proceso de… por no encontrar otra palabra, de “sanación”, digamos, colectiva, y de acompañamiento colectivo entre sus pares, de saberse identificado con otras personas, es algo bien valioso. 

Las siguientes preguntas son referentes a si ustedes como institución han tenido amenazas, obstáculos a su trabajo o qué ha habido por ese lado.

 Bueno, una de las cosas que Probúsqueda ha exigido desde siempre es que se abran los archivos militares, porque definitivamente los hay, pero absolutamente nada, hay una negativa ante eso. Y las exigencias siempre están, aunque no haya habido respuesta.

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